Salud: una visión iconoclasta
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Salud es un término amplio. Indefinible en ocasiones. Los conceptos del Diccionario de la Real Academia de la Lengua son inadecuados. Destaco dos: “Estado en el que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones”. Segundo: “Conjunto de las condiciones físicas en que se encuentra un organismo en un momento determinado”. Ambos conceptos son confusos. Repensarlos es necesario. Simplifico: la autopercepción de la salud, ser sano o enfermo, se adquiere conforme pasan los años. A diferencia de los conceptos previos, la definición de salud pública es adecuada: “Conjunto de condiciones mínimas de salubridad de una población determinada, que los poderes públicos tienen la obligación de garantizar y proteger”.
Los vínculos entre salud individual y comunitaria son absolutos y bidireccionales. Si las personas son insanas, la sociedad padece. Si la salud pública es mediocre, los individuos sufren y mueren a destiempo. Las personas que cuentan con suficientes recursos económicos son más sanas que las pobres. Los países ricos invierten en salud. No así los pobres. El panorama es desolador. Sobran ecuaciones: pobreza e insalubridad conforman un binomio muy complejo; en las poblaciones donde la salud es precaria los derechos humanos se vulneran; quienes nacen en entornos insalubres tienen pocas oportunidades de progresar; las personas enfermas gastan un porcentaje muy alto de sus ingresos en busca de salud: si carecen de recursos, la pobreza se multiplica; las comunidades pobres no tienen acceso a la justicia. En países como México, expoliados, endeudados, con sistemas de salud deficientes, donde más de la mitad de la población es pobre o muy pobre, quien nace pobre muere a destiempo y fenece endeudado.
Recientemente, en “The Lancet”, revista médica británica, indispensable por sus artículos científicos, estudios sociales y culturales, se publicó un estudio coordinado por la profesora Margaret E. Kruk, de Harvard (“Mortality due to low-quality health systems in the universal health coverage era…” Kruk ME, et al., The Lancet, septiembre 5, 2018). Tras analizar los informes de 137 países con respecto a diversas variables de salud, el estudio concluyó que la mala atención médica mata cada año a cinco millones de personas y la falta de ella a 3.6 millones. De acuerdo con los autores, fallecieron 8.6 millones de personas por causas evitables.
Aunque no son absolutas, sus conclusiones son demoledoras: mueren más personas cuando los servicios de salud son deficientes, sea por clínicas mal equipadas, o por médicos mal preparados que por no acudir al doctor. Pensemos en los servicios que ofrecen en México las clínicas en estados pobres y recordemos una de las grandes mentiras de Felipe Calderón. En 2012, afirmó, “La cobertura universal de salud, principal logro del sexenio”. Y agregó: “…en el año 2000 los mexicanos con algún tipo de servicio de salud eran tan solo 45 millones y hoy son 105 millones de personas”. Calderón y su equipo se mostraron orgullosos de la cobertura universal en salud lograda en su gobierno. Inmensa mentira. Si son fieles a su dictum, los calderones deberían tratarse en las clínicas alejadas de los centros urbanos de Oaxaca, Chiapas o Zacatecas.
La editorial que acompaña al artículo de Kruk afirma: “La expansión de la cobertura sanitaria sigue siendo esencial, pero si no va acompañada de medidas de calidad, la sanidad universal será un mito sin sentido”. La salud debe ser un asunto de Estado, un asunto impostergable: pobreza y enfermedad conforman uno de los peores binomios que enfrenta el ser humano. Quienes nacen en casa sin recursos no tienen acceso a servicios dignos de salud. Además, la mala atención médica siempre es muy costosa; la negligencia médica o la falta de recursos en clínicas pobres incrementan los gastos exponencialmente: parte los pagan los familiares —se endeudan de por vida— y parte el Estado. La ineficiencia siempre cobra.
En 2015, los 193 países miembros de la ONU firmaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre cuyos propósitos sobresale la Cobertura Universal de Salud. Los objetivos deberán cumplirse en 2030. Las metas de la Cobertura Universal de Salud hablan de números, no de calidad. Mientras no caminen a la par cifras y calidad, las metas seguirán siendo papel. Retomo la idea central del artículo: en 115 de los 137 países estudiados fallecieron más personas por mala praxis médica —cinco millones— contra 3.6 millones que no acudieron al médico.
La conclusión es gratuita: se requieren sistemas de salud de calidad. En México, lamentablemente, esa meta es lejana y, deseo equivocarme, imposible.