Ser futbolista en la región más violenta del mundo
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En lo que va de siglo más de 20 jugadores han sido asesinados en América Latina, el último el hondureño Peralta
El último es Arnold Peralta en la ciudad caribeña La Ceiba, Honduras. Dos hombres se acercaron en moto y le dispararon a quemarropa este jueves. Un asesinato más para la horrible cuenta hondureña de asesinatos, la peor del mundo, pero con notoriedad por tratarse de un futbolista de la selección nacional. Nada señala que quisieran robarle y las preguntas hasta este momento abren numerosas hipótesis. Nada garantiza tampoco que este caso quede impune, como miles en Honduras, en Centroamérica y en general en América Latina, la región más violenta del mundo.
Arnold Peralta, cuyo féretro este sábado estaba cubierto con la bandera del equipo Olimpia de la liga mayor hondureña, es solo el último caso de un futbolista profesional abatido por ese plomo que acaba en promedio con 300 vidas diarias en Latinoamérica. Antes de Peralta, decenas de jugadores han sido víctimas también de las balas y la inseguridad. Una búsqueda de noticias en diversos países indica que en este siglo han sido asesinados más de 20 futbolistas en esta región entre Argentina y México, según qué se entienda por “futbolista profesional”.
El asesinato del colombiano Andrés Escobar, solo días después de marcar un gol en propia puerta en el Mundial de Estados Unidos 94, es quizás el más resonante. Con varios disparos en la cabeza acabó resolviéndose una aparente venganza por su autogol involuntario, mezclada con supuestos intereses económicos y de grupos mafiosos del narcotráfico y del paramilitarismo en Medellín. No comenzaba, sin embargo, el siglo XXI, el de los récords de sangre por el crimen organizado o común. A veces no se sabe. Ya se cuenta más de un millón y medio de homicidios desde el año 2000, cifras que excluyen otros atentados cuyas víctimas han podido sobrevivir para contarlo.
Entre los supervivientes están el paraguayo Salvador Cabañas, quien en enero de 2010 fue baleado en un bar en Ciudad de México cuando militaba en el América, y el argentino Fernando Cáceres, el exdefensor de varios clubes en las ligas argentina y española que hace pocas semanas ha logrado volver a caminar. También está el exportero uruguayo del América de Cali Alexis Viera, quien el 25 de agosto de este año fue víctima de un asalto al salir de un cajero automático y recibió tres impactos de bala que ahora ponen en duda su posibilidad de volver a dar pasos sin ayuda.
Son sucesos de cada día en América Latina, con tasas mayores o menores según qué país, pero algo distinto ocurre con los futbolistas. Además de pertenecer a una clase especial ante la opinión pública latinoamericana, lo que les empuja a una categoría de riqueza y fama que los coloca como objetos del deseo del crimen común, muchos de estos deportistas no logran romper sus lazos con los barrios conflictivos donde crecieron o viven, o con poderosos grupos criminales. Son parte de las posibles explicaciones para la muerte de Albeiro Usuriaga (exjugador de las ligas de Argentina, México y Colombia, asesinado en 2004 en Cali) y del guatemalteco Carlos Mercedes Vásquez, hallado descuartizado en su país, en noviembre del 2010, con un mensaje que decía “por meterse con la mujer de otro”.
Otros han quedado en medio de balazos ajenos. Fue lo que le ocurrió a Milton Chocolate Flores, exportero de la selección de Honduras, quien en 2004 pasaba por un barrio peligroso de San Pedro Sula en el momento equivocado y acabó asesinado por accidente, según el parte final de las autoridades. Otros han muerto en aparentes intentos de robo, como el juvenil Guillermo Meza, quien jugaba en ese momento, en 2010, en una filial del Pumas en el Estado de Morelos. Y otros han quedado sin explicación, como el atentado que sufrió David El Magic Mendoza, exjugador de ocho clubes del torneo principal mexicano, en 2008 al salir de un partido en Jalisco entre Tecos y América. Desconocidos se acercaron a su camioneta y le dispararon cinco balas a bocajarro.
Crímenes como estos hacen que los futbolistas más famosos acaben blindándose ellos y su familia, alejándose de los barrios, las calles o los centros comerciales donde normalmente asistirían de civiles. También explican por qué la alarma que entre las autoridades judiciales de Costa Rica suscitó la filtración de información privada sobre el portero Keylor Navas en octubre 2014, cuando este acababa de firmar por el Real Madrid, un caso por el cual suspendieron a 25 agentes de la policía judicial.
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