Televisión tradicional en coma

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/ 20 noviembre 2017

'Que se olviden de volver a ser los reyes del rating. Esos tiempos acabaron para siempre'

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Lo he dicho hasta el cansancio: la telenovela ha muerto y la televisión tradicional está en coma. Mientras los productores y todos aquellos involucrados en la creación de contenidos para los canales de televisión abierta no evolucionen a un formato más dinámico, basado en el Nuevo Imperio del Internet y orientado a un público cuya capacidad de atención se ha reducido al mínimo, no tendrán la oportunidad de convertirse en una opción atractiva para las audiencias. Pero eso sí: que se olviden de volver a ser los reyes del rating. Esos tiempos acabaron para siempre.
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Y a mí no me crean. Basta hacer una prueba súper sencilla: si uno le pregunta a 10 personas, 5 hombres y 5 mujeres cuyas edades oscilen entre los 15 y los 30 años de edad acerca de su programa favorito en televisión abierta o la cantidad de tiempo que pasan, como se decía antes, “viendo la tele” y les garantizo que el cien por ciento de esas personas contestarán con una expresión casi de asco “¡Yo jamás la veo!” Las nuevas generaciones están pegadas al internet viendo series, películas o cualquier otro modo de entretenimiento.
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Las nuevas estrellas son los video bloggers, el nuevo modo de seguir una historia larga es ver varios capítulos de una serie de una sola vez o ver un rato cada que se pueda. ¿Esperar a ver el capítulo siguiente mañana a la misma hora y por el mismo canal? “¿De qué estás hablando? ¡Yo veo lo que me dá la gana a la hora que se me antoje”! diría cualquier adolescente. Los más jóvenes (o los más geeks) se entretienen con video juegos en línea interactuando con personas que jamás han visto en su vida. Y para llenar el resto del tiempo libre ¿qué tenemos? ¡Las omnipresentes redes sociales que han metido a las vidas y los cerebros de todos como un virus sumamente contagioso!
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Es por este nuevo modo en que los seres humanos nos entregamos al entretenimiento, que la televisión abierta de pronto hace estrategias desesperadas para recuperar aunque sea sólo un poco de atención por parte del público. Y esas estrategias generalmente terminan ofreciendo momentos verdaderamente patéticos que lo único que consiguen es alejar cada vez más a las nuevas generaciones. Uno de esos momentos ocurrió la semana pasada en La Voz…México. “¿Qué es eso?” preguntarán muchos. Es un programa de concursos de canto.
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Y como me queda claro que muchas personas no tienen ni idea de lo que pasó en esa producción, pondré un poco de contexto. Los cuatro coaches (o entrenadores) famosos que aparecen en esta edición son Yuri, Maluma, Laura Pausini y Carlos Vives. Ellos apoyan, juzgan y critican ácidamente a todos los participantes. Uno de esos participantes era Alexa Álvarez quien ya tenía una carrera como cantante profesional por su paticipación en el grupo Fandango de 1985 a 1988 y en Timbiriche de 1991 a 1994. Es decir, sólo los mayores de 40 años de edad podrían recordarla.
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Total que en el último domingo en que participó en el concurso, Alexa renunció al aire súper indignada para posteriormente publicar un video en su cuenta de Instagram en el que dice, o mejor dicho lee, sus motivos. Que no lo cuplieron lo que le habían prometido, que los jueces la ofendieron mucho públicamente y que eso deja su imagen por los suelos, que el programa es una farsa y que hay artistas que pregonan a Dios y que se esconden detrás de él para seguir haciendo maldades. Esto último en clara refrerencia a Yuri. Hace quince o veinte años, esta situación hubiera generado un escándalo nacional. Ahora, sólo porque Alexa hizo eco en internet, algunos nos llegamos a enterar.
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Alexa Álvarez tiene unos 45 años de edad, sigue guapísima y se retiró muchos años para educar a sus hijos. Ahora quiere retomar su carrera de cantante e incluso ya había preparado algún material para poner a consideración del público. Eso está bien. Pero, como viene de haber hecho carrera en una época en que la televisión abierta era la llave al éxito, la fama y la fortuna, ella se quedó con esa idea y se involucró con un programa que no la iba a ayudar en lo absoluto. La televisión tradicional ya no es garantía de nada, y si no me creen, pregúntenle a Emilio Azcárraga.

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