Teresa no regresará a clases; pandemia orilla a niños a trabajar para sobrevivir
COMPARTIR
Su única esperanza de regresar a la escuela en algún momento sería encontrar un empleo fijo para ingresar al sistema abierto, y pagarse los exámenes para terminar
En la guerra contra el hambre y la pobreza, en este ciclo escolar los Rojas Zavala perdieron una batalla. Ante la falta de dinero y la necesidad de encontrar empleo para apoyar a su familia, su sexta hija, Teresa de Jesús, no tendrá fiesta de 15 años y tampoco regresará a la escuela.
En los últimos cinco ciclos escolares, EL UNIVERSAL ha seguido la travesía de las dos hijas menores de la familia Rojas Zavala, Teresa de Jesús, que cumplirá 15 años el 13 de agosto y María Guadalupe, que festejará 12 años el día 23. En esta ocasión no habrá regreso a clases para una de ellas: la trayectoria académica de Tere concluyó a unos meses de haber iniciado el primer grado de secundaria.
Su única esperanza de regresar a la escuela en algún momento sería encontrar un empleo fijo para ingresar al sistema abierto, y pagarse los exámenes para terminar.
“Yo fui la que decidió. Les dije a mis papás que ya no quería estudiar porque no tenemos mucho dinero y cuando les pido, se enojan o se ponen muy malos conmigo. Mejor ya no quiero estudiar”, relata.
Tere disfruta la música de rock metal, el pop y el reggaetón, además de pasar tiempo con su novio, de 19 años. También le gustaban las materias de Historia y Geografía, y exponer ante sus compañeros.
Tras varios meses de recibir regaños de sus profesores por no llevar los materiales que le pedían, el momento decisivo llegó con la cuarentena por coronavirus: cuando la familia dejó de generar ingresos, la directora de la Escuela Secundaria Oficial 0195 Albert Einstein, en Nezahualcóyotl, se negó a entregarle su credencial de estudiante porque no había pagado la cuota de inscripción de 800 pesos.
“A veces cuando no llevaba el uniforme no me dejaban entrar, como no tenía zapatos, me llevaba unas botas y la directora me regañaba y me ponían reportes. Cada maestro te pedía una cosa diferente: un balón de basquetbol, hojas de color, carpetas, libretas, botones, hilos, agujas y muchas cosas... y yo le decía a mi mamá pero ella no tenía dinero y yo tampoco. También por eso me bajaban calificaciones”, señala.
Su habitación de piso de tierra, paredes de madera y una cobija que hace las veces de puerta, la comparte con María Guadalupe Rojas Zavala, su hermana menor de 11 años. El espacio, de cinco por tres metros cuadrados, está dividido por un ropero que llega casi al techo y marca la frontera con la cocina, que se compone de una parrilla de gas y una alacena donde la familia guarda su despensa: un frasco de aceite, una bolsa de arroz y otra de papas.
Mary, como le dice su mamá, espera que pase la contingencia para regresar a la escuela y pasar al sexto grado de primaria en el ciclo escolar 2020-2021. Sin embargo, desconoce sus calificaciones y no ha tenido contacto con su maestro desde marzo, cuando inició la emergencia.
No cuenta con computadora, internet ni televisión, y en su casa sólo hay dos teléfonos a los que su mamá les hace una recarga semanal de 10 pesos, por lo que no puede ver videos, descargar archivos, hacer tarea o seguir los contenidos del programa Aprende en Casa II que implementará la SEP para llevar clases a distancia.
“No he estudiado ni me he comunicado con mi maestro ni mis compañeros. Tenía teléfono pero se me descompuso y para decirles a mis papás, cuesta caro, y mis papás casi no me prestan el suyo y pues tampoco le echan mucho crédito. Me siento mal porque no he aprendido nada”, dijo.
Clara, su madre, lo toma con resignación: “O pago recargas o les doy de comer a mis hijos”, dijo en entrevista.
La niña ocupa su tiempo en cuidar a su hermano y sus tres sobrinos, todos menores de cuatro años de edad, vende dulces en la tienda de su abuelita, quien le paga entre 20 y 30 pesos al día, y ayuda a su mamá a ofrecer comida a sus vecinos. Mary ahorra su salario para comprarse productos de aseo personal.
Aunque se acercan sus cumpleaños, esta ocasión, como en otras, ninguna tiene la expectativa de festejar: la familia no tiene dinero ni ánimos para celebraciones.
“Mi hija [Tere] se sienta al lado mío y me pregunta: ‘Mamá, ¿me vas a hacer mis 15 años, mi comida?’, y eso es lo que más me duele. Le pido que me tenga paciencia porque de verdad no tengo. Yo sé que todas las jovencitas tienen la ilusión pero con mi situación, no le quiero dar esperanzas”, confesó Clara.