Tololoche
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Esta palabra “tololoche” es una de las más bellas que conozco. Tengo palabras favoritas: “Cucurpe”, por ejemplo, toponimia sonorense que significa “donde cantó la paloma”. Bello sonido; significado bello.
También me gusta mucho la palabra “lapislázuli”. Cuando estuve en San Petersburgo miré en el Ermitage una preciosa mesa, larga de tres o cuatro metros, con cubierta de lapislázuli azul hondo. Me gustó la mesa, claro, pero la palabra me gusta todavía más.
El otro día fui a Mérida y oí cantar al trío “Ensueño”. El modo en que ese trío canta el “Caminante del Mayab” no tiene igual. Uno de los trovadores tiene una voz de bajo que modula con maestría para llenar de matices esa bellísima canción. Infinitas gracias le doy a Dios por no haberme quitado a estas alturas el don de emocionarme cuando oigo cantar una canción hermosa. Dicen que uno de los quebrantos que vienen con la edad es la resequedad de espíritu. Edad tengo bastante, ciertamente, pero no me ha llegado aún esa aridez, bendito sea el Señor.
De los tres cantores que forman el trío “Ensueño” uno toca el requinto, el otro la guitarra y el tercero el tololoche. Instrumento muy especial es éste. Algo se parece por su tamaño y forma al guitarrón de los mariachis, pero tiene una vara, como los chelos, para apoyarlo en el suelo, y se pulsa igual que un contrabajo.
La palabra “tololoche” es del más puro origen maya. Don Juan Tolvaños, yucateco, ciego de nacimiento, intérprete de armonio en las iglesias, inventó un instrumento del que los otros músicos hicieron burla, por su forma y su tamaño. Lo llamaron “toro-loch”, expresión híbrida cuya segunda palabra es maya y significa “abrazado”. Pero la lengua maya no tiene la letra ere, y así el toro-loch se convirtió en tolo-loch, y luego en tololoche.
Otras voces usamos que del maya vienen. El cenzontle aquí se llama “chico”. Esa ave tiene nombres bonitos en diversas lenguas. En latín se llama “Mimus polyglottos”, que quiere decir algo así como “imitador de muchas lenguas”. Viene a la mente el cuentecillo según el cual el cenzontle llegó tarde a la repartición de voces que hizo Dios entre las aves, y ya no alcanzó canto. Cuando el azorado pájaro le preguntó al Creador qué iba a hacer, éste le contestó: “Canta, como todos”. El cenzontle entendió: “Canta como todos”, y se puso a imitar las voces de todas las aves. En náhuatl “cenzontle significa” “pájaro de 400 voces”, de “centzontli”, cuatrocientos, y “tlatolli”, pájaro.
“Jagüey” es otra voz que usamos mucho acá en el norte, y que igualmente es de origen maya. Viene de “ja-uai”, que significa “agua acá”.
El aviador ramosarizpense Emilio Carranza bautizó en broma su aeroplano con el nombre de “El tololoche”. Desde ese avión arrojó bombas contra el monumento a Cristo Rey en el cerro del Cubilete, en Guanajuato, cuando el aciago enfrentamiento entre la Iglesia y el Gobierno en México. Eso sucedió a fines de los años veinte del pasado siglo. Cuando poco tiempo después el infortunado piloto perdió la vida al caer su avión en un lugar boscoso, cerca de Washington D.C., a donde había volado en viaje de buena voluntad, muchos católicos dijeron que su muerte, en plena juventud, fue castigo de Dios por haber bombardeado su imagen. Cosas de los tiempos.