Una Final brava y condicionada

Fútbol
/ 22 diciembre 2016

    Una Final siempre está llena de singularidades, pero principalmente está atada a los momentos de los finalistas en circunstancias normales.

    Sin embargo, esta es una Final atípica porque se han perdido un poco las referencias de cómo llegan ambos contendientes. ¿Tigres y América hoy suponen estar en igualdad de condiciones después de tanta espera?

    La absurda calendarización del torneo mexicano le quita certezas a una definición por el título que no hubiera sido la misma algunas semanas atrás.

    La ajetreada gira de América por Japón y el freno de mano que le han metido a un Tigres que venía embalado en esta “eterna” Liguilla han condicionado una Final entre los dos mejores equipos del semestre.

    Se condiciona por varios factores, pero lo principal pasa por lo físico-futbolístico. Si bien se está en presencia de dos equipos profesionales capacitados y entrenados para asumir cualquier consecuencia inesperada –como cerrar una serie Final en plena Navidad-, no se sabe cómo responderán ante la exigencia.

    América viene de cumplir con el Mundial de Clubes y su nivel de agotamiento es una incógnita. Tigres, es de suponer, debería estar más entero y descansado, pero su ritmo de competencia también es una interrogante. De ambos lados hay ganas e ilusiones, pero también dudas por razones obvias.

    Sin embargo, al margen del contexto y de los momentos estarán frente a frente dos equipos que merecen estar donde están. Con lo costoso que es en el futbol identificar a un club con un estilo, Tigres y América hoy pueden darse ese lujo de ofrecer propuestas apoyadas en una idea y no en cuestiones circunstanciales.

    Han llegado hasta la Final porque el camino que han trazado en esta Liguilla ha sido tan pragmático como efectivo. Porque han obedecido a sus patrones de juego y se han sentido superiores con esa virtud que poseen para envolver al adversario e imponerse.

    Decir que Tigres es mejor que América, o al revés, es entrar en suposiciones baratas. Son dos equipos que, al final del dpia, se parecen, pero que por gusto y contenido no son iguales.

    Tienen una mezcla de corazón, músculo y talento al servicio del mejor resultado, pero sus fórmulas son disímiles porque sus técnicos son diferentes.

    Ferretti apuesta a una horma colectiva maciza con el punto de quiebre en las individualidades. Con un Gignac inspirado,  a Tigres hoy le basta para abrazar los propósitos en cualquier condición.

    El plan de La Volpe siempre está más inclinado hacia las complejidades de ejecución. Los ajedrecísticos movimientos que suele realizar el DT para neutralizar el potencial de su rival le da sabor a los juegos. La variedad y la congruencia táctica asoman en las primeras páginas de su manual.

    En lo general, son dos cuadros mezquinos y ambiciosos a la vez. Poseen un temible poder de fuego y momentos felices dentro de los partidos que hasta pueden levantar al aficionado de su butaca.

    América, en su Centenario, sabe que está frente a una gran oportunidad para redondear un semestre con una consagración frente a un adversario al que ya supo quitarle el dulce en un par de oportunidades en época reciente.

    Tigres, en tanto, lo ve con otros ojos. Su mirada está focalizada en ser consecuente con su mejor época futbolística y agregarle más estrellas a una camiseta que se ha cotizado en los últimos años gracias a una disciplina institucional cuya continuidad de un proceso no tiene parangón en la Liga mexicana.

    Desde luego que sería una ingenuidad omitir esa hambre de revancha que inquieta a Tigres frente a su peor verdugo en tiempo reciente.

    Sin embargo, sus ganas de trascender están por encima de cualquier rencor deportivo y hoy disfruta de esta nueva oportunidad que le da el futbol para demostrar que su protagonismo actual no es obra de la casualidad.

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