Una mirada hacia el otro

Politicón
/ 14 enero 2018

¿En qué se relaciona la poesía y el derecho? Algunos podrían responder que en nada, para mí se relacionan en todo. El derecho debe ser poético. Explico.   La concepción del derecho como un conjunto de normas de carácter neutral ha facilitado su reducción por muchos juristas a formulismos poco flexibles, y por ende –aun en contra de su finalidad—, en instrumentos poco sensibles respecto de la situación concreta de las personas a quienes se dirigen.   En algunas ocasiones el derecho es injusto. Como consecuencia, es indispensable buscar la cercanía del derecho a la justicia.   Entre las diversas herramientas que podrían ser de utilidad para realizar esta tarea se encuentra la poesía.   En efecto, si partimos de que la comunicación es la estructura básica de la sociedad, puesto que, con la adición de factores sociales, interlocutores y temas novedosos, la sociedad crece –es decir, todo lo que es comunicación es sociedad– y, por ende, la manifestación del lenguaje en el género literario, aun en el de la poesía, constituye una forma de intervención en la realidad.   En este punto conviene rescatar lo manifestado por Walt Whitman, al señalar que el poeta es “el árbitro de lo diverso”, el “igualador de su época y su tierra”, que su vasta imaginación “ve la eternidad en hombres y mujeres” y no ve en ellos “sueños o puntos minúsculos”.   Conforme a este escenario, la poesía es afín al derecho en tanto que permite un acercamiento a los contextos de los distintos grupos de población mediante vocablos, versos y métricas que hablan de igualdad, fraternidad y libertad, que visibilizan las problemáticas sufridas por mujeres, niños, personas con discapacidad, migrantes y muchos otros grupos en situación de vulnerabilidad.

En toda la gente me veo, ninguno es más ni menos que yo, y lo bueno o lo malo que digo de mí, lo digo de ellos”.

Si bien, la justicia poética necesita de atributos no literarios como el conocimiento técnico-legal; para que ésta sea completamente racional, los operadores jurídicos –abogados defensores, jueces, ministerios públicos y en general cualquier servidor público– deben ser capaces de imaginar y comprender a fin de fortalecer su capacidad humana.   La serie de estas afirmaciones puede llegar a causar escozor en algunas personas al considerar que el tratar de relacionar la poesía con el derecho pone en duda su seriedad.   Sin embargo, ello deriva de la incomprensión general de la interdependencia de las ciencias sociales, las ciencias exactas, las artes, etc. que ha abonado a la incomprensión misma del hombre, de sus alcances y, en consecuencia, de sus derechos. Para concluir, basta recordar que la ausencia de humanidad vuelve a la justicia completamente ciega. Seamos, pues, poetas y enfoquemos nuestra mirada hacia los problemas del otro. Enfrentemos esta batalla cultural con versos y poeticemos el derecho y como resultado también la justicia.   Al final la lucha por el derecho, en concreto por los derechos humanos como ese mínimo vital que todos deberíamos de tener garantizado, es la lucha por la democracia, y como efecto de una justicia poética para todos.   Si bien el desafío es importante, no deja de ser romántico.   De ahí la importancia de la poesía para el derecho. De ahí que como estudiosa del derecho escribo poesía.   guadalupeimormino@gmail.com La autora es investigadora del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH.   Este texto es parte del proyecto  de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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