Viaja 19 horas; acompaña mujer a clases a su hijo
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Madre oaxaqueña afirma que no es sobreprotección, es apoyo; él sufrió recientemente un accidente en moto
Para una madre nunca hay imposibles.
Pese a sus bajos recursos, Teresa Andrés Nicolás tomó sus hilos, tela, un par de cambios, y partió de la frontera sur del país hasta Coahuila junto a su hijo Alejandro. Él inició sus clases en la Universidad Agraria Antonio Narro.
No es sobreprotección, es apoyo; el tuvo una fractura craneoencefálica hace un par de años tras haber sido arrollado en una motocicleta y se recupera aún, pero quiere ser ingeniero.
“Hizo su examen y el día que tenía que estar aquí hace dos años se accidentó y no pudo venir, estuvo en el hospital, fue un accidente en moto, le operaron de su cabeza. Este año se recuperó poquito, presentó su examen en Oaxaca, pasó y nos vinimos a Saltillo, me vine con él para no dejarlo solo”, relata doña Teresa.
Alejandro Pérez Andrés estuvo inconsciente durante seis meses después de su accidente, su madre pensó que no despertaría nunca.
“Comenzó a hablar y a caminar un poco, después cuando reaccionó preguntó: ¿Dónde estamos?, le dije, en la casa”, recuerda.
“Dice que se durmió y no se dio cuenta de nada, cuando fue ese accidente en carretera de Oaxaca, más pa’ allá de Santo Tomás de Arriba, en mi pueblo, él trabajaba de cobrador en una empresa”, relata la mujer.
Pagaron 672 pesos cada uno para trasladarse desde Santo Tomás de Arriba, municipio de San Dionisio Ocotepec, Oaxaca, a Ciudad de México, después mil 95 pesos para llegar a Saltillo. Fueron 19:00 horas de viaje.
“Llegamos aquí y dije: ‘vamos a encontrar cuarto donde nos vamos a quedar’, estamos los dos. Gracias a Dios encontramos un cuartito, está cerca de la escuela”, dijo doña Teresa.
Pagan una renta de 900 pesos mensuales por cada uno, además del servicio de luz, agua potable. El transporte se lo ahorran pues la Universidad los traslada.
¿DE DÓNDE SALE EL DINERO?
Desde su niñez la mujer practica el bordado, hace unos diseños con “iris”, un hilo que trae desde su tierra, tiene una gran variedad de colores.
Allá en Oaxaca tiene una máquina de coser, ahí elabora blusas, como todo es barato las vende en 250 pesos, pero en Saltillo realiza solamente el bordado para que la gente pueda mandar hacer blusas a su gusto. Ya tiene clientes en la Universidad.
“Siempre he trabajado en este bordado, y hago blusas para juntar dinero como para venirnos para acá, estoy bordando un poco para venderlo y regresarme, solo estaré un mes aquí, voy a ir otra vez para allá, pero vine a dejar a mi hijo para saber dónde estará y saber que se quedará bien”, agrega.
Al llegar a la Universidad con Alejandro, él ingresa a clases. El lunes fue su primer día, aunque tenía la semana anterior en cursos de inducción.
Ella, cargando su bolsa con un diseño de su pueblo, busca un sitio cómodo para bordar, ahí donde corra el aire y haya un buen árbol que le cubra del sol, se sienta a iniciar su trabajo, jóvenes y personal de la institución se acercan a admirar su labor.
Busca la forma en que su hijo de 24 años de edad, pueda entrar a los internados de la institución para evitar el gasto de una renta mensual, pues su familia es de bajos recursos.
En dialecto zapoteco, dijo a VANGUARDIA: “Yo vengo a acompañar a mi hijo para que estudie”.