¿Alguien se acordó de mi cumpleaños?: Ciudad Deportiva de Saltillo
Los libros narran que me inauguraron a finales de la década de 1960. Con más detalle, un boletín estatal dice que fue el 1 de noviembre de 1967. Qué más dan las precisiones, si como quiera nadie me festeja.
Les quiero contar mi historia, ya que al parecer solo unos cuantos se acuerdan de ella.
Muchos hablan de mis resbaladeros de concreto, de los patos de mi lago y del trenecito (que actualmente ni funciona, pero dicen que lo van a rehabilitar).
Con orgullo, otros presumen sobre su infancia y adolescencia en mis canchas, mis jardines y hasta en la alberca que un día llegué a tener.
Pero antes de todo eso, mis terrenos formaban parte del antiguo rancho de la familia Camporredondo. La cabeza de esa dinastía era Francisco Camporredondo y Zúñiga.
Él llegó a ser propietario de varios espacios agrícolas en Saltillo. Entre ellos donde hoy se localizan las instalaciones de la Secretaría de Educación Pública, la Escuela Normal Superior y otras escuelas de la Universidad Autónoma de Coahuila.
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Y claro, donde me ubico yo. Entre las calles David Berlanga, Magisterio y el bulevar Nazario Ortiz Garza.
La idea de construirme surgió durante la gubernatura de Raúl Madero González (1957-1963). Aunque según un boletín informativo del Gobierno de Coahuila publicado en 2012, me inauguraron de manera oficial hasta el 1 de noviembre de 1967.
Por eso digo que en 2022 cumplí 55 años. Pero no vi que nadie se acordara, mucho menos que me lo festejaran.
¿Les suena a reclamo? Quizá. Aunque si a esas vamos, podría abordar otras cosas como quejas y sugerencias relacionadas a mi estado actual. Los grafitis y el desgaste de mis instalaciones, por ejemplo.
En fin, a mí me planeó el arquitecto José María Morales del Bosque. Contempló que tuviera el Estadio Olímpico y el Parque Madero, varios accesos, jardines, canchas de tenis, futbol, basquetbol y un diamante como terreno de juego, además de un estacionamiento y otras amenidades.
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Del éxito a... hoy
Durante mis primeros años de existencia fui la máxima atracción de la ciudad. Eso por ahí de la década de 1970. Era popular porque venían a jugar equipos escolares y escuadras profesionales de futbol y beisbol.
Y los domingos en familia, ni se diga. Me elegían a mí sobre la Alameda porque mis espacios abiertos aminoraban la sensación de que había mucha gente. Los niños podían correr con más libertad, sin el riesgo de estar cerca de las vialidades.
Con el tiempo fui llamando la atención con mi lago artificial. Ese que se alimenta por un canal que trae agua de la Sierra de Zapalinamé.
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Y aunque muchos no se acuerdan, también tuve una alberca que se deshabilitó por ahí de los 80’s. Se encontraba cerca de los resbaladeros y algunas que otras personas conservan fotos de ella.
Qué les dijo. La pista para corredores alrededor del lago, los juegos infantiles, las bancas de descanso y hasta las lanchas que un día pasearon a cientos de personas, todo eso me dio créditos para que hoy yo guarde los recuerdos de miles de saltillenses.
¿Y quién guarda los míos?
Bueno, este año no hubo pastel. Pero eso no quita que vaya a dejar de recibirlos o que ya no quiera seguir brindándoles alegrías.
De hecho, hasta soy afortunada si consideramos a otros parques, hermanos míos, que sí la tienen más complicada.
Y aunque el fin no es señalar ni denigrar, me acuerdo que al V. Carranza ya hasta le dijeron que es el más triste del mundo.
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Yo, mientras pueda y ustedes gusten, estaré aquí para seguir cumpliendo con la misión para la que fui creada, ser un espacio de recreación para los saltillenses.
*Con información de Arturo Berrueto, Carlos Recio, Archivo Municipal de Saltillo y Gobierno de Coahuila.
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