Aventura en el Broad Peak: El saltillense Sebastián Arizpe y Max Álvarez conquistan la cumbre del Karakórum
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Sebastián Arizpe y Max Álvarez se enfrentaron al calor del desierto de Pakistán, las tormentas de nieve y la soledad durante su expedición en la 12º montaña más alta del mundo.
El Broad Peak se alza en la cordillera del Karakórum, dentro del sistema de los Himalayas, a 8,047 metros; ubicado al norte de Pakistán en su frontera con China, es uno de los 14 ‘ochomiles’ qué hombres y mujeres buscan conquistar.
Cuando Sebastián Arizpe Navarro lo vio por primera vez, pensó que no sería capaz de subirlo. “Siempre que llegas al ochomil vas con miedo. Dices: ‘¿qué es esto?, yo, un simple mortal mexicano de Saltillo, ¿qué voy a andar haciendo aquí?’”, recordó.
Sin embargo, él y Max Álvarez, un alpinista de Ciudad de México que le acompañó, alcanzaron su cumbre junto con un ecuatoriano, una alemana, un italiano y tres sherpas.
Dejaron sus huellas en la nieve, se aferraron a las rocas y se adentraron en la naturaleza inhóspita, donde las tormentas duran días, las avalanchas son una amenaza constante y la soledad es más profunda.
Adéntrate en su aventura:
‘VOY A LO QUE SIGUE, LOS HIMALAYAS’
La historia de Sebastián inicia en casa, gracias a la gran influencia de su papá, Alejandro Arizpe. Exploró el Cañón de San Lorenzo y Lourdes, se adentró a la Sierra de Arteaga y sus deseos de crecer lo llevaron lejos, al Pico de Orizaba.
Así descubrió la alta montaña y se enamoró de ella; ese amor lo llevó a cruzar las fronteras mexicanas hasta Ecuador, Perú, Bolivia, Estados Unidos, en expediciones no de uno o dos días, sino de dos o tres semanas. Recuerda especialmente el Chimborazo en Ecuador -su primera montaña de 6,000 metros- , la Huayna Potosí en Bolivia y el Denali, en Alaska, que le exigió ser autosuficiente en todos los aspectos.
En Denali, Max y Sebastián hablaron sobre qué seguía: terminadas las cumbres en América, su siguiente destino sería Asia y los Himalayas. Pero, ¿cuál región? ¿La sección ubicada en Nepal, completamente budista, o el Karakórum, con Estado Islámico?
Buscaban aventura en un lugar inhóspito y la mejor opción, les aconsejó Héctor Ponce, un alpinista reconocido en México, era Pakistán. En esta cordillera se encuentran cinco montañas de más de 8,000 metros.
“El K2 y el Nanga Parbat, descartados; porque te piden ya saber qué es a lo que vas. Nadie se avienta el K2 en su primer ochomil, es como ir a suicidarte. Nos quedamos entre Broad Peak, Gasherbrum I o Gasherbrum II”, explicó.
Finalmente, eligieron el Broad Peak, un ochomil técnico con bastante pendiente. La cima son varias rocas que te obligan a subir y bajar; no obstante, la distancia desde base no es muy larga y no tardarían tantos días en el previo a cumbre.
‘POR ALGUNA RAZÓN, TE GUSTA ESTAR AHÍ EN EL FRÍO’
El camino empezó mucho antes de ese día en Denali; se aleja en el horizonte hasta los inicios de Sebastián haciendo alta montaña en México y después en Sudamérica. Le ayudó contar con un plan de entrenamiento diseñado por un alpinista, de acuerdo a sus necesidades y con ejercicios específicos. Algunos montañistas quieren intentarlo sin ayudas, a otros no les gusta escalar piedra o no soportan el frío.
Pero más que prepararte físicamente, necesitas darte cuenta de que te gusta estar allí, en el frío, cuando pudieras estar en cualquier otro lugar.
“Ir creciendo a nivel de montaña hasta que te des cuenta que puedes soportar estar 40 días y 40 noches aislado y sin ningún tipo de comunicación, haciéndote valer por ti mismo. Si eso te gusta, adelante”, expresó.
El aislamiento es difícil; estar arriba, sin otro grupo de montañistas cerca, solos durante 10 días, en ese nivel de territorio inhóspito, incomunicados de familia, pareja, amigos y sin nadie con quien hablar, mella los ánimos y aviva las dudas. Sientes la soledad y la consciencia fluye como una corriente turbulenta. Sebastián pensaba en regresar y se cuestionó: “¿y si me muero?, ¿y si no me muero?, ¿y si sí?, ¿y qué hago aquí solo?”
Aprendes a ser paciente, a comprender que la cima solo es la mitad del camino. Ya cansado, anhelas bajar e ir a casa con tu familia, bañarte, recostarte en una cama; pero todavía faltan tres o cuatro días para regresar al campamento base, diez para sentarte en un auto y más para volver a tu país.
“Hay que tener paciencia, saber que en algún momento ya no vas a estar allí e intentar aprovecharlo”, apuntó.
‘FUIMOS LA PRIMERA CUMBRE DEL AÑO’
Partieron el 10 de junio; no regresarían hasta 46 días después. Era la mejor época, desde finales de mayo hasta principios de agosto, antes de las lluvias y nevadas fuertes. ¿Su objetivo? No era alcanzar la cima, sino subir y bajar la mayor cantidad de veces posibles.
Viajaron a la ciudad de Islamabad, capital de Pakistán, y realizaron los últimos ajustes para obtener los permisos del parque. Luego partieron hacia Skardu, al norte y muy cerca de la frontera con China e India. A lo largo de tres días, revisaron que no les faltara equipo, ni comida. “Es el último lugar en donde puedes comprar algo”.
Un vehículo todoterreno los llevó hasta la villa de Askole, tras un trayecto de 12 horas por una carretera horrible. Al día siguiente, comenzaron a caminar: siete días y 160 kilómetros los separaban de su destino.
Imagina una expedición a los Himalayas, ¿en qué piensas? Hielo. Trajes especiales para conservar el calor. Tormentas de nieve. Sin embargo, el frío no empieza hasta los 5,000 metros. Antes debieron sobrevivir al desierto: una travesía bajo el sol a 40 grados centígrados. “Haz de cuenta que caminando ahí por Monclova”, contó.
Se dirigieron al campamento Jhola, luego salieron hacia Paiyu y se adentraron al glaciar Baltoro. Pasaron por Urdukas, Goro I y Goro II hasta arribar a Concordia, punto de encuentro de todos los montañistas en el Karakórum. Entonces, la senda se bifurca: a la izquierda están K2 y Broad Peak; a la derecha, Gasherbrum I y Gasherbrum II. Es la última vez que varios de ellos se verán y se despiden con ánimos.
Una vez en campamento base (a 5,000 msnm), implementaron su plan de rotaciones en la montaña: subieron a campo 1 (a 5,800 msnm), dejaron sus cosas y volvieron a bajar. En la siguiente ventana, regresaron y durmieron una noche en él, para aclimatarse. Así continuaron para llegar a campo 2 (a 6,600 msnm) y a campo 3 (a 7,200 msnm).
A esa altura, solo tenían dos maneras de comunicarse: a través de radio o de teléfono satelital, ya sea de empresas o de gobierno. Por medio de esta red, están atentos a los cambios en el clima, reportan su ubicación y pueden pedir ayuda al campamento base; un oficial del ejército siempre está atento para solicitar un rescate con helicóptero.
Al enterarse de que tendrían 10 días de mal tiempo, decidieron aprovechar la ventana previa. Avanzaron directamente de base a campo 2, donde durmieron. Al día siguiente, alcanzaron campo 3, allí pasaron dos noches y en la tercera iniciaron el ascenso final.
Les tomó 22 horas; fue pesadísimo, devastador, en medio de una nevada horrible que se adelantó a los pronósticos. A pesar de que su idea original era hacerlo sin oxígeno, Sebastián debió utilizarlo a los 7,800 metros.
Muchas personas regresaron. Ellos, necios, continuaron. Hicieron equipo con un guía ecuatoriano, una alemana, un italiano y tres sherpas; juntos “fuimos la primera cumbre del año”.
Sin embargo, eso era solo la mitad. Aunque fue un alivio haber cumplido el reto, le envolvía una preocupación inmensa: “tengo que caminar otras 10 horas, rapelear, volver a escalar”.
La victoria no se canta hasta “Crampon Point”, donde empiezan las cuerdas y termina el riesgo de avalancha. En ese lugar celebran, se abrazan y se felicitan. “Yo ya sentí que fue cumbre cuando llegamos, nos sentaron y nos dieron comida, porque ya llevaba días sin comer”, recordó.
‘ESA PACIENCIA Y ESA FE’
Cada nueva montaña está por encima del límite de Sebastián, el desafío es sobrepasarlo. Mientras sube, entra en ‘modo batalla’: ya no habla, ni cuenta chistes; está en el lugar, en el presente.
“El reto más grande, para mí, fue la paciencia de las ventanas y el clima, porque a los tres días de estar en carpa, sin con quien hablar, dices: ‘ya estuvo, ¿no?, ya hay que regresarnos, aquí no se va a arreglar el clima’. Tener esa paciencia y esa fe de que se va a poder, cuando a veces no se ve, y no perder la esperanza”.
Las enseñanzas fueron muchas: perseverancia, comprender que, “si le echas todas las ganas y todos los kilos”, puedes hacer uno, dos, todos los ochomiles. “Nada más es una montaña bien grande y sí es de mucho respeto, pero no es nada de otro mundo, es un reto. Entonces, como a no tenerle ese miedo e intentar eso apegarlo a la vida”, señaló.
Sebastián desea “aventarse” los 14 ochomiles, ¡ya solo le faltan 13!, aunque aún no define su próximo destino. “Alguna en Nepal o ya me tocará de regreso para intentar el K2 o el G1 y el G2; alguno de esos, ya veremos”.
¿Qué equipo usaste?
• Tres carpas 4-season tents
• Colchoneta para dormir
• Sleeping bags de -40 grados
• Piolet de travesía en glaciar
• Piolet técnico para paredes
• Anclas para hacer sistemas en hielo y nieve
• Tornillos de hielo de diferentes medidas
• Múltiples mosquetones
• Múltiples bandas
• Cuerdas
• Crampones
• Casco
• Cámara
• Lámpara frontal
Ropa
• Botas de ochomil (triple bota o doble bota) con polaina
• Guantes mitones, pantalones, chamarra y tenis de pluma de ganso e impermeables
• Down suit
• Calcetas con sistema de calefacción