Con testamentos, en Saltillo le heredaban la libertad a los esclavos
Testamentos con antigüedad de más de dos siglos, evidencian ver que la relación entre dueños y esclavos llegó a ser armoniosa, incluso hasta afectuosa, al grado de cederles lo más preciado: su libertad
En Saltillo hubo esclaviud por más de 200 años, entre los siglos XVII y XIX. Los documentos que se resguardan en el Archivo Municipal, muestran que en la localidad existieron casos que rompieron la estigmatización social de que ser esclavo es sinónimo de maltrato.
Durante junio del 2018, Carlos Manuel Valdés Dávila, doctor en historia y especialista en la historia india y negra en la época colonial novohispana, concedió una reveladora entrevista a la Gazeta de Saltillo.
Valdés explicó, que si bien las cifras oficiales en los registros disponibles indican que en la ciudad habrían habitado unos 150 esclavos, los números reales podrían rebasar el millar. El motivo obedece a que en la documentación no se contemplaba a los hijos de los esclavos.
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Sobre el fenómeno de la esclavitud, el historiador lo calificó como “una especie de enfermedad histórica”. Y es que el objetivo era el aprovechamiento de la mano de obra gratuita para el beneficio de las familias, tener mejor calidad de vida y ostentar un estatus elevado.
Para hacerse de un esclavo, ya fuera niño o niña, jóvenes, hombres adultos, mujeres o ancianos, se llevaba a cabo una transacción de compra-venta. Aquellos varones jóvenes y fuertes eran los más costosos.
La edad no era ninguna limitante, como no lo fue para un mulato de ocho años que el 2 de noviembre de 1709 fue vendido por Antonio de Barrera, vecino de Mazapil, a José Lobo Guerrero.
Luego de ingresar a México, generalmente por el puerto de Veracruz, los comerciantes cubrían la cuota de impuestos y así ya estaban disponibles para que algún interesado seleccionara a los esclavos, mismos que solían provenir de Angola y Mozambique.
Tras una rápida revisión, eran los mineros y hacendados quienes compraban a las personas más sanas y convenientes según sus objetivos laborales con ellos.
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Además del físico, otros puntos que definían los montos a pagar eran las cualidades, habilidades y la demanda del momento.
Por ejemplo, en Saltillo, se tiene registro de una mujer por la que se pagó 450 pesos oro, una suma muy elevada, considerando que otras transacciones eran por 120 pesos oro.
Una vez que el esclavo se volvía propiedad de alguien, había dueños que optaban por marcarlos, literalmente. Les ponían símbolos con hierro en la frente, el cachete o la espalda.
Las violaciones de lo que ahora conocemos como derechos humanos, muchas ocasiones fueron impulso para que los esclavos buscaran huir.
Como lo hizo Juan Antonio de Aguirre, un esclavo negro que fue encontrado en La Vaqueróa de San Juan tras haber intentado escapar de casa de Cayetano de Herrera, vecino de la villa de León y residente en Saltillo.
Tras su intento de fuga, Juan Antonio fue vendido al marqués de San Miguel de Aguayo, y como la mayoría de los esclavos, no se tiene certeza de qué ocurrió con él.
A pesar de lo cruel que puede parecer este escenario, y siendo el maltrato una realidad muy latente durante la época de esclavitud, también existen casos documentados en los que los esclavos se integraron a las familias.
De hecho, algunas familias ricas tuvieron esclavos que fungieron como maestros de sus hijos, y al considerárseles intelectuales, su calidad de vida era buena.
Había también quienes como esclavos desarrollaban trabajos domésticos, jardinería, herrería, sirvientes o hasta de mera compañía para salir al mercado. Recordemos que esto era cuestión de estatus.
¿CÓMO FUERON LIBRES LOS ESCLAVOS EN SALTILLO?
Tan opuestas llegaron a ser las condiciones de vida entre unos esclavos y otros en Saltillo, así como el trato de sus dueños, que hay evidencia que muestra finales felices en ciertas historias.
En testamentos, disponibles en el Archivo Municipal, algunos dueños dejaron por escrito que cedían todos sus bienes a sus esclavos, o a los hijos que tuvieron con ellos, con el fin de reconocerlos y protegerlos.
Y en el mejor de los casos, la libertad también era concedida a través de un testamento una vez que el dueño muriera.
El acto llegó a ser justificación con frases como: “por el amor que les tengo”, dejando ver que la relación, algunas ocasiones, rebasaba la sobreexplotación, las relaciones sexuales y el maltrato, para dar espacio al afecto y cariño en una relación interpersonal más cercana a lo “normal”.
Una vez concedida la libertad, los esclavos podían disponer totalmente de su vida, ya fuera quedarse en la villa, buscar empleo o salir en búsqueda de su familia. Aunque eso se dio con muy poca frecuencia, en comparación a la cantidad de esclavos que hubo.
Según los documentos del Archivo Municipal, el primer esclavo llegó a la Villa de Santiago del Saltillo en 1607, tres décadas después de fundada la villa. El esclavo habría llegado por orden del Santo Oficio de la Inquisición.
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Tuvieron que pasar 204 años, hasta que en 1811 el cura Miguel Hidalgo hizo el intento, sin éxito, de eliminar la esclavitud. Fue hasta finales del siglo XIX cuando se abolió por completo la esclavitud en el territoio mexicano.
Actualmente, la Constitución de México en su Capítulo 1 de los Derechos Humanos y sus Garantías, señala que está prohibida la esclavitud y que los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, solo por este hecho, su libertad y la protección de las leyes.
*Con información de Carlos Manuel Valdéz, Archivo Municipal de Saltillo y Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
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