El primer fotógrafo de guerra del mundo... y su romance fugaz con una saltillense

Coahuila
/ 13 febrero 2024

El otoño de Saltillo de 1847 fue testigo del fugaz romance de William Schwartz y Juana María Leonor, acomodada mujer de la época

Saltillo vivió una época de constante intercambio cultural durante la ocupación militar estadounidense en la primera mitad del siglo XIX, en el contexto de la Batalla de la Angostura.

De acuerdo con el historiador Carlos Recio Dávila, fueron 21 meses entre noviembre de 1846 y agosto de 1848 en los que cerca de 4 mil 500 soldados ocuparon la capital de Coahuila.

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La relación entre las tropas y los ciudadanos no fue del todo hostil, pues según cuenta Recio Dávila, hubo relaciones cordiales principalmente entre la gente rica y los soldados, a quienes incluso invitaban a cenar.

$!Durante la ocupación militar estadounidense en la primera mitad del siglo XIX en México hubo relaciones cordiales, principalmente entre la gente rica y los soldados, a quienes incluso invitaban a cenar.

De esa hospitalidad, las relaciones sentimentales florecieron entre hombres americanos y mujeres saltillenses, entre las cuales destacan los nombres de William Schwartz y Juana María Leonor.

Javier Villarreal Lozano, escribió en su libro “Los Ojos Ajenos. Viajeros en Saltillo (1610-1910)” la estancia de Schwartz por Saltillo, destacando el misterio de sus daguerrotipos.

Villarreal cuenta que el historiador Paul Smith encontró casi por fortuna en el baúl de un pajar en Connecticut una serie de placas de daguerrotipos --antecedente inmediato de la fotografía-- que a la postre concluirían ser las primeras imágenes de una guerra captadas en todo el mundo.

El autor saltillense cuenta en su libro que en la obra The Mexican War se reproducen cinco paisajes de Saltillo: una vista de la catedral, el general Wool cabalgando por una calle citadina, el Regimiento de Voluntarios de Virginia con la sierra de Zapalinamé de fondo, la iglesia de San Francisco y el de un grupo de mexicanos rodeando amistosamente a un militar norteamericano, identificado por otros autores como Abner Doubleday.

Eyewitness to War, otro libro, incluye veinticuatro daguerrotipos relacionados con Saltillo, entre ellos cuatro panorámicas de la ciudad, cuatro distintas tomas de la catedral y el retrato de una dama mexicana, señala Villarreal.

Desde 1927 ya existía una colección del mismo fotógrafo también tomada en Saltillo, mismas que se incluyeron en varios libros sin conocer la identidad del autor.

Fue el odontólogo de Smith quien un día le resolvió el misterio entregándole una serie de cartas escritas por Schwartz, donde narró las peripecias que atravesó para revelar los daguerrotipos... y su fugaz romance con Juana María Leonor.

SCHWARTZ CONTÓ SU ROMANCE A SU HERMANO

Villarreal relata que el viudo Schwartz escribió una carta a su hermano fechada el 17 de octubre de 1847, en la que narraba sus aventuras, entre las que incluyó el cortejo con la saltillense.

“Estoy de regreso de un paseo a caballo por el campo de batalla, el cual hice en compañía de la más hermosa señorita de Saltillo y la región. Te daré algunos detalles para que la conozcas, pues quizás puedas verla en persona algún día.

“Ella es tan alta como la hermana Elizabeth y tiene un cuerpo muy parecido al que tenía nuestra hermana cuando era soltera -pues no sé cómo luzca ahora. Su piel es de un bellísimo tono moreno, su cabello negro y posee una personalidad sumamente distinguida. Es tan rica como la crema y ella misma maneja su fortuna, aunque vive todavía con sus padres en Tourecillas (debe de tratarse de Torrecillas, vieja hacienda al oriente de Saltillo).

“Ahora está de visita en la casa de su tío, quien es exgobernador de la ciudad”, reproduce Villarreal sobre la carta de Schwartz.

El daguerrotipista norteamericano además se sorprendió del acomodo social y económico de su enamorada:

“Fui presentado a ella hace dos semanas en la casa de su tío y hoy llegó al campamento montada en el caballo de mejor estampa que yo haya visto en México. La atendían siete sirvientes: seis varones vestidos de librea y una mujer”, narró Schwartz.

Además, contó que la invitó al campo de batalla -cuatro meses después de la Batalla de la Angostura- a lo que ella aceptó gustosa, lo que causó la molestia de otros hombres jóvenes que “querían poner su dedo en ese pastel”.

$!Javier Villarreal Lozano, escribió en su libro “Los Ojos Ajenos. Viajeros en Saltillo (1610-1910)” la estancia de Schwartz por Saltillo, destacando el misterio de sus daguerrotipos.

Según Schwartz, aunque Juana María Leonor vio cuerpos de soldados mexicanos, nunca quitó la sonrisa de su rostro e incluso realizó exclamaciones a favor del ejército estadounidense como “Mexicana no buena”.

El americano también le contó a su hermano haber transmitido a la saltillense sus intenciones donjuanescas -como describe Villarreal- de escribirse con varias mujeres.

“Al regresar, le dije lo ansioso que estaba de conocer al mayor número de mujeres que me fuera posible, pues tenía la intención de regresar pronto a los Estados Unidos, y me gustaría mantener una relación epistolar con ellas. Me preguntó si no sería mejor que me llevara a una conmigo. Y agregó que, de hacerlo, nos ahorraríamos el problema de escribir, el papel, la tinta y los sellos postales. Además, aseguró, salvaría a un corazón de terminar roto”, contó Schwartz.

Además, narró que se las ingenió para preguntarle qué tan dispuesta estaba a abandonar su lugar de origen para acompañarle a Estados Unidos.

“Como pude, me las arreglé para preguntarle si ella estaría dispuesta a viajar a los Estados Unidos. Respondió: ‘De todo me corazón’. Insistí: ‘¿Sería capaz de abandonar a su padre y a su madre en este lugar salvaje e irse conmigo?’. Todavía le advertí que quizás llegaría a sentirse a disgusto en los Estados Unidos, debido a que la gente es muy distinta allá, y muy probablemente terminaría arrepintiéndose. Ella dijo: ‘Sé bien lo que le debo’. ‘¿Qué es eso?’, pregunté. ‘Mi corazón’, respondió. Agregó que ella viviría donde yo viviera, aunque nadie entendiera su idioma.

“Para entonces, habíamos regresado al campamento y, a pesar de no desearlo, se vio obligada a comer con el general. Después la escolté hasta la casa de su tío, prometiendo visitarla pronto. Debo reconocer que estoy impresionado con ella; es un hecho. Ahora que ya conoces mis galanteos, no sería justo dejarte a oscuras respecto a su nombre y el de sus familiares.

“Su nombre es señora Juana María Leonor Ynocencio, hija del señor don Alberto Antonio Benito Ynocencio y hermana del señor don Alfonso Cornelio Guillermo Fernando Ynocencio”.

Villarreal Lozano cuenta que Schwartz volvió a su tierra sin Juana María Leonor, aunque sí con el paquete de daguerrotipos que a la postre serían considerados las imágenes de guerra más antiguas del mundo.

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HUBO HASTA SEIS MATRIMONIOS

Si bien la relación de Schwartz e Ynocencio no fructificó e incluso por momentos parece más charlatanería del norteamericano, lo cierto es que las actas de matrimonio nos hacen constar que sí hubo hasta seis casamientos entre soldados y saltillenses.

De acuerdo a Dávila Recio, muchachas entre los 15 y los 22 años se enamoraron de los americanos en la catedral de Saltillo, quienes finalmente se fueron a Estados Unidos porque no hay descendencia en la ciudad con los apellidos de los hombres.

El historiador y docente de la UAdeC indicó que las relaciones entre mujeres e invasores no eran bien vistas por la sociedad de la época, razón por la que seguramente también decidieron irse a Estados Unidos.

“Seguramente habrá descendientes, sobre todo en Illinois, donde había dos o tres soldados, y evidentemente ellos o eran católicos o se convirtieron al catolicismo para poder casarse”, explicó Recio.

Agregó que una vez pasada la Batalla de la Angostura y firmado el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, las tensiones se relajaron y se dieron otro tipo de relaciones.

El historiador contó que cerca de la calle El Sauz ya existía una zona de prostitutas donde es muy probable que existieran las relaciones extramatrimoniales con los soldados.

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