En Saltillo, el uso de la bicicleta es una gran alternativa para hacer ejercicio y medicina para la salud
¿Dónde se encuentra la paz en una ciudad? ¿Y en qué momento nos acostumbramos a vivir con ese zumbido? En horas pico el asfalto es un mar en el que flotan monstruos de dos toneladas, con tripulantes atrapados entre la carcasa de metal y vidrio
Lo que más suena en Saltillo no es reguetón ni country ni norteño ni banda. El sonido que domina la calle es el rugido mecánico de motores, su exhalación pestilente y el rechinido de llantas y engranajes. No hay casa sin este inquilino. ¿Dónde se encuentra la paz en una ciudad? ¿Y en qué momento nos acostumbramos a vivir con ese zumbido? En horas pico el asfalto es un mar en el que flotan monstruos de dos toneladas, con tripulantes atrapados entre la carcasa de metal y vidrio. Y a un lado, silente y zigzagueante, un ciclista avanza dejando atrás a los carros . Decido a alcanzarlo hasta que una camioneta azul me rebasa para dar vuelta y ganarme el paso en la esquina y de pronto frenar, sin ningún aviso ni luz direccional, logro detenerme y al momento de intentar rebasarla, el conductor me echa la máquina y vuelvo a esquivarla. En el semáforo nos volvemos a encontrar. Mejor saludo al hombre en bicicleta.
Se llama Abdón Valdez Valdez y tiene 45 años, me dice, mientras avanzamos por la calle Otilio González y damos vuelta en Abasolo para luego girar a la izquierda en Juárez, rumbo al Centro Histórico. Se dirige al trabajo, un sábado por la tarde después de haber hecho otro jale en una colonia en el suroriente de la ciudad. Él vive en Valle Escondido, en el surponiente, y todos los días se mueve a la zona centro hasta la empresa de valores donde trabaja.
Hace cuatro años, Abdón dejó de correr para subirse a la bicicleta. Es deportista. Pero ahora la bici es su vehículo, su ejercicio y su medicina para la salud. Una vez una camioneta le quitó el derecho de paso y lo tiró de la bici y se descalabró en la caída. Estas experiencias abundan en la ciudad, una de las más peligrosas del país para peatones y ciclistas. Lo que ignoran las personas atrapadas en sus máquinas es que la familia espera que Abdón regrese a casa, así como todos los que nos movemos en bicicleta.
Seguimos avanzando por la calle Victoria, entre autos estacionados en doble fila o trepados sobre la banqueta. Nos despedimos en la Alameda. El movimiento es la clave del equilibrio. Sorteamos el peligro y el ruido, las calles furiosas y congestionadas, no practico meditación para encontrar el silencio interno, pero sobre la bicicleta encuentro placer y una forma de hacer mi ciudad un lugar habitable.