Entre robos y drogadictos se encuentra panteón del ‘trenazo’ de 1972, cerca del Puente Moreno
Familiares de las personas fallecidas en el accidente ferroviario acudieron a dejar presentes en los sepulcros que permanecen en el lugar, al sur poniente de Saltillo, lugar que carece de seguridad
En el 51 aniversario del accidente ferroviario de Puente Moreno en Saltillo, el pequeño panteón que rememora a algunas de las víctimas de la tragedia se niega a desaparecer.
Bajo coloridos pendones de fiesta patronal, solo 11 lápidas se encuentran en el lugar: algunas de tierra y piedras apiladas, y dos pequeñas tumbas de material, en memoria de Salvador Fonseca Torres, María Guadalupe Oviedo Barranco y Margarita Torres Zapata. Ninguno de estos sitios funerarios tiene restos humanos.
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Entre el alambre de púas que divide las propiedades, pende una cruz de madera carcomida por el paso del tiempo; los restos de una corona de espinas se mueven al viento, y talla las letras de una oración escrita para guiar los pasos del ausente.
El olvido y el paso del tiempo son notorios, pero este miércoles cada sepulcro tenía un obsequio. Muñecas vestidas de vírgenes fueron colocadas en memoria de los difuntos del “trenazo” ocurrido en 1972.
La historia refiere que se trataba de un tren “peregrino”, una corrida especial que llevaba a Estación Real de Catorce, en San Luis Potosí, a los creyentes de San Francisco de Asís, y regresaba por la noche a Saltillo.
La madrugada del 5 de octubre, tras una inclinada pendiente antes de entrar a la ciudad, el tren descarriló. Se dice que unas 1,600 personas viajaban en esta corrida especial. Se habla de cientos de personas fallecidas, sin que hasta ahora el dato sea preciso.
Luego del accidente, los zapatos que quedaron esparcidos por el sitio, conocido como Puente Moreno, se apilaron en un punto de la zona siniestrada. Algunas personas decidieron levantar sepulcros simbólicos para los familiares que perdieron la vida en ese lugar.
Flores marchitas, de plástico, veladoras consumidas y quebradas se encuentran en el sitio que quedó en medio de dos propiedades particulares. “Ayer vinieron unas personas, yo creo familiares”, dio a conocer Mariano Sánchez, quien tiene un año de vivir en el lugar y cuida la finca donde se encuentra el panteón.
“Nunca he visto o escuchado nada paranormal, es el sitio más tranquilo en el que he vivido. Cuando vienen los youtubers y esos (cazafantasmas), la energía se agita, se hace pesada, pero nunca he visto un fantasma, aquí los vivos son los que dan lata”.
Detalló que la zona tiene un alto problema de consumo de drogas, que son las personas adictas a las que les teme porque estando intoxicadas son capaces de todo. Esta situación fue corroborada por José Manuel Ortiz, también vecino del lugar, quien se encontraba colocando ramas con espinas en su cerca, pues apenas el lunes su casa fue blanco de robo.
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“Aquí no asustan, asustan los rateros, oiga, por eso ando poniendo ramas para que no se brinquen. Tenía una herramienta y me la robaron, es con lo que trabajo. Y a la tiendita de la esquina, cada 15 días, la asaltan o les roban”.
La zona es transitada, pero ambos vecinos aseguran que la vigilancia no llega hasta el sitio. Antes del cruce ferroviario hay una instalación con cámaras de vigilancia. No hay pavimento. El vado previo a las vías del ferrocarril lleva agua. El cauce ha destruido el suelo y dificulta el tránsito.
Sobre las vías, a un costado del panteón, la máquina del ferrocarril permanece estática, pero encendida; pareciera una especie de guardia al sitio donde ocurrió el segundo accidente ferroviario más letal en la historia de México.
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