La maravillosa historia del voceador inolvidable de Saltillo
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Deveras que hay gentes en la calle y de la calle que uno no puede olvidar tan fácilmente, desde el primer golpe de vista.
Gentes que se le quedan a uno pegadas en la memoria de tanta verlas en las esquinas o corriendo de un lado a otro del transitado crucero.
Y una de esas gentes es don Jesús Covarrubias Rentería, el hombre chaparrito, rostro tostado por el sol, antiparras, cachucha, playera, bluejeans y tenis, que desde hace 39 años vende VANGUARDIA y EL GUARDIÁN, (antes Extra!), en la intersección de Pedro Aranda y la calzada Antonio Narro, en la colonia Bellavista.
Quién no se acuerda del inolvidable don Jesús, “Chuyito”, o “El Flaco”, que fuera bautizado así, como “El Flaco”, por el empresario Armando Castilla Sánchez, fundador e impulsor de esta casa editora.
“Siempre que pasaba por aquí me decía, ‘quiubo Flaco, ¿cómo está mi Flaco?’. Se fijaba que yo andaba corre, corre y corre vendido periódico. Los carros me trían corre y corre, yo le daba vuelta al crucero y él decía ‘mira, éste sí sabe trabajar, muy vivo pa la chamba’”, don Jesús oyó que el señor Castilla le dijo un día a un acompañante suyo cuando iban por el crucero y sintió en el pecho algo así como orgullo.
Era 1983, don Chuy trabajaba como chalán de un tío suyo que era voceador, pero viendo su entusiasmo don Armando, que tenía el don de conocer a la gente, lo nombró el voceador oficial de aquella esquina.
“Me gustó mucho la voceada. Es mi adoración y es mi vida, ésta es mi vida”, suelta un mediodía don Jesús dentro de su puesto con imágenes de vírgenes y crucifijos.
Desde entonces Jesús fue para los vecinos, automovilistas y transeúntes del barrio “don Jesús”, “Chuyito”, o “El Flaco”.
Y su figura pasaría a formar parte del mobiliario urbano de aquella parte poniente de la ciudad.
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Como un monumento, una estatua inamovible que llegó a vender hasta 300 ejemplares de Extra!, (ahora Guardián) y 70 de VANGUARDIA, de un tirón, en una sola jornada.
La gente madrugadora se había acostumbrado ver surgir de entre las sombras y las luces del crucero a don Jesús, desde las 05:30 de la mañana, en un oficio, la venta de periódicos, que no admite descanso, que no descansa.
Taxistas, cumbieros, repartidores, patrulleros, lecheros, obreros, el tendero del estanquillo, el señor de la vulka, la señora de las gorditas, niños y papás del Colegio “Niños Héroes”, (hoy San José), que se ubica justo frente al puesto donde Jesús despacha sus periódicos, supieron, saben de él, lo conocieron, lo conocen, quizá sin conocerlo, lo saludan de cerca y de lejos.
Don Jesús se había convertido en el héroe, en el policía vial que ayudaba a pasar la calle a los nenes indefensos del Niños Héroes.
Que hasta un día hasta le hicieron homenaje, cuenta.
Cómo no lo iban a conocer.
“‘Chuyito’, ¿y cuándo dejas de jalar?”, le preguntaría a Jesús un taxista que solía ruletear por la Bellavista.
“’Hasta que me muera, cuando Dios ya me mande llamar, entonces. No me hallo en la casa, me vuelvo loco’”, le dijo “Chuyito”.
“’Oye Chuy, el día que te mueras, aquí te vas a aparecer”, le habría comentado otro chofer de taxi.
“Le digo ‘sí y me voy a subir contigo de copiloto en el carro y te voy a encaminar y luego me regreso’; dice: ‘no, no, no, así déjalo’”.
Hay cosas y gentes que de tanto mirarlas, que a fuerza de verlas todos los días, los meses y los años, pasan inadvertidas, don Jesús no.
De pronto a don Jesús, que ya tiene 77 años, se le olvidan las caras, pero a las caras no se les olvida don Jesús.
Como cuando hasta su puesto de periódicos llegó una señora con su hijo, un gallardo joven rubio, y le preguntó a Jesús que si se acordaba de “El Werito”.
Don Chuy dudó, rascó y rascó en su memoria y le vino como un flashback la imagen un muchachito de láctea tez, al que no le gustaba la escuela.
“’Don Chuy, aquí le voy a dejar al wero porque, mire, no quiere ir a la escuela”, había sugerido la madre guiñándole un ojo a don Chuy.
“Aquí se lo dejo pa que le ayude a vender periódico”, repitió la señora.
Que sí, respondió cómplice el voceador, pero que aquí el trabajo empieza a la 05:30 de la mañana y sin desayuno.
Años después aquella señora volvía con don Jesús al puesto, pero para presentarle al “Wero”, que era ya todo un ingeniero.
“Dijo ‘se acuerda del Werito, éste es el Wero, es ingeniero’, le digo ‘ah ‘Werito’, ya ves y no querías estudiar’”.
Durante 39 años don Jesús había aguantado estoicamente lluvias, fríos, calores, nevadas.
Una vez que don Chuy andaba vendiendo periódico lo atropelló por la espalda un coche que era tripulado por un borrachito que manejaba dormido. Faltaban dos días para la Navidad.
“Quedé tirado, me pusieron un clavo, que no era clavo, era varilla, en la pierna. Me dijo el doctor, ‘vas a quedar chueco’ y le digo ‘no’, dice ‘¿por qué?’, y le respondí ‘porque no quiero’, dijo ‘n’ombre, son tres quebradas’, le digo ‘¿y qué tiene?, te aseguro que voy a quedar como yo quiero’”.
Al final de su convalecencia Chuy quedó al 100.
Tiempo después el médico lo vio traficando en la calle, trabajando, correteando carros y se quedó estupefacto.
“Le dice mi esposa al doctor, ‘¿sabe lo que lo hizo caminar?, el coraje de vivir’”.
Cierto día Jesús enfermó del cuerpo y fue a ver a un médico.
Apenas entró al consultorio la muchacha que oficiaba de doctora le habló con mucha familiaridad, como si lo conociera de siempre, de toda la vida.
“Buenos días don Jesús, pásele”, le dijo.
Chuyito se sorprendió.
Que si lo conocía quiso saber.
“Cómo no don Chuy”, respondió la galena.
Resultó que la médica había sido alumna en el colegio Niños Héroes y desde que entraba hasta que salía de clase miraba a don Chuy corriendo de un lado a otro del crucero con un bonche de periódicos bajo el brazo.
Al final no le cobró la consulta.
Lo mismo le pasó con una dentista, antigua estudiante del Niño Héroes, que se ofreció componerle la dentadura gratis a don Chuy.
Jesús nunca se acordó de su cara.
De veras que hay gentes, como don Jesús, que no se olvidan y cuando no está en su crucero, que acaba de trabajar y se va a su casa a comer, a tirarse un rato a descansar en el sofá y escuchar su música, a don Jesús le gusta el danzón, el mambo, el cha-cha-cha, la cumbia, la polca, el chotis, la redova, la gente del barrio lo echa en falta.
Tal vez sea por su carácter jovial, don Chuy no es corajudo ni rijoso, y cuando está voceando que pasan los taxistas con la radio sonando cumbias Chuy pide que le suban al volumen, “súbele o apágale”, y se pone a bailar, y la gente del crucero risa y risa.
“Me dicen ‘oye Chuy, yo creo que tú cuando eras muchacho eras muy diablo pa bailar’”.
Las nuevas generaciones del Colegio San José, (antes Niños Héroes), a fuerza de verlo ya lo han adoptado como su abuelo, el abuelo del barrio.
“Me gritan ‘adiós welito’, ‘hasta mañana welito’, y el sacerdote del Colegio San José me pregunta ‘oye, ¿pos cuántos nietos tienes?’, le digo: ‘No sé, ya perdí la cuenta”.
Ese es don Jesús, el voceador inolvidable...