Leticia de la Garza, la odontopediatra de Saltillo que se despidió de sus pacientes con una carta
La primero odontopediatra de Saltillo anunció a sus pacientes su retiro vía correo tradicional. Con nostalgia acepta que es emocionalmente costoso dar el paso, pero su nuevo proyecto de vida busca también disfrutar de la vida
Tras 45 años de servicio, Leticia Julia de la Garza de la Peña, primera odontopediatra en la capital coahuilense, se despidió de sus pacientes con una emotiva carta enviada por correo tradicional, que para los más jóvenes fue una doble sorpresa.
“A mis queridos pacientes: Les quiero informar que he decidido disfrutar la vida de diferente manera en mis próximos años”, informó la mujer que desde 1980 apostó por especializarse en la atención dental de lactantes, niños y adolescentes.
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Leticia cuenta que al inicio de su ejercicio batalló incluso con sus colegas odontólogos y médicos pediatras, pues la cultura del cuidado dental no era un tema en esa época. “Me decían, -¡Ay, ¿para qué se los arreglas?, si se les van a caer. No tiene caso”.
Recordó que tuvo que ir a los consultorios de los pediatras y de los dentistas generales a ponerlos al día del cuidado dental y su importancia. Cuando la indicación de visitar al odontopediatra la hacía un médico veterano o el de cabecera de las familias locales, acudían sin reparo a consultarla.
“Poco a poquito me fue introduciendo, y a veces venían papás de pacientes y me decían: ‘quiero que revises al niño, a ver qué es lo que tiene para llevarlo con su dentista San Antonio (Texas)’. Como que batallé un poco en que me tuvieran confianza”.
Al coincidir sus diagnósticos con los de los especialistas foráneos venía la confianza, pero Leticia ofrecía un plus, pues los pacientes pediátricos ya no tenían que viajar para acudir a sus revisiones o dar seguimiento a sus tratamientos.
Su principal lucha en materia de salud dental fueron las caries y la constante advertencia de que el azúcar y los dulces, son “malos, malos, malos” para la higiene bucal. “Muchas veces veían niños, en aquel entonces, que casi llegaban sin dientes y le decía yo a la mamá, pero ¿por qué no me lo habías traído?, ¡y la respuesta era porque se le iban a caer!, y el pobre niño con infección, dolor y sin poder masticar”.
A pesar de esta adversidades normales en la profesión, a Leticia nunca le pasó por la mente omitir su especialidad y dedicarse a la odontología general, y la atención solo de adultos. El reto estaba también en convencer a los padres del paciente, pero principalmente al niño que muchas veces no quería asistir a revisión por miedo inculcado en casa.
“Porque les dicen, si te portas mal te voy a llevar al dentista, o te voy a poner una inyección”, platica sonriente la odontopediatra, quien mencionó que en ocasiones batallaba más con los nervios de los padres, que con sus pacientes, a quienes trataba como adultos.
Les explicaba con un vocabulario sencillo qué tenían sus dientes o su dentadura, que prácticas había que hacerse para aliviar o mejorarla, que aparatos iba a utilizar y los sonidos que emitían, si sus encías sangrarían o no y los tranquilizaba si externaban miedo o preocupación.
En 45 años de trayectoria, Leticia fue una odontopediatra detallista, cada mes a sus pacientes cumpleañeros les enviaba una postal de felicitación, menciona que llegaba a enviar hasta 200 felicitaciones. Cuando sus pacientes adolescentes cumplían XV años, les enviaba flores, incluso los carteros locales fueron considerados siempre por Leticia, quien el día del cartero les lleva un pastel al Servicio Postal para celebrarlos y agradecerles la entrega de sus envíos.
El sillón de la especialista no solo era para una revisión dental, Leticia platicaba con ellos, sabía de sus hobbies y preocupaciones. “A mis pacientes, los que terminan prepa les preguntaba, ¿qué vas a estudiar?, -es que no sé si esta carrera- y yo les decía: estudia lo que a ti te guste, porque si tú haces lo que a ti te gusta es bien bonito”.
“A mí me encanta mi carrera”, dijo con una sonrisa radiante y unos ojos que se cristalizaron para confesar que dejar de ejercer le cuesta mucho emocionalmente, pero se sabe consciente de que es tiempo de disfrutar su vida de otras maneras.
Desde enero que se decidió a cerrar su ciclo profesional, redujo su trabajo, antes de ello llegaba a realizar hasta 20 consultas diarias. Sus pacientes, más de 5 mil en estos 45 años de carrera crecieron, se hicieron adultos y llevaron con ella a sus hijos, y ellos, en algunos casos, a sus hijos.
Personalidades de la política, el empresariado y la cultura local pasaron por el consultorio de Leticia que VANGUARDIA tuvo la oportunidad de visitar en un nostálgico recorrido que ofreció la odontopediatra.
En la recepción permanece un muro con las fotos de cada uno de sus pacientes. En los detalles de estilo, peinados y ropa se nota el paso del tiempo, algunas fotografías han cambiado de color a sepia. Le sigue un pasillo que en uno de los muros penden diplomas y reconocimientos a su esfuerzo por estar en constante capacitación para ir al ritmo de los avances de la especialidad.
Algunas de las áreas están siendo poco a poco desmanteladas, hasta ahora, el destino del consultorio no está definido, Leticia solo tiene claro que el muro de sus pacientes permanecerá intacto.
El pasillo de los diplomas termina en su consultorio, lleno de colores y dibujos animados llamativos para los pacientes. En los cajones de estantería no solo hay herramientas, insumos y premios, hay recuerdos.
“Los ratones son para cuando se les cae un diente”, dice Leticia mientras abre un cajón. “Al final de la consulta les doy un detallito, no por portarse bien, sino por haberme ayudado durante su revisión”, refirió la especialista.
Abrir el cajón de los cepillos dentales vino con el recordatorio de la técnica para mantener una boca en perfectas condiciones, libre de caries. También vino el orgullo que al ver a algunos de sus pacientes, figuras públicas, reflejan sonrisas saludables.
En 45 años de trayectoria, fue reconocida en una ocasión por la Facultad de Odontología de la Universidad Autónoma de Coahuila, donde por un semestre dio clases, mismo que le sirvió para saber que la docencia no era para ella.
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Es miembro fundadora del Colegio de Odontología Infantil de Saltillo, y a pesar de reducir sus consultas a solo los pacientes próximos a concluir tratamientos que ella les inició, pacientes hoy padres o colegas médicos le piden revisar casos.
“Les agradezco mucho la confianza que me tuvieron durante más de 45 años, gracias por haberme permitido servirles, y conocer, y atender a tantos niños tan hermosos”, dice la carta de despedida enviada a sus pacientes, la cual acompañó de un listado de odontopediatras en los que Leticia confía.
Una de sus preocupaciones, que la hacen cuestionarse su retiro es la ética. Aseguró que existen muchos profesionales que no ejercen teniendo presente el bien interno de su profesión, por ello la inclusión del listado de médicos recomendados.
“Les deseo sean muy felices y disfruten la vida”, versa la despedida de la carta enviada por la odontopediatra, cuyo nuevo proyecto de vida está enfocado en viajar y también, disfrutar de la vida.
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