Quedé con discapacidad tras ser atropellada en Saltillo y conseguir trabajo ha sido un reto: Diana Rojas
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Diana Rojas fue atropellada en el 2003 y dice que aunque la resiliencia es lo que la ha impulsado, después de 21 años del siniestro, las secuelas físicas que dejó el accidente siguen siendo un reto a la hora de buscar un empleo.
Recientemente, VANGUARDIA realizó la publicación del semanario “Saltillo: la ciudad de los peatones ignorados y vialidades violentas”, en el que reveló que a lo largo de la última década, en las calles de la capital coahuilense, se ha atropellado a por lo menos 949 personas, dejando un saldo de 86 fallecimientos a raíz del siniestro.
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En el trabajo documental, VANGUARDIA publicó una serie de historias que dieron a conocer el día a día de las personas que han resultado lesionadas a partir de un atropellamiento o bien, que han tenido que despedir a sus familiares en el asfalto.
La historia de Diana es una de esas, y aunque data de una década anterior, los padecimientos siguen siendo los mismos que los que se observaban a inicios del 2000, cuando las víctimas se enfrentaban a leyes todavía más permisivas y revictimizantes.
Era inicios de octubre del 2003, cuando Diana viajaba con su hija por el bulevar Nazario Ortiz Garza, cuando se quedó sin gasolina y tuvo que descender del vehículo. Tras el descenso y la ayuda de un grupo de jóvenes que la ayudó a mover el vehículo, otro carro pasó y, en medio de una mala maniobra, un vehículo la impactó, quedando 10 metros más adelante de donde se encontraba.
Diana dice que en los peritajes y testimonios posteriores, las autoridades conocieron que el hombre viajaba sin luces.
“Me acordé de que se me quedó la bolsa adentro. El coche ya estaba estacionado y cuando voy por la bolsa, volteo y me impacta. Los testigos dicen que me lanzó como unos 10 metros y todavía intenté pasarme el coche de nuevo”, relata.
La mujer mayor de edad recuerda que no recobró el conocimiento hasta que la sirena la despertó, y cuando los paramédicos la subieron a la ambulancia, preguntó por su hija, quien presenció todo el siniestro, y al saber que se encontraba fuera de peligro, no volvió en sí hasta el hospital, cuando ya la esperaba una nueva vida.
A lo largo de los dos meses que estuvo internada sin poder mover las piernas, por las que fue sometida a 13 cirugías, Diana recuerda que el responsable se apersonó por sugerencia de su familia a ofrecerle una disculpa; sin embargo, la deuda del hospital le impedía a la afectada y a su familia otorgárselos, pues el dinero que solicitaban era para pagar esos daños.
“Quedé con discapacidad tras ser atropellada en Saltillo y conseguir trabajo ha sido un reto”, víctima de atropellamiento.
El culpable, a quien detuvieron, pero logró salir casi de inmediato con una fianza, solo accedió a conseguirle una cama de hospital usada para su recuperación después de haber quedado con fracturas expuestas.
Cuatro meses después del siniestro, el esposo de Diana, quien se fue de su vida debido a las complicaciones, le sugirió que habría que poner una denuncia, pues los gastos generados a raíz del accidente del que no se hizo cargo el responsable estaban asfixiando a una familia de la que dependían cuatro hijos.
“Fueron cuatro años en todo el proceso. Fue una de las peores experiencias que viví, más que el accidente. Fue llegar y ver que no era delito grave, que el delito sería que hubiera matado a dos personas. Te quedas espantado de la ley. Yo tenía que pagar gastos de la casa, tenía que usar pañales, mi marido tenía que trabajar menos y era lo que le pagaban. Además, no tenía una amplia red de apoyo porque soy hija única”, recuerda.
En el último año de su caso, y con un amparo en la mano, el desgaste de Diana era tanto en el caso que decidió desertar en el acceso a la justicia reparativa.
“Te enfrentas a una burocracia que es horrible; cuatro años de vueltas y vueltas y vueltas. Cuando por fin la sentencia fue a mi favor, en lugar de aceptar, se amparó. Al cuarto año, dije: ya no quiero saber nada y fue otorgarle el perdón. El desgaste emocional es lo peor que puedes enfrentar”, dice.
Debido a las discapacidades que le generó el siniestro, Diana no puede realizar muchas actividades físicas, por lo cual las oportunidades de trabajo se le han limitado aún más; mayormente, ha logrado ser cajera y operaria, pero en trabajos temporales. Un buen día decidió impulsar un Oxxo, pero al final tuvo que vender su casa para salir de los compromisos que adquirió a lo largo de tres años. El empleo donde más duró fue en la empresa BIC, y después de cuatro años, el empleo le fue retirado en tiempos de pandemia.
“Ahí duré cuatro años y medio, pero en la pandemia se ajustaron al personal vulnerable. Era una empresa incluyente donde había muchos discapacitados, pero al final nos tuvimos que ir todos”, recuerda con ironía.
Ahora, la resiliencia es una de las formas que la ha hecho salir adelante. Aprovechó una beca para terminar el bachillerato y le dieron una oportunidad como empacadora en la tienda SuMerca en Ramos Arizpe, donde tiene tres años.
“Ahora me incluyeron en las becas de licenciatura y estoy estudiando en línea. Mi vida ha sido buena a pesar de todo esto y pienso que puedo ayudar a alguien más a echarle ganas, a no dejarse vencer, a la resiliencia. Lo que sí es que me gustaría que se modificaran las leyes para que sí se hiciera justicia, porque siento que no la tenemos; ya los que manejan, hacerles entender que la vida de las personas cambia demasiado”, expresa.
Sin embargo, Diana dice que con los años se dio cuenta de que no solo ella necesitaba apoyo emocional y psicológico, y pone como ejemplo a su hija, quien tenía 11 años cuando presenció el incidente. “Nunca volvió a ser la misma”, concluye.