Ciudad Mirasierra, donde todo es posible
Esta es la crónica de la colonia más poblada de Saltillo, un submundo donde todo hay, donde convergen el bien y el mal y su fama no es precisamente un orgullo
Por: Jesús Peña
Fotos: Héctor García/Marco Medina/Jesús Peña
Video: Jesús Peña
Edición: Nazul Aramayo
Diseño: Édgar de la Garza
Que si de verdad, pero de veras, quería yo conocer Ciudad Mirasierra, que me metiera hasta el fondo, pero hasta mero fondo de la colonia, me aconsejó una amiga mirasierrana.
A mí, que solamente conocía el bulevar, esa su avenida principal atestada de coches y negocios.
Hasta que penetré, sin visa, sin permiso, violando sus leyes migratorias, calles adentro y la descubrí.
Descubrí el mundo alucinante, delirante, desquiciante, que hay detrás de las fachadas de su calzada comercial.
Y lo que vi y oí me dejó pasmado, con la boca abierta, que no hallaba yo por dónde empezar la crónica de mi recorrido a pie, una semana y media, en las entrañas y la vida de los personajes de esta Ciudad, la Ciudad Mirasierra.
Advertencia:
Ésta es la crónica, dura, cruda, real de Ciudad Mirasierra, “donde todo hay”.
Aquí, en el sector Tamaulipas de Mirasierra lo que más hay es infidelidad y a plena luz del día.
Soltó una habitante del lugar.
Como las calles están así, chiquitas, cerradas, escondidas, piensan que nadie los ve.
“Y entonces el vecino con la vecina, el esposo con la otra, la esposa con el otro”.
Pero de eso no estamos hablando.
Mire ésta es la cancha–hotel, de Ciudad Mirasierra.
En las noches hay muchas parejas y las familias que viven enfrente dicen “nosotros vemos todo”.
Me contó otra ama de casa cierta mañana que la entrevisté en las calles de Cuitzeo y Lago, corazón de esta gran urbe, donde se encuentra una plaza con su cancha, esta cancha, de paredes descoloridas, acribilladas por el grafiti; sus porterías, convertidas en basurero.
Mientras tanto los niños y jóvenes con alma de deportistas que viven aquí, no encuentran espacio digno para ejercitarse, recrearse.
Eso es lo que es, una colonia basura y cerrada de mente, comentó otro mediodía una madre de familia, después que los rateros profesionales que suelen merodear por el sector, le vaciaron la casa.
Primero forzaron las puertas, tronaron los candados, doblaron el portón, metieron a la cochera un taxi de reversa y, en menos de cinco minutos, se llevaron cuatro pantallas caras y una bocina.
Los testigos dijeron que el taxi había salido como alma que lleva el diablo.
Ocurrió la mañana del 7 de febrero en Río Aguanaval, entre Ríos y Pánuco.
“Yo ya no quiero vivir aquí, por miedo a la inseguridad. No tenemos el apoyo de la Policía que nos venga a resguardar cuando la necesitamos”, dijo la dueña de la casa.
Afuera, un soldador reparaba el portón del garaje.
En todo Ciudad Mirasierra no encontré una sola caseta de Policía.
“Ayer agarramos a un tipo que le quitó un celular a una niña y los vecinos lo señalaron como el hombre que acosa a las mujeres de la colonia. Ayer lo agarramos, lo que no sé es si ya salió, si ya lo soltaron”, dijo el oficial de una patrulla que me salió al paso en calles de Nuevo Mirasierra.
Pero las paredes bañadas con las pintas, en letras bomba, de las pandillas; y los arroyos atascados de maleza y basura, que sirven de escondite a los asaltantes, abundan.
Iglesias improvisadas La comunidad se ha organizado para poner toldos en los baldíos para que los niños asistan al catecismo y los fieles acudan a misa.
“Los pandilleros se esconden en ese árbol y en los que están aquí abajo, en el arroyo. Cuando es de noche; y cuando es de noche tú vienes y no se ve”.
Me dijo una nativa de Nuevo Mirasierra, la tarde neblinosa que caminábamos por los márgenes del cauce que divide a esta colonia de Ciudad Mirasierra y por el que a diario transitan estudiantes y trabajadores.
En este arroyo, me contó la señora, ha habido asaltos, violaciones, levantones, muertos.
Y a lo largo de este arroyo no hay puentes peatonales que conecten a los dos sectores, Nuevo Mirasierra y Ciudad Mirasierra, y las familias tienen que bajar por su lecho resbaloso, cuando llueve, y oscuro en las noches, porque tampoco hay farolas.
“Cuando hay agua sí nos ha tocado que nos resbalamos. En la mañana van bajando señores y nos da miedo, está todo apagado”.
- ¿Qué le exigirías a las autoridades?
- Que estaría bien que pusieran un puente, luminarias.
Dijo Génesis, alumna de la Secundaria 21 de Mirasierra, justo cuando la pillé cruzando el arroyo con otra amiga.
Mire la taza, esta es nueva, no la había visto.
Sí, vienen y echan escombro, basura, muebles.
Dijo otra vecina señalando un excusado verde turquesa que alguien botó en un baldío de las calles Venado Bura, entre Artiodáctilos y Venado, de Nuevo Mirasierra, atestado de desperdicios.
“La gente no respeta los días que pasa la basura. Podemos limpiar mil veces, pero si no entendemos, si así queremos estar…”.
He aquí una cuchilla, de esas cuchillas rodeadas de casas, a las que los mirasierranos llaman parques y que por lo general están sobrepobladas de yerba y deshechos de todo tipo, desde botellas de Coca-Cola, los mirasierranos son cocacoleros, hasta juegos de sala destartalados.
“En esta cuchilla, ora sí que se nos embellezca. Queremos unas banquitas, por qué no una pequeña cancha de futbol rápido, donde los vecinos podamos salir en la noche, donde nuestros hijos tengan un lugar donde jugar”.
Una asocición para mujeres Erika Becerra, tiene un centro que atiende a 850 mujeres del sector, que son víctimas de violencia y otras mujeres que buscan superarse.
Propuso una mirasierrana.
Y que sería bueno que en estas cuchillas pusieran centros de salud, una farmacia, porque en Ciudad Mirasierra no hay centros de salud y la gente tiene que ir hasta la Morelos.
“¿De qué se enferman los mirasierranos?”, le pregunté a Guadalupe Ibarra, la enfermera a cargo de un laboratorio privado que está sobre el bulevar Mirasierra.
“De fiebres, es muy común aquí la tifoidea y la salmonelosis. Nos alimentamos mal o comemos en la calle comidas que están contaminadas simplemente con el polvo o por persona que manejan mal los alimentos”, dijo.
Mire, oiga, en este baldío que siempre está lleno de basura, yerba, escombros, queremos que haya un centro comunitario, una prepa, una iglesia, lo que sea, pero que sirva a la gente.
Me dijo una lideresa priista de Ciudad Mirasierra, donde tampoco -la gente ignora por qué- hay centros comunitarios ni Caif.
“Aparte no dan ayudas, ni dan nada que porque Ciudad Mirasierra, que porque aquí vive pura gente de dinero. No, hay gente que de verdad necesita. De la calle 10 para acá somos pura gente que venemos de rancho, que estamos necesitadas. Yo no entiendo por qué dicen que Ciudad Mirasierra y que Ciudad Mirasierra. Sí, es muy bonita y encuentras de todo, pero pa’ la gente que tiene. Ciudad Mirasierra está compuesta por gente de rancho”.
Me dijo Liliana Betancourt, quien hace tiempo migró de Rancho Nuevo, Zacatecas, a esta Ciudad, la Ciudad donde todo hay, con su esposo y sus cinco hijos.
¿A quién pertenecería ese sofá?, ¿cuál será su historia?, pensé cuando vi aquel sillón viejo en mitad de otra cuchilla y encima de él a un perro callejero, uno de los tantos perros callejeros que encontré por Ciudad Mirasierra, durmiendo la mona una tarde fría. Un perro callejero durmiendo en un diván callejero.
“Sí hay mucho perro que anda en la calle sin dueño y otros que están en las casas, pero sueltos y son animales agresivos”, dijo un vecino.
No hace mucho los moradores de las calles Baja California Norte y Bulevar Mirasierra, mandaron limpiar el baldío de la cuadra y se llevaron una sorpresa cuando el señor que contrataron para que realizara la faena encontró entre la basura un montón de carteras solas, bolsos, navajas y cuchillos de todos tamaños.
“Me imagino que de personas que son asaltadas. Vienen los malandros y avientan aquí las cosas”, contó una comerciante.
En una de las muchas plazas abandonadas de la capital mirasierrana, la de las calles 19, esquina con la 4, topé con don Andrés Rodríguez, un hombre septuagenario, desdentado, sombrero, bordón, que se pasa la vida, sin paga alguna, cuidando de este parque y su iglesia, la iglesia de San Judas Tadeo, una construcción en obra negra que lleva ya ¡17 años! así, en obra negra.
En Mirasierra tampoco hay iglesias católicas y los chicos tienen que tomar catecismo y asistir a misa con sus familias en los baldíos de la colonia, al aire libre, aguantando el frío o el calor, según la temporada.
“Es imposible que Ciudad Mirasierra, siendo una ciudad (sic), no tenga una capilla digna del Señor, que es el que nos brinda todo. Sí, todo tenemos en Mirasierra, pero nadie se preocupa de lo principal, que es un templo. Ciudad Mirasierra es muy bonita, de todo encontrarás, menos el templo de Dios”.
Me dijo María del Refugio Rosas, miembro del consejo parroquial de la capilla de San Judas Tadeo, una mañana que charlamos en su fonda de gorditas.
Don Andrés, como ya dije, se ocupa en limpiar de basura los pocos árboles que hay en esta plaza, en Ciudad Mirasierra no existen las áreas verdes, y desyerbar el frente de la iglesia que es una tapia grafiteada.
Don Andrés que además no tiene pensión.
“A veces veo a los pandilleros y les digo, ‘no anden pintando’. Está todo rayado, no respetan y luego si les dice uno que tal que lo agarren a pedradas. Aquí no puede uno decirles nada porque lo apedrean a uno, en peligro y lo maten. Los policías nomás pasan, pero no se paran a ver qué”.
Dijo don Andrés y echó andar apoyado en su bastón por el parque.
En el centro de la plaza me enseñó varias bancas sin asiento, es porque algún desocupado, dijo don Andrés, les quitó los travesaños de fierro para venderlos al fierro viejo.
- ¿Quién?
- Pospasaber. El gobierno nos pone estopa que nos sentemos a descansar y mire lo que hacen ellos.
Después una residente de la calle Sayula, que no se salva de las pintas con letras bomba en sus bardas, me reveló que de un tiempo a acá se junta por esta cuadra una bola de chiquillos que salen por la noche a liarse a pedradas con otro bando del sector, y solo paran cuando algún vecino sale a regañarlos.
“Pero son puros huerquillos de siete, 11 años”.
Caminando, caminando di por azar con Érika Becerra, la encargada del Centro Vida Saltillo, una asociación, con registro en trámite, que atiende sin costo a unas 850 mujeres violentadas, la mayoría mirasierranas, con pláticas y talleres, en el 259 de la calle Cuauhtémoc, una casa de Infonavit de Nuevo Mirasierra.
El espacio es tan pequeño y la población tanta que en la clase de belleza, a la que asisten unas 30 féminas, cuando toca traer modelo, las alumnas tienen que practicar en la cochera y la banqueta de la vivienda.
“Soñé que tenía un lugar muy grande y que atendía a muchas mujeres. Tuve un sueño y me atreví a realizarlo; y aquí está el resultado con todas estas mujeres que vienen aquí a aprender”.
El centro lleva ya casi cuatro años de ofrecer primaria, secundaria, prepa abierta, belleza, uñas de acrílico, música, computación, inglés, terapias familiares y comedor infantil gratuito los sábados para unos 85 críos.
“Estamos pidiendo apoyo porque tenemos una casita en donde ya no cabemos y pedimos apoyo para seguir inscribiendo a más personas”.
Ni duda cabe que en Ciudad Mirasierra hay de todo y también hay cosas buenas, pensé.
Una tarde soleada de sábado, a la hora pico en el bulevar Mirasierra, me abordó César Reyna, mirasierrano de pura cepa y me llevó a conocer una brecha de terracería que está detrás del fraccionamiento Real del Sol y que corre desde la entrada de Nuevo Mirasierra hasta el Bulevar Fundadores.
“Sería viable pavimentar este camino para agilizar el tráfico y desahogar un poquito la vía principal. Es una propuesta”, dijo.
La brecha, que es como una culebra larga y escarpada, está bordeada de cerros de escombro, zarza y basura.
Por ella transitan personas y algunos vehículos a vuelta de rueda.
Más tarde conocí con César el tramo de arroyo que separa a Ciudad Mirasierra de la colonia Zaragoza, a la altura de la afamada calle10.
Y lo que miré me dejó perplejo:
Un cementerio de televisores, monitores de computadoras y hasta el esqueleto gigante de una máquina de videojuegos, tirados en plena pasada de gente.
Son los aparatos que quedaron obsoletos con la nueva tecnología y que los vecinos vienen y arrojan aquí.
“Se podría crear aquí un área deportiva enorme. Se requiere en esta zona para que los muchachos en vez de andar de vagos…”.
Con César conocí también los corredores que los mirasierranos utilizan como depósitos de desperdicios y muebles inservibles.
Juro que en mi vida había visto tanta basura junta en la vía pública, los corredores de Mirasierra.
Y con César conocí una cancha que está en una plaza a la entrada de la colonia Nuevo Mirasierra, bulevar Revolución, la cancha a la que las autoridades olvidaron echar el firme de cemento o poner pasto sintético.
Sobra decir que aquí también vinieron a firmar las pandillas.
“No está terminada, debería de tener pasto sintético para que los muchachos hagan deporte”, sugirió César.
Don Antonio Reyna es otro vecino de Ciudad Mirasierra que todos los días trabaja, sin cobrar, para mantener limpia la cuadra donde vive.
Hace tiempo que Antonio adoptó un baldío al lado de su casa, donde a la gente del sector se le ha hecho hábito tirar basura y a los pandilleros rayar.
“Yo trato de moverle un poquito aquí. Si nos pudieran echar la mano de venir a limpiar o cuando menos que nos ayuden con herramienta, azadón, talache, palas, no sé. Yo lo haría, para mí no es problema”, dijo don Antonio.
Y que, mire, venga, a ver este poste de luz.
Cuando hace aire, se mueve completamente, mire, dijo don Antonio y movió con las manos el poste metálico que está en la esquina de su domicilio.
El poste gimió.
No vaya a ser la de malas y en una de esas se venga abajo.
Se vaya a caer arriba de alguien.
¿Ya vio esta farola que no tiene pantalla?
Demasiadas quejas en una sola cuadra.
Mejor me fui.
Otra tarde pasaba por la calla de Ensenada cuando miré a Riksy atendiendo un negocio de ropa usada instalado en la cochera de una casa de Infonavit
Riksy es una venezolana que recién llegó a CiudadMarasierra con su hija y sus dos nietos, huyendo, dijo, de la situación política de su país.
“En Venezuela están las cosas muy feas políticamente, entonces no se puede estar ahí, por eso buscamos otra parte en dónde estar”.
ALERTA POR RIESGO SANITARIO En cada esquina de la Mirasierra hay baldíos atestados de basura, escombro, maleza, animales muertos, esto representa un foco de infección para los habitantes. Además los arroyos que atraviesan la colonia, se han convertido en depósito de basura.
- ¿Es bonito Venezuela?
- Venezuela es lindo y hermoso, lo que pasa es que tiene malos gobernantes, así de simple.
Unos amigos mirasierranos a los que conocieron por face les contaron de Ciudad Mirasierra, les consiguieron esta casa y ellos se dejaron venir.
Para Kevin, un muchacho gafas negras, camisa clara, cabello engominado, atezada piel, sonrisa amplia, 22 años, el nieto de Riksy, vivir en Ciudad Morasierra “es padre”.
“Tiene de todo, no hay que ir pal’centro”.
Ya alguien me había contado de familias centroamericanas, sobre todo hondureñas, que han migrado a Ciudad Mirasierra.
Mirasierra es cosmopolita.
En esta plaza vienen a hacer de todo.
La usan de todo.
- ¿Cómo?
- Desde el chancanchán, hasta…
Me confío una señora que vive en perímetro de las calles Ríos, Río Sabinas, Río Bravo y Río Balsas, el lugar donde se alza este como parque con sus juegos infantiles y su cancha, llamado “Plaza Pública Mirasierra”.
Varios vecinos que viven en torno de este sitio de esparcimiento me contaron que todos los días, a mañana y tarde, se ve a grupos de adolescentes “tronándoselas” en la cancha con mariguana, resistol o spray.
Y las familias que antes venían con sus chicos a los jueguitos se han desterrado.
Aquí ya nadie viene.
Por esos días Javier Martínez, el psicoterapeuta del Centro Vida Saltillo, ese que atiende a unas 850 mujeres víctimas de violencia en Ciudad Mirasierra, me contaría sobre una de las principales problemáticas que castigan a este sector:
El uso de sustancias psicotrópicas entre adolescentes, el uso de mariguana, de alcohol, que resulta en conductas delictivas o antisociales.
La población más afectada: 12 a 20 años.
“Nos tocó atender a un niño de nueve años que ya utilizaba sustancias. Sí, es preocupante y alarmante”.
Supe de Jorge Santana, por una vecina de Nuevo Mirasierra
Él es un entrenador de box que puso un pequeño gimnasio con una pera, un costal, una llanta, en la pieza delantera, tres por cuatro metros, de su casa de Infonavit, número 285 de la calle Tecate.
A su local acuden diariamente, en turnos, unos 30 deportistas, hombres y mujeres, entre seis y 40 años.
Las pasadas campañas el político Javier Díaz anduvo por acá y le prometió ayuda.
Jamás volvió.
- ¿Y qué has conseguido con esto?
- Se están retirando de las drogas y combaten la obesidad...
La mañana de un sábado que rondaba por Nuevo Mirasierra atisbé a un grupo de chiquillos en un baldío de las calles bulevar Cedros y Prolongación Acacia, sobre el que se eleva una cruz de madera y una estructura de fierro sin techos ni paredes.
Un maestro de box Jorge Santana, maestro de box, ofrece clases a los niños y jóvenes de este sector para evitar que caigan en las drogas y el alcohol.
Eran los niños de la colonia que, a falta de iglesia, se reúnen aquí para el catecismo desde hace cinco o seis años, sin importar el frio, el calor o la lluvia.
Algunos nenes traen bancos de su casa en qué sentarse, otros la pasan en el suelo.
Con los días me enteré de otros lugares, lotes y plazas, en Ciudad Mirasierra donde la gente se congrega para los oficios religiosos, porque no hay iglesias.
“¿Crees que es relevante que Ciudad Mirasierra tenga sus iglesias?”, le pregunté a Margarita Martínez, la catequista, “por decir, ahorita hay mucho suicidio y es porque no conocen a Dios”, respondió.
Lo que vi después en Mirasierra me dejó anonadado:
Vi un jardín de infantes, el “Moraima Luna Pérez”, del bulevar Francisco Ortiz, que ha sido saqueado ya varias veces por los ladrones; y es visitado por los roedores y los bichos ponzoñosos que salen de arroyo, porque su patio trasero da con el arroyo y no tiene barda.
Vi un riachuelo de aguas verdosas y pestilentes, corriendo por el afluente que separa a Ciudad Mirasierra de Zaragoza y que nadie sabe de dónde viene.
Vi un gran armario botado en la calle, junto el cadáver de un perro que ya olía.
Vi una gran fuga de agua del medidor de una casa en pleno Bulevar Mirasierra sin que nadie dijera nada.
Vi una cancha de baloncesto sin tableros.
Vi calles y calles sin pavimento, nomenclatura ni lámparas.
Vi camellones sin árboles y repletos de basura.
Vi unos columpios, sin columpios.
Y vi un letrero en un poste que decía: “compro casa en esta zona, no importa tu adeudo”, y debajo dos teléfonos.
Esto es Ciudad Mirasierra.
Bienvenidos.
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