El rapero cristiano que baja el cielo a las calles de Saltillo
Le dicen Mc Liova y con sus rimas, lleva a Dios a los barrios, con los perdidos, con los alcohólicos y drogadictos, con los abandonados...
Texto: Jesús Peña
Fotografía: Omar Saucedo
Edición: Kowanin Silva
Diseño: Marco Vinicio
En un cuarto del segundo nivel de una casa verde limón, en la calle Guijón 396, de la colonia Asturias, al norponiente de Saltillo, se ubica el estudio profesional de Eduardo Vázquez Padilla, mejor conocido en el mundo de los rapers cristianos como Mc Liova,
El estudio está hecho con las maderas que llegaron en un embarque a la empresa donde Mc Liova trabaja como chofer.
Las maderas aquellas que ya iban a tirar a la basura, pero que Mc Liova pidió se las regalaran para construir su estudio.
Las cortó, las pintó y las clavó en una de las esquinas de su cuarto de paredes de block desnudas y ornamentadas con pósters, cuadros, gorras, una guitarra que Mc Liova sabe tocar poquito y una playera negra que dice “Con Cristo todo lo puedo”.
Así fue como cuajó el proyecto del estudio de Mc Liova, formado por una de las esquinas que hacen las paredes de su cuarto; otra pared, construida con las maderas que rescató de la basura de la empresa donde trabaja y unas puertecitas altas, sacadas de esa misma madera, rotuladas con la leyenda “E.S.C. RECORD”, que quiere decir Expresando Sentimientos para Cristo y un letrerito que pone “Prohibida la entrada a toda persona no autorizada”.
Todo meticulosamente forrado con anti – pops. Los anti – pops son unas esponjas negras y amarillas llenas… como de ronchas, como si les hubiera salido urticaria o sarampión, que sirven para que cuando cantes se encierre tu voz ahí y no se escuche ni lo de allá ni lo de ningún lado, sólo tu voz, limpia.
Dentro de la cabina hay colgando un micrófono, profesional, y unos audífonos, profesionales.
El resto del estudio es una silla despellejada, un viejo escritorio donde hay un estéreo, viejo, una biblia, el cuaderno donde Mc Liova tira sus rimas, sus discos, dos, una laptop, otro estéreo más nuevo, un par de bocinas agarradas de la pared y la cama de Mc Liova.
Muchos raperos de todas partes han venido a tirar la rima a esta cabina hechiza, casera, donde no se cobra, donde la única moneda que circula es la hermandad, la de la camaradería.
“La gente me dice, ‘¿por qué no cobras?, ¿por qué no les grabas la canción de perdido en 100 pesos?’. No, - les digo - porque cuando yo empecé… nadie quería apoyarme, nadie me decía ‘oye ¿sabes qué?, yo tengo un estudio, ven y graba’.
“Entonces un día yo le dije a Dios ‘si tú me das un estudio, un lugar donde yo pueda grabar, todo aquel que no tenga dónde, aquí va a grabar’, y míralo. Dios cumplió, yo debo de cumplir también”.
Dice Mc Liova sonriendo, Mc Liova siempre esta sonriendo, lleva una sonrisa permanente en sus labios delgados.
Mc Liova, 20 años, es moreno, llenito, mirada analítica, escrutadora, y tiene los cabellos lacios.
“Permíteme”, suelta apenas subimos a su estudio, abre un tarro transparente que hay en una cómoda, introduce los dedos y se los pasa por la cabeza.
Ahora Liova tiene los cabellos erizos.
Liova sonríe, sonríe, sonríe, no para de sonreír.
Cuenta que eso de sonreír es una enseñanza que le heredó Bean Brown, el Frijol Rivera, otro joven rapero cristiano fallecido hace algunos meses, que a pesar de vivir con diabetes, presión arterial, quién sabe qué otras enfermedades, y una hija afectada del corazón, no paraba de sonreír.
“Vendía playeras en el mercado para sostenerse. Tú lo veías y a pesar de todo, de que andaba enfermo, de que venía de con su hija de México, de Monterrey, porque estaba enferma, no sé qué tenía en el corazón, llegaba y decía ‘vamos a darle pa delante Liova, a darle, a darle, a darle’.
“Él siempre que me veía en los eventos decía, ‘dale pa delante Liva, un día vamos a llegar muy lejos’, Nunca lo veías con una cara triste ni enojada. Siempre sonriendo, a pesar de que tú sabías que andaba mal, que estaba enfermo, que se sentía mal… Jamás, en todo el tiempo que lo conocí, recuerdo que me haya hecho una mala cara, que él dijera ‘me siento mal’. Siempre decía que íbamos a llegar bien lejos”.
Entonces Mc Liova, no tenía estudio y grababa sus rolas sentado dentro de un antiguo ropero, que aún se conserva en una de las esquinas de un cuarto contiguo al suyo, con un micrófono de diadema y una toalla, para ahogar el shshsh, el sonido y todo eso.
Y ahí empezaba a cantar, a cantar a cantar.
-¿Qué decían tus padres, tus hermanos de eso?
-No pues, ¿qué?, que me callara. Decían que qué hacía, que por qué me metía al clóset a cantar. No lo entendían, pero ya luego lo entendieron.
Mc Liova está vestido con un como… chaleco sudadera azul de mezclilla con gorro, una playera negra de manga larga, negros jeans y zapatillas negras.
Trae colgando del cuello una cadena de la que pende una nota musical que su madre le regaló porque sabe que a Liova le gusta la música, el rap cristiano.
Liova no trae el cabello al rape, tampoco cachucha, jersey ni pañuelo, cubriéndole la mitad del rostro; no usa gafas oscuras, no lleva los pantalones tumbados, no calza nikes ni adidas ni está tatuado.
Huele a loción de Paris Hilton o algo así y habla como si estuviera rapeando, dice “nada, nada, nada”, “empecé, empecé, empecé”, “cantar, cantar, cantar”, “improvisar, improvisar, improvisar”.
“El rap no se lleva en la vestimenta, se lleva en las venas, dentro de ti”, suelta.
Un día Mc Liova llegó con sus bro raperos a unas canchas de la colonia Herradura, situada al oriente de Saltillo, para tirar unas rimas cristianas
Era por la zona de los condóminos, donde rifan varias bandas pesadas: Los Baipers Herradura, Cholos Condos, me imagino que por lo de condominios, y Guerrilleros.
La gente del barrio comenzó a agolparse en torno a los rapers.
En la esquina estaba arracimado un piquete de pandilleros, tomando cerveza y fumando porro.
Que se vinieran a escuchar rap, les habló Liova y de a poco se fueron acercando.
Al final del evento Mc Liova vio venir a un hombre con la cabeza rapada, sin camisa, el dorso rayado, una caguama en la mano y un bebé cargado en el otro brazo.
El hombre arrojó la caguama y dijo a grito pelado que no quería que su hijo fuera como él.
Lloraba.
Mc Liova y sus brou raperos se conmovieron.
“‘Estoy cansado de la vida que llevo, -dijo el señor-, estoy completamente cansado, ya no quiero vivir, porque golpeo a mi esposa, porque mi hijo me ve que la golpeo y ya no me gusta esto’.
“Quiero que oren por mí, –dijo-, quiero que me presenten al Jesús del que ustedes hablan’. Le empezamos a predicar, le dijimos quien era Dios realmente y aceptó a Jesús en su corazón”.
Mc Liova supo desde aquel día para qué servía el rap, para qué servía él.
“Fue algo que marcó mi vida y es por lo que estoy aquí, por lo que sigo aquí, cantando esto. A veces pensamos ‘¿pos esto para qué nos sirve?’, a lo mejor la gente lo ve como… sin chiste, ‘rapean y ya’, pero no, la semilla se siembra y se siembra en los corazones.
“Que te diga un pandillero ‘¿sabes qué?, quiero cambiar’, eso es algo grande. Te das cuenta de que lo que haces obra un cambio en las vidas”.
La historia de Mc Liova se parece mucho a la de aquel crío del pandillero sin camisa, sin pelo, dorso tatuado y caguama en mano, que conoció al final del evento de rap cristiano en las canchas de la colonia Herradura.
Mc Liova, había tenido también un padre alcohólico, ladrillero él, que golpeaba a su madre y decía que quería cambiar.
“Agarraba la tele, una vez le aventó la tele, la mesa, las sillas, con todo carnal. Decía que iba a cambiar, siempre decía ‘ya voy a cambiar, ya voy a cambiar’, mi mamá no le creía”.
En ese tiempo a Liova le dio pa bajo y se agarraba a llorar solo en las noches, hasta que llegaba Juan Carlos, su hermano mayor y… que ¿por qué lloraba? y Liova que por nada, nada, nada, y su hermano que no, que todo iba a estar bien, todo iba a estar bien.
- ¿Pensaste en el suicidio?
- No, pero sí en irme de mi casa, Llegaban los pensamiento de que ‘no pos… si van a seguir así mejor ya me voy, me voy de aquí”.
La gota que colmó el vaso fue un día en que Liova y su hermano estaban jugando dentro de una caja de cartón y su papá entró en la casa muy enojado, empezó a tirar todas las cosas y a golpear a su madre.
En esas su hermano salió corriendo, agarró una pala y ummm, la dejó caer con todo sobre su padre.
“Ves eso y dices ‘no manches, qué onda’”.
Liova tenía entonces cinco o seis años y pensaba que sus padres se iban a dejar, que se iban a separar y nunca más los iba volver a ver juntos.
Pero su madre no se rindió ni tiró la toalla.
Siempre que el padre de Liova llegaba borracho y la golpeaba decía que todo estaba bien, que ahorita se le pasaba a su padre, a pesar de que Liova y sus hermanos la veían con un moretón en el ojo.
“La gente decía ‘háblale a la policía, denúncialo’, ‘no, Dios es más grande que él y que el que lo trae así, y yo sé que un día lo va a cambiar’. La gente se burlaba de mí y decía ‘pero qué terca, cómo la deja el marido y todavía va que con su Dios, la aleluya’, y yo ‘Dios los bendiga, Cristo les ama’”, me confiará Manuela Padilla Morales, la madre de Liova, una tarde que charlamos en la cocina de su casa, refresco y galletas rellenas de queso crema, de por medio.
Su esposo era bueno, decía la madre de Liova, y que iba a cambiar, y siempre que llegaba al templo con Liova dejaba en la banca un espacio vacío para él.
“Aquí se va a sentar tu papá”, decía”, platica Liova.
El milagro sobrevino un día que el padre de Liova llegó a casa del trabajo diciendo que iba cambiar, que ahora sí, y que quería ir con su esposa a la iglesia.
La mamá de Liova no le creyó:
‘”No, - le dijo - no es cierto, tú estás jugando’, ‘de veras, vamos’, le respondió mi jefe y fueron a la iglesia. Entonces él se arrepintió y se entregó a Cristo. Le digo a mi madre ‘oye y luego ¿cómo aguantaste tanto?’, dice ‘porque yo sabía que Dios iba a ser una obra en tu padre’. Creo que si mi madre se hubiera rendido, si hubiera tirado la toalla, ‘sabes qué ya’, tal vez no estuviéramos aquí. Ella es lo que me dice siempre ‘nunca te rindas, no debes de rendirte’”.
- ¿Guardas rencor?, le pregunto a Liova.
- No, Cristo vino a mi vida y quitó todo, echó todo mi pasado a la basura.
Después vinieron las cosas buenas.
El padre de Liova no volvió a agarrar jamás la bebida ni a golpear a su madre.
-¿Cómo es tú relación con él?
- Chida. Casi siempre me lleva a los eventos donde me invitan Él es el que más está prendido, el que más levanta su mano y eh- eh- eh…
Cuenta Mc Liova un atardecer en su estudio casero “E.S.C. RECORD”, el silbido del tren que atraviesa la colonia Asturias y el barullo de gente que va y viene, se cuelan por las ventanas que dan a la calle, en el segundo nivel de su casa verde limón, con portón blanco y un viejo topaz negro aparcado afuera.
Mc Liova está tratando de recordar cuándo y cómo fue que decidió meterse a rapero.
Ya.
Fue hace unos cuatro años, cuando escuchó por primera vez al raper cristiano Redimi2, de República Dominicana, quien para entonces ya era un grande y cantaba una rola que a Liova le gustaba, titulada “Lugar de paz”:
“Hay un lugar donde se vive seguro,
un lugar donde se puede respirar el aire puro, donde no existen las clases sociales, donde negros y blancos, ricos y pobres son iguales. Un lugar donde el dinero no tiene valor, un lugar donde la vida tiene otro color, allí tendrás más que paz en tu interior, porque ya no habrá más tristeza ni dolor”.
“Estaba hablado del cielo y dije ‘¿qué es esto?, ¿cristiano? Yo puedo hacer rap cristiano igual que él’, y así empecé, empecé, empecé”.
- ¿Qué opinó tu familia?
-No querían, decían que el rap era malo. La gente lo cataloga mal por cómo lo hacen, que habla cosas que no son…La gente lo oye y dice ‘¿tú cantas rap?, no, eso es del diablo’. Pero ya le das lo que es el rap cristiano y le explicas que nosotros venimos hablando de un Cristo vivo. Además el rap es un gancho para atraer a la juventud a Dios y decirles que hay mil maneras de salir del fango, pero la mejor es Jesucristo”.
Un martes, al final de la noche de testimonios en la Iglesia Puerta del Cielo, el templo a donde asiste Liova, platico con Elizabeth Jiménez, una congregante:
“Dios lo usa grandemente. Es una manera de llegar al corazón de los jóvenes que andan perdidos”, dice.
Liova tenía 17 años cuando se adentro en el mundo del rap cristiano y trabajaba cortando y echando tomates en cajas, junto con otros críos , en una tomatera situada en Cañada Ancha, 10 horas diarias bajo el sol, por un salario de mil 100 pesos a la semana,.
Hacía tanto calor en aquellos invernaderos que Liova y sus amigos se ponían a tirar rimas para hacer aquel infierno más llevadero y que el tiempo se fuera más rápido.
“Comenzaron los chavos de que si ‘¿conoces a éste?’, un rapero, ‘no pos que sí’ y decían ‘a ver rima’ y empezábamos a improvisar”.
-¿Qué cantaban?
-Lo que se nos venía a la mente. Se agarraban uno contra otro o le decían tiraderas a los demás.
A la sazón Mc Liova era el baterista del ministerio de alabanza y adoración de la iglesia Puerta del Cielo, ubicada en la calle Décima, de la colonia Nazario Ortiz Garza, muy cerca de su barrio, y había compuesto “Grito al Cielo”, una de sus primeras canciones, la que resume, dice, su vida, en unas cuantas rimas:
Mc Liova prende el estéreo, pone una pista de rap y rompe a cantar moviendo las manos al estilo de los rapers:
“Desde pequeño pensé que mi vida la iba a vivir solo, siendo lo mismo, sin nunca poder salir de este lodo. Caminaba por la oscuridad, sin una lumbrera, la felicidad quería entrar, pero se quedaba fuera…”.
Andando los días, la gente miró a Liova en las calles, con sus brou raperos, tirando rimas a diestra y siniestra que hablaban de Cristo y de su reino.
Una de esas veces Liova y sus brou raperos llegaron hasta un barrio, Liova no recuerda cuál, si era Omega, Tetillas, 2000, las Torres, La Morita o Guayulera, y se pusieron a rapear.
Varios críos, que jugaban al futbol, les formaron corro bailando break dance al ritmo de las rimas de Liova.
“Sí, les gusta a los niños a los jóvenes.. Obviamente llegas a un barrio y no les vas a decir, ‘quiero que te hagas cristiano’, no, les vas a decir ‘vengo a hablarte de Dios’ y punto”. Dios no es una religión, es una relación. Aquel ladrón que estaba a un costado de la cruz de Cristo el día de la crucifixión le dijo ‘yo creo que tú eres el hijo de Dios y te pido que te acuerdes de mí cuando estés en tu reino’.
“Jesús le respondió ‘por haber creído, yo te digo que hoy estarás conmigo en el reino de los cielos’. Él no le dijo ‘oye, ¿tú de cuál religión eres?, ¿tú eres cristiano, católico o ateo?, ¿qué eres?, ¿en qué crees?’, no le dijo nada, simplemente ‘por haber creído, yo te digo que hoy estarás conmigo en el reino de los cielos’”.
La tarde que Liova estuvo en aquel barrio con los niños que bailaban break mientras él rapeaba, se acordó de cuando iba al secundario y le gustaba pintar su placa, “Onek”, en los muros de la escuela.
Al rato los directivos lo mandaban llamar, que llevara a sus padres, 300 pesos y una lata de pintura, y su padre, que ya se había convertido al cristianismo y era más chido, iba a sacar la cara por él, a escondidas de su mamá.
“Rayábamos la escuela, yo no le quería decir a mi jefa que fuera y le decía a mi papá, ‘eh jefe, haga el paro’, decía ‘si’, mi papá le contaba a la jefa que iba a entrar tarde a trabajar y se iba conmigo a la secundaria”.
Liova se acordó de cuando iba al secundario y sus camaradas del salón le invitaban mariguana y cerveza, “eh, sobres”, y “ái te va, tómale”.
Liova, que había sido cristiano desde niño, dijo que “no”.
Tampoco era fácil fugarse de aquel ambiente con tufo a drogas y violencia de la colonia Asturias, el barrio de Mc Liova, territorio de Vampiros y Satánicos, sus bandas juveniles.
“La verdad mis camaradas vivían cosas tristes: un jefe alcohólico, drogadicto, que se inyectaba, que fumaba mariguana y ellos seguían los mismos pasos”.
Mc Liova, decidió dedicar sus rimas a esos alcohólicos, a esos drogadictos y a todo aquel que anduviera perdido por las calles.
“Si vas a dar un mensaje en una canción hazlo para cambiar al mundo, no para seguirlo llenando de basura. Que no sea música que destruya, sino que edifique”.
Sus 37 canciones, reunidas en tres discos, el tercero está todavía en el horno, comenzaron a sonar en los barrios de la ciudad y en las redes sociales.
-¿De qué te alimentas?
-Leo la palabra de Dios, la biblia, es lo único que leo, no leo más. Hay cantos que me inspiran, cantos de adoración, pero la mayoría de mis canciones son vivencias.
Una noche estoy charlando con Miguel Almaguer, otro joven rapero cristiano, en la Gran Plaza, el lugar a donde Liova ha venido algunas veces para tirar sus rimas.
“Algo que influye en sus canciones es la forma en que vive la vida. Créeme que cuando he escuchado alguna canción de él ha cambiado por completo mi estado de ánimo. Su enfoque es ese: llegar a los jóvenes, alcanzar a la gente que lo necesita”, me dice Miguel.
De regreso al estudio le pregunto a Liova que si pretende vivir de esto, tal y como lo hacen las súper estrellas del rap de Estados Unidos, dice que no.
“Saqué 100 discos del primer sencillo y se fue rápido, pero muchos los regalaba. Había gente que me decía, ‘¿a cuánto traes el disco?’, ‘en 50 pesos’, ‘ah gracias’, les decía yo ‘por qué, cuánto trae’, ‘no, nada más quería…’, ‘tenga lléveselo, Dios le bendiga’. El chiste era que lo escucharan y lo que salía de los que sí me compraban, era para hacer más. El chiste aquí es que se vaya expandiendo la música, que llegue a todas las colonias”.
- ¿Y tú hasta dónde quieres llegar?
- Hasta donde me lleve Dios…
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