Historia de terror de Saltillo: intentar llegar puntual a un sitio usando el transporte público
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Son las 2:03 de la tarde. El hambre se acerca y tienes unos 40 minutos para llegar a casa, comer algo y prepararte para una junta virtual.
En una ciudad como Saltillo, la opción más asequible para moverte es tomar una ruta de transporte público ($13 vs. $50 la mínima en cualquier app de transporte; de taxis, ni hablamos). Buscas la esquina que, crees, tendrá menor afluencia y te dará más oportunidad de abordar.
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A lo lejos se ve la primera unidad de la ruta Periférico. Te emocionas, tal vez llegues a tu destino unos 15 minutos antes, pero la sonrisa se desvanece cuando, por motivos desconocidos, el chofer decide colocarse en el carril de en medio, anunciando que no hará ninguna parada. Deben esperar tú y otras seis personas que te rodean.
Ya son las 2:15 y decides echar un vistazo a la plataforma NET Saltillo, que el Municipio lanzó hace unos días con la promesa de hacer más eficiente el servicio de transporte público mediante el seguimiento en tiempo real de las rutas. Te aparecen algunas unidades, pero no encuentras la Periférico... y se te acaban los datos.
A las 2:23 pasa una ruta 5B, tu alternativa, pero escuchas entre otros usuarios (ya son 10) que la 5B no ha pasado en un buen rato, que “ha de venir muy llena y no se parará”. Y le atinan.
Luego pasa otra unidad de Periférico, que tampoco se detiene, aunque en esta ocasión sí es claro el motivo: debía ganarle el verde al semáforo. “Al menos puedo levantar una queja”, piensas, o te echas la culpa: “¿Por qué no salí antes?”.
La realidad es que no eres tú, sino el sistema. El Instituto Municipal del Transporte informó recientemente que en Saltillo existen al menos 100 mil usuarios del transporte público para las 400 unidades disponibles en circulación; es decir, por cada unidad hay 250 usuarios demandantes al mismo tiempo.
A las 2:34 pasa otro Periférico (una de las rutas con más unidades en la ciudad: 28), se detiene, pero solo caben unos cinco y no te moviste rápido para ser uno de los afortunados. En eso, alzas la vista y ves taxis, pero todos pasan ocupados; uno viene libre, pero con la mano te hace un gesto que entiendes como “no, voy más adelante”.
A las 2:40 una unidad de la Ruta 5B finalmente te sube. “¡Córranse!”, grita el chofer, y entre empujones piensas en lo bonito que sería tener tu propio auto y qué necesitas hacer para conseguirlo. Luego, otra horda de personas te regresa a la realidad cuando el camión llega al Centro y se vuelve un cuadrilátero.
Son las 2:50 y todavía no llegas a la parada donde bajas. La idea de la comida casera se esfumó, y ahora solo queda la preocupación por llegar a tiempo a la reunión. A las 2:58 llegas a tu destino, pero aún te falta medio kilómetro caminando para llegar a casa, con el “calorcito” de esa hora y la mochila a cuestas.
En este punto, comienzas a cuestionar tu salud mental y hasta el sentido de la vida, pero luego piensas en todas las personas que ni siquiera tienen la oportunidad de agarrar la tercera o cuarta combi, ya sea porque ninguna pasa cerca de su casa o trabajo, o porque en los últimos años les dijeron “esa ruta ya no existe más”... y recuperas la esperanza.