¿Mejoría a través de lo malo?
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El término de impunidad derivado del latín impunitas, impunitatis, que significa libertad absoluta, desenfreno o exceso que no recibe freno o castigo alguno, conduce a la referencia simple de sujetos que cometen delitos y que no se les aplica castigo alguno, ni siquiera el establecido en la legislación aplicable.
Así, la impunidad comprende elementos como: a) ordenamiento legal en que se determina la conducta como ilegal; b) su comisión está sujeta a castigo; c) personas quienes realizaron la conducta ilegal no se les sanciona; y, d) personas afectadas no se les repara del daño causado.
Adicionalmente al efecto negativo causado a miles de millones de personas y a sociedades en todo el mundo, la impunidad se correlaciona con otros problemas graves como: debilidad del estado de derecho; corrupción; violencia; trata de personas; carencia de servicios públicos; inseguridad; fragilidad económica; inequidad legal; violación a derechos humanos; desigualdad social; discriminación; aislamiento; falta de inversión; desempleo; pobreza; y, deterioro social.
También, su importancia se agudiza por el plurinivel que le caracteriza, ya que puede involucrar a los tres poderes políticos, a los diferentes niveles de gobierno, a otros sectores y agentes sociales, afectando la cotidianidad de la sociedad.
Todo ello genera doble frustración: a) la del propio agravio que resulta de la comisión de la conducta ilegal y, b) la impotencia derivada por la falta de castigo al infractor; lo que ocasiona un sentimiento de vulnerabilidad, inseguridad y desconfianza en la sociedad.
Sin embargo, los integrantes de cada comunidad son quienes a través de sus propias creencias, pensamientos, actos y formas de relación, desarrollan el camino de su propia comunidad.
Por tanto, es imperioso fortalecer los esfuerzos no solamente de las entidades facultades para atender denuncias, capturar y procesar delincuentes, sino también, es necesario el involucramiento de instituciones, organismos, organizaciones sociales, empresas y de la sociedad en general, de no empequeñecer las oportunidades de mejora que requiere la sociedad para remover los cánceres sociales, que nos están habituando a ver las cosas malas como buenas.
La Corte Interamericana de los Derechos Humanos en su referencia a la impunidad, destaca que “…la impunidad propicia la repetición crónica de la violación de los derechos humanos y la total indefensión de las víctimas y sus familiares”.
Al respecto, en su Tratado de los delitos y las penas (1764), Cesare Beccaria menciona que “He dicho que la prontitud de las penas es más útil porque cuanto es menor la distancia del tiempo que pasa entre la pena y el delito, tanto más fuerte y durable en el ánimo la asociación de estas dos ideas delito y pena; de tal modo que se consideran el uno como causa, y la otra como efecto consiguiente y necesario”.
Por tanto, debido a la falta de confianza en las instituciones para sancionar a infractores de las leyes, incluso algunos de ellos ser merecedores de reconocimiento, se exacerba el sentido de impotencia y frustración entre las personas afectadas y aquellas que de manera indirecta están involucradas como integrantes de la sociedad, lo que puede causar un clima que desemboque en acciones no deseadas.
Parece que no se comprende lo que sucede, no se generan iniciativas importantes, no se realizan acciones cabales, soluciones trascendentes; parece nuevamente, que los proyectos y programas son dispersos e ineficaces; parece otra vez, que el no enfrentar intencionalmente situaciones enfermas, nos da esperanza inactiva de mejoría.
*Coordinador de Atención y Servicios de RSE en el Centro Mexicano para la Filantropía
roberto.adame@cemefi.org
ste texto es parte del proyecto de Cemefi en coordinación con VANGUARDIA, para la difusión de la Responsabilidad Social Empresarial.