¿Pastorela gay en Saltillo?
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Son de esos rumores que de pronto se gestan, vaya a saber cómo, y circulan de boca en boca.
A mí me lo pasó al costo un amigo cuyo nombre me permitiré reservarme por razones de respeto y por el derecho que tengo a no revelar mis fuentes, que caray.
Y este amigo me contaba de un grupo de chicos de la comunidad homosexual de Saltillo que hace ya muchos años, quizá en la década de los 70 u 80, organizaba y montaba una pastorela gay.
Según esto la puesta en escena de la peculiar obra se desarrollaba en un domicilio secreto de la colonia González, al centro-oriente de la ciudad.
El mismo barrio en donde, durante los años 50 y 60, se asentó la zona de tolerancia.
Ya sabrá que eran los tiempos de mayor represión en contra de este sector de la sociedad, al que hasta hace poco se ha dado en llamar comunidad LGTB, siglas más, siglas menos.
La época en que muchos chicos y chicas con preferencias sexuales diferentes se mantenían encerrados en el clóset.
Ahí tiene de que me di a la tarea de buscar el rastro de aquella singular tradición; la pastorela gay de que me había contado aquel amigo.
Acudí entonces a la González y toqué muchas puertas.
Platiqué con muchos de aquellos antiguos vecinos a los que les tocó vivir los esplendores de la vieja zona roja.
Conozco bien a esa gente.
Años atrás había yo trabajado los perfiles de dos afamadas prostitutas de la ciudad sanitaria, cuando la ciudad sanitaria estuvo en la González: la historia de “Doña Meche”, aquella viejecita que acostumbraba agasajar a sus clientes con galletas de animalitos y café, después del otro agasajo, usted sabe; y la historia de “La Mexicana”, otra célebre mujer a la que los estudiantes del Ateneo Fuente apodaban “La reina de la variedad”, que en cuanto las rockolas empezaban a escupir su música solía desnudarse a la vista de todos y terminar el performance abriéndose de piernas.
Ya le digo, anduve preguntando casa por casa. si alguien sabía algo de la pastorela gay. Y nada. Nadie. Ningún vecino me supo dar razón. Que no sabían, que ahí no, que sepa Dios,
Muchas veces, cada año por el tiempo de Navidad, volví a la colonia González para ver si alguien, ahora sí, y, como dicen los vetustos reporteros de la nota policiaca, podía arrojar luz sobre el asunto.
Nada. Nadie. Sería verdad, mentira, leyenda urbana… No sé.
Lo último que me quedaba era platicar con don Arturo, un gay octagenario de la antigua zona de tolerancia que tiene o tenía, yo qué sé, un negocio de venta de muñecas en un marcado de la localidad y presumía de tener novios jovencitos.
Pero tampoco supo. Cómo me hubiera gustado contar esa historia.
Imagínese: la historia de la pastorela gay de Saltillo. En fin y como decía “La Mexicana”, ni pedo…
Y Feliz Navidad...