La lucha de 34 ejidatarios de Coahuila contra la minera canadiense First Majestic

Aunque los ejidatarios de Tenochtitlán, Ocampo, son dueños de las tierras por decreto presidencial en 1973, han tenido que pelear contra la empresa que invadió sus terrenos y obtiene ganancias millonarias, mientras ellos siguen pobres

Torreón
/ 9 julio 2018
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Por: FRANCISCO RODRÍGUEZ

OCAMPO, COAH.- Eustasio Ascacio Velázquez, “Tacho”, y su esposa “Chana” viven en el ejido Tenochtitlán, en el desierto de Ocampo, Coahuila, entre la sierra del Chilicote. A pie de sierra, tienen una casa levantada con pedacería que el propio “Tacho” trajo en burro. Sin una mano y una lesión en el nervio ciático, “Tacho” tardó unos tres años en construirla. Solito, así, con pura cal y cemento.

“Tacho”, un hombre flaco y correoso de 67 años, es uno de los 36 ejidatarios que sigue viviendo en las tierras que hace 45 años el Gobierno mexicano les entregó, pero por las que aún luchan. Otros 33 compañeros ejidatarios —dos ya murieron— que van de los 40 a los 70 años mantienen desde hace 14 años una pelea legal. Es una disputa entre mineros y la compañía minera. Una resistencia entre mineros molidos de trabajo, con pensiones de dos mil pesos mensuales, y la minera canadiense First Majestic, dueño de la mina La Encantada que en 2017 tuvo ingresos diarios por más de 102 mil dólares. Una minera que se instaló sin pagar al menos una renta por las tierras.

Junto a su esposa, “Tacho” tiene más de 350 cabras, 20 caballos, 13 vacas y como 20 perros que cuidan su patrimonio. Vive de los animales y de una pensión mensual de dos mil pesos de cuando trabajó como minero en distintas empresas como Peñoles, Desmín o en las minas de Armando Guadiana Tijerina, ahora senador electo por la coalición Juntos Haremos Historia.

Son 14 años, dice Mario Valdés, excomisariado ejidal de Tenochtitlán, en los que se han enfrentado a una compañía que busca alargar el juicio para que caigan en desesperación. En esta lucha legal, dos compañeros ejidatarios ya fallecieron sin ver ni un peso, Urbano Castellanos y Pablo Vega.

Los ejidatarios de Tenochtitlán, unos viejos y otros hijos de los viejos, arrastran lesiones de cuando fueron mineros. Sobrellevan fracturas en piernas, cintura, espalda, hernias. Por eso la mayoría no vive en Tenochtitlán y están regados en otros municipios colindantes, porque en el rancho es terreno hostil.

A unos tres kilómetros, mientras “Tacho” y “Chana” comen de lo que le sacan a las chivas, la mina La Encantada de la canadiense First Majestic extrae diariamente hasta más de cinco mil onzas de plata pura. Todas las noches cuando termina de trabajar, “Tacho mira a lo lejos la mina, fuma un cigarrillo, se acomoda el sombrero y recuerda que aquellas tierras millonarias son de él y el resto de sus compañeros ejidatarios.

“Tacho” siempre fue minero y por eso llegó a estas tierras en 1970. Estudió hasta primero de primaria y nunca quiso dedicarse a otra cosa. Desde los 12 años sacaba agua miel de los magueyes, preparaba atole y se arrimaba a las minas a vender. Trabajó como minero donde nació, en Salaverna, Zacatecas, donde le pagaban siete pesos por ocho horas de trabajo hace 50 años.

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Regresó a Monterrey y Zacatecas, pero para 1973 volvió a Tenochtitlán mientras trabajaba para Peñoles, el gigante minero de Alberto Baillères, el tercer hombre más rico de México. Desde entonces se bautizó en esta tierra agreste y junto a su esposa “Chana” decidieron que aquí echarían raíces.

Tacho” recuerda que varios compañeros empezaron a traer animales y después surgió la inquietud de hacerse de tierras. El sueño de “Tacho” siempre fue tener sus animalitos y ser minero. Menciona que platicaron con gente en Ocampo (cabecera municipal) y un día, les concretaron la conformación del ejido. “Nos cooperábamos con dinero para gasolina”, recuerda Tacho sobre aquellas vueltas a Ocampo, uno de los municipios más grandes del país. Tenochtitlán y la mina están a 260 kilómetros de Ocampo, y a 200 kilómetros de Múzquiz, un municipio carbonero de Coahuila.

Tacho” supo en aquel entonces que ésta sería su tierra, que aquí moriría, arreando animales. Pero no pensó que después, mal leyendo y mal escribiendo, demandaría por ocupación de sus tierras a First Majestic, la minera canadiense que según sus registros, obtuvo en 2017 ingresos por más de 252 millones de dólares por la operación de sus siete minas en el país.

EL PLEITO LEGAL

En la carretera Múzquiz-Ojinaga hay una desviación que lleva a la mina La Encantada. Para llegar a aquel tesoro en constante producción de plata, es necesario recorrer 40 kilómetros de terracería por un camino que, me refiere el excomisariado ejidal de Tenochtitlán, Mario Valdés, es también propiedad de los ejidatarios. “No se nos paga nada ni por eso, ni por la línea de luz ni la de agua”, se queja Valdés.

Alrededor sólo se mira el desierto coahuilense, hasta que por un lado del camino se ven mil 200 metros de una pista de aterrizaje de First Majestic. En esa pista, cada tercer día llega un avión y se retira cargado de plata. Tan sólo en el primer trimestre de 2018, se han llevado volando 452 mil 420 onzas equivalentes de plata, lo que representó ingresos por más de 7.5 millones de dólares, según el reporte de la empresa. En 2017, sumaron 2 millones 183 mil 899 onzas equivalentes de plata y 37.5 millones de dólares de ingresos, pero en La Encantada ha habido años con más de cuatro millones de onzas en un año.

“La tierra trae un vicio. Una parte de la tierra no fue entregada. El ejido consta de 10 mil 100 hectáreas pero cuando se hace la ejecución, no se completó el terreno. Se hizo la ejecución de ocho mil hectáreas. Así funcionó el ejido”, ahonda Valdés.

La solicitud del ejido culminó con la Resolución Presidencial de fecha 19 de junio de 1973, la cual fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el día 20 de agosto de 1973. En ese ordenamiento legal, le fue concedida la superficie a los ejidatarios. Fue en 1980 cuando se presentó personal de la Secretaría de la Reforma Agraria para ejecutar la Resolución Presidencial a favor del ejido Tenochtitlán.

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Ha sido una lucha muy difícil. No se dejan. Pero ellos son licenciados y nosotros no”.

Tenochtitlán empezó a funcionar a la par de la compañía minera, entonces Peñoles. La mayoría de los ejidatarios trabajaba para la empresa. Algunos comenzaron a comprar ganado y tener cabras. Así empezó la vida ejidal. Así se acabó.

Años después, un compañero ejidatario comenzó a dudar de las mediciones. “Están mal, falta”, aseguraba a los demás. Mario Valdés recuerda que tomaron medidas de la tierra y se dieron cuenta que alrededor de dos mil hectáreas que les pertenecían –pertenecen, afirma– estaban en posesión de Peñoles.

Cuando solicitaron a la Reforma Agraria que realizara de manera correcta las mediciones, la dependencia dio dos mil hectáreas de un rancho aledaño, pero no los del plano original. “Reconoce la Reforma Agraria que hay un faltante. Esa operación se cae porque no eran hectáreas aprobadas por el Cuerpo Consultivo Agrario”, recuerda Mario Valdés.

Con ese vicio, Peñoles vendió a First Majestic en 2006. Y en su último reporte anual, First Majestic asegura que es el único dueño de los derechos minerales (4 mil 76 hectáreas), derechos de superficie (mil 343 hectáreas), derechos de agua, planta de procesamiento e instalaciones auxiliares. Aunque los ejidatarios argumentan lo contrario.

Los 36 ejidatarios que quedaban demandaron a la Reforma Agraria y a First Majestic. La empresa canadiense interpuso un amparo que fue sobreseído y que actualmente está en revisión. Valdés recuerda que en primera instancia el Tribunal Unitario Agrario del Sexto Distrito en Torreón resolvió a favor de la minera canadiense. Sin embargo, interpusieron una revisión ante el Tribunal Superior en México, instancia que revocó la sentencia del Tribunal Unitario.

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Parte de la tierra no fue entregada. El ejido consta de 10 mil 100 hectáreas pero cuando se hace la ejecución, no se completó el terreno. Se hizo la ejecución de ocho mil hectáreas”.

Juan Francisco Flores Gándara, abogado defensor de los ejidatarios, explica que el Tribunal Superior les dio la razón porque consideró que en la sentencia había faltado documentación y no se había valorado correctamente el peritaje de las hectáreas en disputa.

Juan Francisco Flores agrega que habrá que esperar hasta después de agosto porque se mandará el expediente al Tribunal Colegiado en Materia Penal y Administrativa para que resuelva el recurso de revisión interpuesto por la minera.

Rodrigo Ascacio, hermano de “Tacho” y también ejidatario, usa bastón desde 1984 a raíz de una caída en la mina La Encantada. También usa zapato con plataforma en una pierna porque dice que le quedó corta después del accidente. Así trabajó otros ocho años en la mina y ahora vive en Nueva Rosita, Coahuila. Tiene la mirada vidriosa y los surcos en la piel que reflejan 70 años.

“Ha sido una lucha muy difícil. No se dejan”, dice Rodrigo, también oriundo de Zacatecas. Confía que tienen cómo comprobar que la compañía está en su terreno, luego duda: “Pero ellos son licenciados y nosotros no”.

***

Los ejidatarios de Tenochtitlán, viejos o hijos de los viejos, tienen confianza en ganar el pleito. Miran de frente y aseguran que no hay forma de renunciar. Mario Valdés, excomisariado, dice que no quieren la mina y que no están en un plan beligerante. “Se necesita una participación que sea conveniente. El pago de rentas atrasadas y un contrato en adelante”, aclara.

Los ejidatarios saben que sus tierras están asentadas en un lugar de mucha riqueza; riqueza que no se refleja en ellos. Sólo “Tacho” vive en Tenochtitlán y el resto tuvo que dejar del rancho porque no encontraron el horizonte en el ejido. 

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Pelea por propiedad de la tierra

> En 1973, una Resolución Presidencial otorgó a los ejidatarios de Tenochtitlan, Ocampo, el título de propiedad de esta tierra.

> En 1980, la Secretaría de la Reforma Agraria hizo valer el decreto y les entregó parte de la tierra. 

> Los 36 ejidatarios demandaron a la Reforma Agraria y a First Majestic. Dos ejidatarios ya fallecieron.

> La empresa canadiense interpuso un amparo que fue sobreseído y que actualmente está en revisión.

2mil pesos mensuales reciben los exmineros como “Tacho”, ejidatario de Tenochtitlan.

7.5 millones de dólares de ingresos en el primer trimestre de 2018 reportó First Majestic, por 452 mil 420 onzas de plata.

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