Universitarios, en riesgo de obesidad por malos hábitos y rutinas largas

El sobrepeso y la obesidad se han consolidado como uno de los principales problemas de salud pública en México, afectando especialmente a los adultos jóvenes. Entre este sector se encuentra la población universitaria, cuyas decisiones alimenticias y estilo de vida los colocan en una situación de riesgo.

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Así lo advierte el estudio “Hábitos alimentarios, sobrepeso y obesidad en estudiantes de una universidad del norte de México”, publicado en la revista CienciAcierta de la Universidad Autónoma de Coahuila. La investigación fue realizada por Evelin Medina, María de Jesús Méndez y Ana Laura Tovar Gallegos, de la Escuela de Enfermería de la UA de C Saltillo, en colaboración con María Eugenia Cervera y Julio Barajas Sánchez, de la Universidad Autónoma de Baja California.

El estudio señala que muchos universitarios no consumen las tres comidas principales del día y suelen sustituirlas por alimentos poco saludables. Esta tendencia genera desequilibrios energéticos y carencias nutricionales, relacionadas con un estilo de vida práctico, rápido y económico donde predominan los productos ultraprocesados.

La investigación se basó en encuestas aplicadas a estudiantes de entre 25 y 44 años del Instituto Universitario Privado del Norte de México. La mayoría eran mujeres que cursaban el séptimo semestre de licenciatura y compaginaban sus estudios con un empleo. Entre las principales prácticas observadas destaca el consumo frecuente de alimentos altos en grasas y azúcares, además de la omisión de tiempos de comida.

Estos hábitos, combinados con el sedentarismo asociado tanto a las aulas como a los entornos laborales, elevan el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas desde edades tempranas.

Los resultados muestran que apenas el 25 % de los estudiantes mantenía un peso normal. En cambio, el 34 % presentaba sobrepeso, el 30 % obesidad grado 1, el 8 % obesidad grado 2 y el 4 % obesidad grado 3. En total, más del 70 % tenía algún nivel de exceso de peso.

Ante este panorama, los investigadores proponen que se desarrollen estrategias institucionales de prevención, educación alimentaria y promoción de estilos de vida saludables. Consideran fundamental que, además de fomentar cambios individuales, se garanticen condiciones estructurales que faciliten una alimentación adecuada y accesible para el estudiantado.