Epopeya de Cemex

Opinión
/ 2 octubre 2015

Viajero incansable con proa a la apertura de plantas en el planeta, Zambrano no le dejó espacio al matrimonio.

Bajo el signo de la audacia, calificada por algunos de temeridad, Cementos Mexicanos se lanzó de lleno a la internacionalización en 1992, con la compra de dos empresas españolas como vía para llegar al mercado europeo tras el cierre del de Estados Unidos en un golpe más de proteccionismo

La adquisición de las compañías Valenciana de Cementos y Sanson, la numero uno y dos del país ibérico, le significaba una deuda en los mercados de dinero de mil millones de dólares.

Apalancamiento excesivo, dirían los analistas, en la apuesta de una eventual explosión.

Sorteado el trance, saldada la deuda, consolidadas las empresas, la paradoja del caso es que 14 años después nadie objetó que la compañía con sede central en Monterrey haya colocado en la mesa una oferta de 12 mil 800 millones de dólares, la más alta en la historia de la rama cementera del planeta, por la firma australiana Rinker Group Limited.

Tampoco se colocó en tela de duda la certeza del dardo cuando, en el 2005, al año siguiente, la firma mexicana adquirió, en la mitad de ese monto, a la empresa inglesa RMC.

La operación le implicó duplicar el tamaño de la multinacional ubicada, desde entonces, como tercera del planeta.

Se diría que el escepticismo reconoció, finalmente, la habilidad de estratega de Lorenzo Zambrano, el presidente de Cemex, quien había posicionado a la empresa de cara al mercado chino, en la época previa a la conversión de ciudades de perfil medieval en urbes de rascacielos, corporativos y vías rápidas; la que había colocado a Cemex en el tú a tú con firmas como la francesa Lafarge o la suiza Holcim.

La epopeya de Cementos Mexicanos se inicia en 1906, en los albores de la conversión de Monterrey en la gran capital industrial del país, como Cementos Hidalgo, creciendo en 1920 con la legendaria firma Cementos Portland de Monterrey, cuya capacidad de producción anual alcanzaba 20 mil toneladas.

Las compañías se fundieron en 1931 para integra la actual razón social. Los sacos de papel estarían presentes, en 1932, en la construcción del primer rascacielos de la ciudad de México, en la esquina emblemática de la Avenida Juárez y San Juan de Letrán.  El impulso crecería en 1966 con la adquisición de la planta Mérida de Cementos Maya y la construcción de otras dos en Ciudad Valles y Torreón.

Con la compra, en 1976, de Cementos Guadalajara, con cuyos activos se consolidaría como la cementera más grande del país, Cemex llegaría al piso de remates de la Bolsa Mexicana de Valores, colocándose de inmediato como una de las emisoras más bursátiles.  Aprovechando los apoyos gubernamentales que le permitían a las empresas un certificado equivalente al 30 por ciento por cada peso invertido en su expansión, la empresa adquirió en 1987 a Cementos Anáhuac.

Para entonces la compañía requirió la instalación de un sistema satelital para coordinar las tareas de las plantas.

Ahora que el campanazo mayor que la colocó de golpe entre las 10 cementeras más grandes del planeta, llegaría en 1984 con la compra de Cementos Tolteca, la segunda productora más importante del país, propiedad del grupo ICA.

La mira, entonces, se fue al terreno internacional, aprovechando los certificados que otorgaba el gobierno a las empresas que exportan.

Y llegó Vencemos, la cementera mayor de Venezuela. Y Balcanes, asentada en Estados Unidos; Cementos Diamantes y Samper de Colombia; APO Cement de Filipinas

La globalización obligó a cotizar las acciones en las Bolsas más importantes del planeta.

En el camino, celoso de mantener el equilibrio con el medio ambiente, Cemex inauguraría una planta en el estado de Hidalgo en 1993, con la consigna de que los invitados al corte de listón, el Presidente de la República en primera fila, vistieran un traje negro... para mostrar que no había brizna alguna en el interior.

Construido el imperio a fuerza de golpes de audacia con etiqueta de campanazos, a nadie le sorprendió que Cementos Mexicanos haya celebrado en el 2006 sus primeros 100 años con otro éste para abrir la sesión del 10 de octubre en la Bolsa de Valores de Nueva York.

El tributo de Wall Street a la compañía mexicana, vía su presidente y director general, Lorenzo Zambrano, con presencia en 50 países de América, Europa, Medio Oriente y Asía. Más de 50 mil empleados a nivel mundial y ventas anuales de 16 mil millones de dólares.  Ocho años después, el inventario se ha multiplicado.

Epopeya de Cemex.  

Balance general

Sin resolución aún sobre la demanda interpuesta por Sherwin-Williams en las Cortes de Nueva York, de cara a las acusaciones de la fabricante y distribuidora de pinturas mexicana, Comex, de no haber agotado las posibilidades jurídicas para validar la operación de compra de ésta, la empresa de la familia Achar ya llevó el asunto al escenario del arbitraje internacional.

Será, pues, la Cámara Internacional de Comercio quien decima quién tiene la razón, vía su órgano de arbitraje con sede en París.

Como usted sabe, la Comisión Federal de Competencia Económica rechazó la posibilidad de la operación por dos mil 400 millones de dólares, al considerar que la fusión le daría a la resultante poder sustancial de mercado.  Sherwin-Williams tiene desde hace varias décadas presencia en el país.

Y aunque ésta recurrió a plantear un recurso de reconsideración frente a la resolución, ésta también fue bateada.

El siguiente paso, al que ya no le entró la firma de los Estados Unidos era el incierto en un amparo, cuya punto final podría llegar en dos años.  Las partes habían firmado una promesa de compra-venta.

Escoba en Banamex

Sin decir los nombres ni las jerarquías, Banamex anunció  el despido de 11 funcionarios a los que culpa del penoso caso de Oceanografía, es decir una fallida operación de factoraje respaldada por facturas falsificadas en supuesta línea de cobranza en Petróleos Mexicanos.

Aunque los prestamos eran por 581 millones de dólares, los papeles respaldaban en realidad 185.

El escandalo cimbró a la matriz de la segunda intermediaria del país, el Citigroup, quien contrató un despacho especializado por deslindar responsabilidades. 


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