Puro camuco
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Casó el vizconde Tapio, maduro caballero, y algo sordo, con una linda chica. Poco después del desposorio hubo en el Club de Yates una competencia de remo por parejas, y el rico señor se inscribió para participar junto con su esposa. Llegaron en último lugar de la regata, por causa de la incompetencia de ella. Le reclama el vizconde: "¿No me dijiste que antes de casarnos habías sido remera?". "¡Con a! -lo corrige ella-. ¡Dije con a!"... La lucha libre es puro camuco. Así opinan quienes no gustan de ver ese viril deporte. La palabra "camuco" es muy bonita. Tan bonita que no figura en el diccionario de la Academia. La docta corporación registra "camposino", y recoge también "campuroso", "campurriano" y "campuruso", pero no acoge la voz "camuco". Don Francisco J. Santamaría omitió igualmente poner ese voquible en su indispensabilísimo "Diccionario de Mejicanismos"; aunque sí puso el verbo "camucar", con el significado de embaucar o engañar. El camuco, en efecto, es un engaño, una simulación. Yo me divierto un poco -debería quizá llorar un mucho- al ver las incongruencias de nuestros políticos. En Monterrey, por ejemplo, algunos panistas ardieron en santa indignación cuando una dama perteneciente a ese partido aceptó un cargo que le ofreció el gobernador -priísta- del Estado. La acusaron de hacer traición a los principios de Acción Nacional, y pidieron que fuera castigada con expulsión, exclusión, separación, eliminación y proscripción. Sin embargo por esos mismos días la cúpula nacional del PAN andaba en cópulas con el PRD, haciendo alianzas que contradicen aquellos sagrados principios de principio a fin. Doble moral es ésa, digo yo; o triple o cuádruple. ¿Camuco la lucha libre? ¡Quia! (interjección cortesía de los hermanos Alvarez Quintero). Comparado con esos rasgos de nuestra política, el pancracio -así se llama también la lucha libre- es canto gregoriano... Viene ahora el chisme hollywoodense de hoy, modesta aportación que estoy haciendo cada día a fin de dar mayor lucimiento a la ceremonia de entrega de los Oscares... Spencer Tracy es, a mi juicio, el mejor actor en la historia del cine. Era tan buen actor que no actuaba. En 1937 recibió el Oscar por "Captains Courageous", pero estuvo a punto de devolverlo cuando vio que la placa en la estatuilla no decía "Spencer Tracy", sino "Dick Tracy", el nombre de un detective de las tiras cómicas. Católico devoto -en su juventud quiso ser sacerdote-, era alcohólico violento. Por motivos religiosos nunca se divorció de su mujer, pero cometió numerosos adulterios, algunos con actrices tan famosas como Joan Crawford y Loretta Young, y su relación de 27 años con Katherine Hepburn es una de las grandes historias románticas de Hollywood... El joven oficial de la marina americana le envió un e-mail a su papá: "No puedo decirte dónde está mi barco, pero ayer maté un oso polar". Un mes después le puso otro correo: "No puedo decirte dónde está mi barco, pero anoche hice el amor con una linda muchacha polinesia". Transcurren unas semanas, y el señor recibe un tercer mensaje de su hijo: "No puedo decirte dónde estoy, pero el médico del hospital dice que mejor debí haber matado a la linda muchacha polinesia, y hacer el amor con el oso polar"... El forastero les preguntó a las dos hermanas: "¿Cómo se ganan ustedes la vida?". Responde una de ellas: "Cosemos". Y dice el tipo: "Me lo imasinaba"... Don Autumnio estaba de visita en casa de Himenia Camafría, madura señorita soltera. Le dice ella con severo acento: "Debo advertirle, señor mío, que dentro de poco llegará mi hermano". Don Autumnio protesta: "¡Pero si no estoy haciendo nada!". Replica la señorita Himenia: "Se lo digo por si se decide a hacerlo"... FIN.