El plan maestro del Tri
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No cualquiera le gana a Alemania en un Mundial, pero tampoco nadie puede subestimar la evolución futbolística que ha tenido México para dejar de definir como “sorpresa” sus méritos.
México le ganó a Alemania por derecho propio, con todo y el peso emocional que cargó el equipo de Osorio para competirle en un ida y vuelta a una potencia.
El Tri ganó por decisión, convicción y futbol. Nada ha sido casual. Ni siquiera el triunfo mexicano puede encuadrar dentro de una excepción para la agenda de los alemanes. El contenido del partido fue demasiado espinoso y traumático para la selección campeona.
Quizás México haya elaborado el mejor juego en su historia mundialista. No sólo el 1-0 sobre Alemania provocó un tsunami emocional, sino también el cómo ganó se llevó de encuentro el escepticismo previo.
El Tri tuvo un primer tiempo excepcional, digno de un equipo comprometido con un futbol de un alto sentido colectivo, donde todos fueron uno. Una generosidad táctica de correcta ejecución. Un plan maestro de exquisita y fina interpretación.
Presión alta, velocidad, coordinación, transiciones a la medida del partido y respuestas rápidas para cada situación. Fue tal el nivel de suficiencia que le inyectó una pastosa confusión a las articulaciones alemanas.
Con la movilidad de Lozano por la izquierda, los recorridos de Vela y Hernández y el despliegue de Layún, México le cargó problemas a los centrales Boateng y Hummels, pero también le llenó la cabeza de ecuaciones a Löw.
Alemania esperaba un rival reactivo y no uno efusivo y eléctrico. Nunca presupuestó ser arrastrado hacia un modelo de juego abierto, de intercambio de golpes y estresante.
Fue desconcertante para Khedira y Kroos no tener la comodidad de control entre Herrera y Guardado. Fue frustrante para Müller y Özil no poder conectar jugadas por la altísima temperatura de las marcas mexicanas.
El Tri hizo un partidazo en la parte inicial porque no ofreció concesiones. Niveló su juego con el de Alemania, pero también se atrevió a darle una estocada. Antes y después del gol de Lozano, a México lo único que le faltó fue capacidad de definición para decorar sus jugadas.
No ha sido un hecho sobrenatural. Alemania también puede perder. Osorio creyó que podía desde el orden y la confianza. Un día antes había reforzado la mentalidad ganadora del equipo. Todo salió tal cual lo previsto.
El Tri buscó ganar siempre. Con toques, con jugadas asociadas, con pelotazos y contragolpes. Incluso, en sus momentos más críticos.
Al final, defendió lo conseguido porque el sudor necesitaba una recompensa de semejante tamaño. México le puso el pecho a Alemania y lo invitó a competir.
A estos rivales sólo siendo más fuertes y resistentes se les gana. Queda claro que algo de esto tuvo el Tri para legitimar ampliamente lo merecido.