Pizarro y el tsunami emocional
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La transferencia de Guido Pizarro al futbol español ha tenido una repercusión dolorosa en los aficionados de Tigres. Es probable que la noticia también haya impactado en el equipo.
Sin embargo, el juego debe seguir y Tigres no es un club que deje de insistir en busca de enriquecer su ya enriquecido plantel. Siempre le ha encontrado soluciones a la salida de jugadores importantes y difícilmente ésta sea la excepción.
Pizarro llegó como un desconocido a Tigres y se fue como ídolo tras un recorrido de ocho torneos en los que se ha consolidado como volante central. Una posición muy disputada en su Argentina natal, cuna de grandísimos números “5” de exportación.
Pero quizás lo que debe haber sorprendido a Pizarro es el tsunami emocional que provocó su partida al Sevilla. La gente, incluso, sus propios compañeros, le han demostrado ese gesto que todo futbolista necesita para alimentar su empaque como profesional: la devoción a su juego.
Pizarro ha tenido un comportamiento futbolístico consagratorio en lo personal en un equipo consagrado. Hizo una carrera evolutiva a la par del evolutivo proceso que ha tenido Tigres en los últimos años. Ha dejado todo por el equipo, pero ha sido el equipo el que lo ha potenciado a él.
Gracias al contexto futbolístico de este Tigres actual plagado de individualidades de colección, Pizarro recuperó el talento y el panorama que traía escondido.
Su juego se hizo más vistoso y productivo. Ha pasado de obrero a patrón en una región central competida. Fue un referente y eje de una línea de contención más transversal que horizontal, con dos volantes centrales desfasados verticalmente.
Los movimientos del argentino a veces para el ojo de la tribuna eran imperceptibles, pero para el equipo han tenido un alto sentido práctico.
Pizarro fue la válvula que supo descomprimir a la defensa y fue la espalda protectora de los delanteros. Siempre tocó con seguridad –incluso hacia atrás- y siempre auxilió a un compañero en tiempo y espacio.
A Tigres se le va el hombre del equilibrio y la llave para abrir el primer pase en la monopolización del balón. Pizarro maduró en Tigres porque el clima futbolístico del equipo le brindó muchos beneficios sin tormentosos momentos.
En Tigres aprendió a jugar mejor y a ganar más. Los aficionados están agradecidos por lo que dio en defensa de la camiseta. Pizarro debería estar agradecido –y seguramente lo estará- por cómo Tigres le cambió la vida como profesional.