Gerardo Moscoso: ¿Qué le encabrona a un hombre que lleva másde 20 años infectado de VIH?
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No es el virus que contrajo por error en un quirófano el que le quita la sonrisa. La mueca de su rostro se debe a la injusticia que lo ha convertido en uno de los activistas y funcionarios más polémicos de La Laguna. Aquí su historia
Torreón, Coahuila. Gerardo Moscoso, actor y director de teatro mexicano que lleva 23 años enfermo de VIH, vive en el encabronamiento permanente. Le encabrona la burocracia. Le encabrona que la gente se queje. Le encabrona ver a 120 mil mexicanos muertos. Le encabronan las damas de sociedad que dirigen la cultura. Le encabrona la injusticia y la inequidad.
Le encabrona que el día tenga 24 horas. â Vente en una hora y platicamos, me dijo la primera vez, pero demoró dos horas más en una junta con directores culturales de otros municipios. A los dos días no llegó a la cita porque estaba visitando el pueblo Mágico de Viesca y se disculpó. Al día siguiente llegó 20 minutos tarde, apurado, agitado, con prisas, con un botón de la camisa desabrochado.
- Así es Gerardo, una persona muy activa. Todo el día está en la calle y a eso le tiene miedo: a la enfermedad y a que la edad le impida hacer una serie cosas; a la imposibilidad de valerse por sí mismo, asegura Esteban Osorio, pareja de Gerardo desde hace más de tres décadas.
¿Miedo? A nada, responde Moscoso de bote pronto. ¿Miedo? A que me mientan, porque doy crédito a la gente. Creo en la gente. A veces creen que me ven la cara de pendejo y la mentira me desajusta. Me gustaría ser más miedoso para ser más precavido.
En su columna Ventana Abierta que publica en Milenio Laguna, Gerardo Moscoso escribió en octubre de 2013: Temo a los habladores malsanos; a los tontos que discuten sin ton ni son, tal vez por miedo a oír en el silencio, el vacío retumbar de sus cerebros, pero sobre todo, temo a los ególatras, a los tipos arrogantes, altaneros, orgullosos, pagados de sí mismos que creen tener la mejor o tal vez la única y última palabra digna de pronunciarse.
También tiene miedo de ver al país hecho mierda. Le tiene miedo a la ausencia de visión de quienes dirigen. Le teme a la iglesia católica, a la que ve como una gran empresa eclesiástica que sólo ha aspirado el dinero de la gente. Nadie se pregunta por qué los países más atrasados son católicos, cuestiona.
A los 68 años, Moscoso parece un muñeco de cuerda que nunca termina. Tiene la memoria de un bibliotecario y la precisión de un militar citando fechas. Y después de horas de anécdotas, luchas, historias, tristezas, dirá. Ya te conté toda mi vida y apenas te conozco. Así soy yo.
EL AGITADOR DE CONCIENCIAS
Gerardo Moscoso y Caamaño me recibe en la oficina donde despacha como Subsecretario de Cultura de Coahuila en La Laguna, al pie del Cerro de las Noas, donde ha tenido que aguantar balaceras en medio de ensayos y ha visto decapitados y colgados. No parece un hombre deteriorado por el VIH. De facciones toscas, pasado de peso y cabello teñido que suele cubrir con una gorra. Tiene una mirada penetrante que asoma cuando sus grandes gafas se le caen. Mira los papeles en su escritorio. Toma aire. Se reclina, se echa para enfrente. Lleva en la memoria al poeta León Felipe. Cuando rememora sus andanzas, actúa, arremeda voces, se para, gesticula. Frente a él está una pintura de un Benito Juárez boxeador. Atrás, en un librero, una foto en blanco y negro de Ludwik Margules, el polaco nacionalizado mexicano que dirigió más de 40 puestas en escena.
Un resumen de su vida diría lo siguiente: Ginecólogo de raíces gallegas. Nació en el D.F. en 1945. Sietemesino.
De padre franquista y madre republicana. Fue violado por un cura cuando tenía 11 años. En España, ingresó a las filas del partido comunista donde fue perseguido por la dictadura acusado de los delitos de asociación delictiva y propaganda ilegal. Fue cantante de música gallega de protesta. Extra de películas mexicanas por cinco años. Médico de rodaje, productor de cine, actor, director de teatro, activista gay, burócrata cultural y arqueólogo frustrado. Alumno del polaco Ludwik Margules. Practicante del budismo. Traficante de medicamentos para el SIDA. Casado con Esteban Osorio. Reside en Torreón, Coahuila. VIH positivo desde hace 23 años.
- ¿Se arrepiente de algo?
- De no haber aprovechado más el tiempo, dice quien ha participado en más de 100 películas realizando diversos trabajos.
Moscoso tiene tiempo para platicar. No se cansa. Si recibe una llamada contesta y retoma el hilo. Todos se dirigen a él como doctor. Entra su asistente y le entrega una invitación para un evento cultural. â Qué chingados es esto, se queja. Entra otra persona. â Doctor, va a ser difícil presentar la obra en Rosita. Ahí están los soldados y nadie va. Moscoso fija la mirada. âAl rato vemos eso.
- Me encabronan las cuestiones burocráticas, refiere desde la burocracia. -Mucha gente cree que soy misógino porque soy crítico de las damas de la cultura. No es el sexo lo que determina su capacidad, son incapaces y lo toman como una cuestión de misoginia.
En una entrevista para la revista mexicana de Teatro Paso de Gato, Moscoso declaró: Yo soy institucional, pero ni soy mudo ni soy pendejo. Sé que hay que lavar la ropa sucia en casa, pero también que tenemos que contar con detergente, con cloro para que las cosas funcionen.
Asegura que trabaja para el gobierno por una vocación de servicio. Llama amigo a Rubén Moreira, el gobernador de Coahuila. Yo estoy agradecido con los Moreira. Cada quien habla como le va en la feria y yo no sé qué entresijo se traen ellos, comenta.
- Jamás podría estar con el PAN. Estoy a favor de la interrupción del embarazo, bodas entre personas del mismo sexo para tener igualdad ante la ley, un respaldo jurídico. Estoy a favor de la muerte asistida.
Miguel Mora Morandeira, colaborador de El Correo Gallego, escribió sobre Moscoso en Paso de Gato: Siempre ha sido un agitador de conciencias, un dinamizador de grupos, un hombre de izquierdas difícilmente amoldable a las estructuras jerarquizadas y autoritarias de los partidos políticos.
DE PELÍCULA
Su padre, Gerardo Moscoso, originario de Santiago de Compostela, era un español franquista que tenía un rancho algodonero en La Laguna. Su madre Matilde Caamaño y Caamaño, de la Coruña, era republicana, de familia fusilada y condenada a muerte por el franquismo. Sus abuelos eran gallego parlantes.
De los dos a los siete años vivió en la Villa de Negreira, a 20 kilómetros de Santiago de Compostela. Después se mudó a Torreón donde estudió la primaria en un colegio jesuita. La secundaria la cursó en una escuela pública del Distrito Federal, donde conoció al maestro de historia y dramaturgo, Pablo Salinas Pérez. Fue éste maestro quien lo acercó por primera vez al teatro.
- Cerca de mi adolescencia me di cuenta que no era como los demás. Escondía mi homosexualidad. Mi papá me llevaba a ver las peleas de box y yo sufría de verlos. Lo que ahora llaman bullying lo tuve que tragar, acostumbrarme, revelarme o adaptarme, asoma Moscoso en sus primeros años.
Moscoso asegura que en su vida el azar ha vencido. Sus padres lo enviaron a España para que le agarrara cariño a Franco pero fue lo contrario. Estudió medicina en Santiago de Compostela y la especialidad en gineco-obstetricia en Pontevedra. Xerardo âasí se escribe su nombre en gallego- fue perseguido por la dictadura; cantaba clandestinamente en gallego. Tuvo que huir a Francia y Suiza y al morir Franco tiró huevos con sangre en la embajada española en Suiza. Regresó a España pero la dictadura continuaba. Le pidieron que abandonara el país en 30 días.
En 1977 Moscoso regresó dolido a México y en éste país no podía validar sus estudios de medicina por las diferencias diplomáticas. Un día una persona se le acercó y le preguntó si quería ganar 600 pesos. Su cuarto costaba 300. Ves aquel teléfono de la esquina. Estamos filmando una película, cuando te digamos que marques un número, lo haces, le dijo Peñita, Jefe de Repartos. La película Naufragio fue su primer contacto con el cine. Por accidente, por azar; quizás por destino. Cinco años circuló como extra de filmes mexicanos.
Hasta que lo llamaron como extra del Patrullero 777, la película de Mario Moreno Cantinflas. En una escena, el cómico mexicano se lastimó la rodilla y la gente empezó a buscar al doctor. El médico estaba borracho y Moscoso se ofreció a revisarlo.
- Ni me pidieron credencial, me mandaron el maletín del doctor y ya. Cantinflas estaba en una silla y le miraba las cirugías de tantas restiradas. Me pregunta qué ando haciendo y le digo que estoy de extra y me dice: Pero si es el lumpenaje del cine mexicano.
Cantinflas lo recomendó con un doctor del sindicato y empezó así una carrera como médico de rodaje. Fue nombrado médico cirujano del Sindicato de Técnicos y Manuales de la Producción Cinematográfica. Hasta que Benito Alsraki, entonces director del Conacine, le pidió que fuera productor ejecutivo de la empresa. Moscoso se negó pero Alasraki le arguyó: Es un hombre al que respetan. Usted no roba y le vamos a pagar 30 mil pesos a la semana. Moscoso terminó por aceptar.
El color de nuestra piel, obra de Celestino Gorostiza y dirigida por Alejandro Galindo fue su primera película. Con el dinero que ganó, Gerardo quería regresar a España, pero Benito Alasraki lo convenció de producir Antonieta, basada en la vida de la literata y feminista mexicana, Antonieta Rivas Mercado, cuando le dijo que la dirigiría Carlos Saura, considerado un héroe de la época del franquismo.
- La vida te cambia el pinche pedo. Fuimos a ver locaciones a San Luis Potosí y me estoy boleando los zapatos en la plaza y se me acerca un chavo a preguntarme si somos los que íbamos a filmar la película de Carlos Saura. Le digo que sí y me pregunta si pudiera observar las filmaciones. Se me hace raro que supiera de él y le pregunto qué películas conoce y me da la lista. Pues a partir de ese día y hasta ahora es mi pareja. Esteban.
LA PRIMERA PAREJA GAY
Esteban Osorio, 12 años menor que Moscoso; un ingeniero electromecánico nacido en la huasteca potosina y amante del cine. Empezó en la producción sacando copias del asistente del asistente. Fue subdirector técnico de Estudios América. Trabajó en películas y comerciales. Actualmente es maestro de guionismo y cine en la universidad Iberoamericana de Torreón. Es el productor detrás de Moscoso desde hace 32 años.
- Gerardo y yo somos muy diferentes, coincidimos en muchas cosas pero somos diferentes. Gerardo es carismático, echado para adelante, tiene una personalidad interesante. Yo soy reservado, introspectivo, de estar atrás, no me gusta el reflector. Entre menos luz me den, mejor, cuenta desde el estudio de su hogar, donde lo adornan decenas de libros y reconocimientos.
Esteban usa zapatos de constructor, mezclilla y camisa de cuadros. Canoso y con arracada en la oreja izquierda. Asegura que su pareja es mejor persona que él. Difiere de imitar los roles de los heterosexuales, pues cree que sería como satisfacer una parte de la sociedad.
-Nos casamos por necesidad. Nuestra experiencia nos decía que teníamos que aprovechar los espacios que hemos ganado y macizar las cosas que hemos logrado. No por el hecho romántico de decir vamos a casarnos.
Gerardo y Esteban fueron la primera pareja en firmar el Pacto Civil de Solidaridad en Coahuila (aprobado en 2007) y en el país, la primera pareja gay en firmar el pacto bajo el régimen de bienes mancomunados
- Somos ciudadanos que trabajamos por nuestro país, pagamos impuestos, por qué la ley no nos va a respaldar. Que lo que hemos trabajado se lo podamos designar a quienes queramos. Si me muero yo, a Esteban le dan una patada en el culo y lo mandan a la chingada. Con esa ley podemos disponer de lo que hemos trabajado, explica Moscoso.
- ¿Qué opina de los políticos gay de clóset?
- Políticos gay de clóset, pastores, sacerdotes gays de clóset. Es la esquizofrenia, el doble discurso. Pobrecitos, han de sufrir mucho, una doble vida de ese tipo está cabrón.
Gerardo afirma que no iba a ser infeliz para darle gusto a los demás y segundo, no se iba a llevar al baile a una familia, como lo vio con muchos compañeros homosexuales. Hasta para ser gay hay que tener huevos, recalca.
Gerardo y Esteban jamás se sentaron a hablar seriamente sobre adoptar un hijo. Sus trabajos eran un obstáculo.
- Gerardo es un tipo muy preocupón. Gerardo no lo hubiera dejado ir solo a la tienda ni a los 15 años. Si hubiéramos adoptado un niño el pobre niño sería incapaz de salir a la esquina. En ese sentido yo soy menos sobre protector. Hubiera sido difícil la educación de ese niño, comenta Esteban.
El HACEDOR DE ARTE
Gerardo Moscoso continuó su trabajo como médico de rodaje. En una ocasión estaba en una película inglesa cuando Esteban lo llamó porque había visto que en el diario deportivo ESTO, anunciaban un casting para una obra de teatro.
- Veía lejanísimo ser actor, como querer ser astronauta. Y me aviento. Llego y era uno de esos castings como de la Academia, la fila larga. Fue en el Sor Juana Inés de la Cruz y me quedo en la obra.
Después logró que los rusos lo eligieran para una obra de Pirandello que montarían en México. Al final de la obra, se le acercó un chaparrito con voz chillona: Era Ludwick Margules, un director de teatro polaco que le cambió la vida.
Su relación con Margules fue de maestro-alumno durante 10 años, de amistad, pero también una relación conflictiva, estresante porque el polaco llevaba al borde de la locura a los actores, al grado que Moscoso en una ocasión estrelló intencionalmente su coche contra él y en otra estuvo a punto de matarlo. Moscoso tuvo que visitar a un psiquiatra que le recomendó alejarse de Margules.
En 1998 regresó a Torreón, donde aún vivía su madre, ya enferma. En la región observó la calidad de teatro que se hacía y empezó a dirigir con la finalidad de poner un reflejo a lo que sucedía en la sociedad.
- Los actores en general se manejan como si fueran Anthony Hopkins o Meryl Streep pasando por la ciudad, con una arrogancia. Entiendo que somos gente compleja, complicada, comenta Moscoso, medalla Xavier Villaurrutia, por su labor y contribución al desarrollo del teatro en los estados.
En Torreón sintió que regresaba a sus orígenes en Galicia. Creó la Compañía Coahuilense de Teatro La Gaviota con jóvenes del municipio de San Pedro, donde se presentó en la Muestra Nacional de Teatro y viajó a España para presentar la obra. Creó el grupo Libertad entre Rejas del Centro de Readaptación Social de Torreón, es director del teatro Salvador Novo, ubicado en una de las zonas más peligrosas de Torreón y donde a través de talleres y clases, ha rescatado a decenas de jóvenes de ese sector.
Como director, busca poner un espejo a la sociedad. Le encabronan las asimetrías que mira en ella; las hipocresías, la inmadurez y el tipo de trato jerarquizado entre compañeros de trabajo.
Luz Emilia Aguilar Zinser, escritora de teatro en México, escribió sobre Moscoso: () Ha creado un espacio de orden y respeto en el desierto del caos. Los dones extraordinarios de Gerardo son su capacidad de empatía, su sobriedad, lealtad, compromiso e integridad.
El INCREÍBLE CONTAGIO
A principios de los noventas, Gerardo Moscoso atendió a un director gringo que estaba infectado de VIH, cuando se sabía poco sobre la enfermedad. El paciente tenía una apendicitis aguda y Moscoso dictaminó que era urgente una operación.
- La ayudante de campo estaba con tijeras y bisturí mientras yo cerraba. Me pregunta que cómo va a ser la sutura y le digo que en culo de pollo, es decir, una sutura en jareta, pero la ayudante se ríe y me corta. Tuve que cerrar por planos y no me lavé inmediatamente. Primero acabé de cerrar y suturarlo.
Moscoso presentía que se había infectado. Esperaron el periodo ventana de tres meses, el confirmatorio en Estados Unidos. Fue Esteban, su novio, quien le dio la noticia.
- Esteban me creyó, otro cabrón me manda a la mierda. Te has de haber sentado en el pito de alguien. Es mi sostén, mi soporte. Es un optimista irresponsable porque siempre le busca el lado bueno, cuenta Gerardo.
-Nunca dudé en dejarlo y aunque se hubiera metido con otro, no lo hubiera dejado. Gerardo tiende a pensar que todo va a salir mal por si sale bien ya es ganancia. Si él dice que no va a salir yo le digo que sí, menciona Esteban desde el hogar que han construido juntos.
Esteban se realizó los exámenes y salió negativo. Cuando firmaron el Pacto Civil de Solidaridad âprimer pareja en hacerlo en Coahuila- le pidieron exámenes y siguió negativo.
Esteban asegura que nunca le ha dado miedo contagiarse. Refiere que se puede vivir sin infectarse con una persona que tiene VIH. Jamás le prohibió o le negó a Gerardo que hablara sobre el tema. El único miedo que sintió fue que de un día para otro se enfrentaría a una nueva vida, a la responsabilidad de tener a su pareja enferma.
-Gerardo es más pesimista y yo tiendo a irme para arriba. Si me caía, Gerardo se caía más. Entonces era de echarle ganas y si te asustas te asustas aparte. Se me hace una irresponsabilidad y una pendejada que alguien no se cuide o que se infecte a propósito o que juegue la ruleta rusa. Son suicidas en potencia, si te quieres morir mejor pégate un tiro.
Moscoso poco a poco fue adquiriendo confianza. Regresar al trabajo lo ayudó a seguir pese que miraba como los compañeros del medio morían de VIH. Duró nueve años asintomáticos hasta que empezó a recaer. Tomaba un coctel de más de 40 pastillas sin contar cuando aparecía alguna enfermedad oportunista. En 2003 las medicinas se devoraron el riñón. Si viajaba transportaba las medicinas en una nevera de unicel con geles para mantenerlos en temperatura baja. En Torreón había mercado negro y venta clandestina del medicamento, por lo que llegó a traficar medicinas caducas desde los Estados Unidos, mismas que también daba a enfermos de la ciudad. Llegó a amenazar a una trabajadora del Seguro Social con una jeringa llena de sangre infectada porque no le querían dar el tratamiento. Hoy Moscoso toma solo tres pastillas. Una de las cualidades de Gerardo es que asume su enfermedad y no se hace la víctima, dice Esteban.
- Hay quien le gusta tirarse para que lo levanten. Hay gente que vive en el miedo de la insatisfacción y eso es peligroso porque de aquí proviene la envidia y la estupidez. Somos muy dados a hacernos víctimas por nuestro contexto judío cristiano y no asumimos nuestras causas. Hay quienes tienen VIH y lucran y ellos no tienen madre. Estoy hasta la madre de que se quejen, critica Moscoso.
Quizás es la razón por la que Gerardo Moscoso no cree en el paraíso. Cree en la revolución humana, personal. Cree, también, en el feminismo cuando se habla de reivindicaciones para plantear una equidad de género, cuando se habla de salud pública para la despenalización del aborto, para la equidad de sueldos en los trabajos. Desconfía de la separación que se hace con etiquetas.
-¿Qué opina del machismo en México? -El machismo es cuestión de educación. La iglesia se ha encargado de potencializarlo. Es un cáncer, un tumor que desgraciadamente es difícil de paliar con él.
-¿De la visión de los medios en temas como la homosexualidad o el VIH?
-Son doble cara. Son temas tabú y los medios no se escapan de eso.
Moscoso escribió en su columna Ventana abierta de Milenio Laguna: Los medios de información han creado un ejército de neo-analfabetos. Moscoso opina que la lengua hace más daño que un cuchillo. Dice que la gente calumnia. Desearía que al hombre lo colocaran en el centro y que al dios del dinero lo sepultasen.
La riqueza verdadera, opina Moscoso, es hija del conocimiento.
Sostiene que una idea, una sola idea puede ser más destructora que el virus más letal. Los problemas que enfrentamos son generados por seres humanos, lo que significa que tiene que haber una solución humana, escribió alguna vez Moscoso.
-¿Y le encabronan los chistes de gallegos?
Suelta una ligera carcajada.
-También los cuento: Un gallego y su mujer van por la gran vía y se pasan un alto. El tránsito los alcanza y les dice: - Permiso para conducir. Y la mujer comenta: -A ver Pepe, bájate que el oficial quiere conducir.
Y Gerardo Moscoso ríe.