¿Lafragua o La Fragua? La historia de un hombre y una calle que se diluye en el lenguaje urbano de Saltillo

El lenguaje tiene la capacidad de moldear la historia inscrita en el espacio público. En Saltillo, la calle José María Lafragua se ha transformado, en el habla cotidiana, en “La Fragua”, diluyendo el homenaje original a un personaje histórico

Historias de Saltillo
/ 18 abril 2025
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En Saltillo, como en muchas otras ciudades del país, las calles, además de servir como vías de paso, también son un recordatorio de la historia local y del país, pues con sus nombres rinden homenaje a figuras y acontecimientos que dieron forma al presente. A veces es un guiño a un héroe patrio, otras, una referencia local que sobrevive entre generaciones, pero en ocasiones la historia se transforma, se adapta e incluso se diluye.

Este es el caso de la calle José María Lafragua, mejor conocida hoy por los saltillenses como “La Fragua”- un artículo más un sustantivo-, que recorre gran parte de la ciudad, desde su cruce con la calle Francisco Zarco en el centro de Saltillo, hasta Nazario Ortiz Garza.

Aunque el personaje que le da nombre, un abogado, escritor, y ministro en tiempos de Benito Juárez, no tuvo un vínculo directo con Saltillo, su figura fue suficientemente relevante a nivel nacional como para ser recordada en la nomenclatura urbana. A pesar de ello, su apellido se ha transformado, no por decreto ni por olvido, sino por la manera en que la gente lo dice, lo escucha y lo adopta.

$!Retrato de José María Lafragua, jurista, escritor y político liberal del siglo XIX, recordado por su labor en la consolidación del Estado laico en México. Aunque sin vínculos directos con Saltillo, su nombre perdura en la nomenclatura urbana de la ciudad, resignificado por el habla popular como “La Fragua”.

Decir “La Fragua” en lugar de “Lafragua” parece un simple error ortográfico, pero en realidad es un fenómeno lingüístico y cultural, el trabajo de la oralidad de reinterpretar lo que suena como una combinación de dos palabras, separando lo que originalmente era un apellido en algo que sugiere otra cosa. Y como suele pasar con el lenguaje, lo que se repite se convierte en costumbre, y la costumbre termina escribiendo su propia versión de la realidad.

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La transformación no se limita al habla. El nombre “La Fragua”- así, separado- ha sido adoptado por negocios y comercios que operan en la zona como la cerrajería La Fragua, el Oxxo Fragua, Fit Club Fragua, “Ferre” La Fragua, Reparación de Rines La Fragua, y la reconocida plaza comercial “La Fragua”, entre algunos otros. En todos estos casos, el apellido ha quedado en el olvido, y en su lugar, ha surgido una nueva identidad urbana que pocos relacionan con el personaje original.

$!La señal dividida entre “José Ma. La Fragua” y “Veracruz” muestra la hibridez del espacio urbano: un apellido histórico convertido en metáfora industrial, usado por la ciudadanía sin conexión con su origen real.

Más aún, en el oriente de Saltillo existe una colonia con el mismo nombre, La Fragua. Allí, las calles llevan nombres relacionados con herramientas y metales como la Tenaza, el Martillo, el Fuelle, níquel y bronce, como si el nombre nunca hubiera sido un apellido, sino siempre una referencia industrial. Para quienes viven o transitan por la zona, la pregunta cotidiana cuando alguien dice que algo queda “en la Fragua” es ¿se refiere a la calle o a la colonia?

Este tipo de fenómenos son testigos del modo en que la memoria colectiva se construye con el paso del tiempo. En palabras del historiador Carlos Recio, este tipo de cambios no son nuevos pues en Saltillo, en el siglo XVIII muchas calles antiguas tenían nombres de animales o plantas locales, como el Callejón del Chivo o la Calle del Mezquite. Todo eso cambió alrededor de 1873, cuando hubo una fiebre nacional por ponerle nombres de personajes históricos a las calles, aunque muchos de ellos no tuvieran relación con la ciudad.

Según Recio, la calle Lafragua ya aparece con ese nombre en un plano de 1902 elaborado por Eduardo Laroche, por lo que se estima que la calle fue construida a finales de los mil ochocientos y desde su aparición fue bautizada con el nombre que conserva hasta la actualidad. En ese entonces, esta calle solo abarcaba tres cuadras pues su crecimiento ocurrió a lo largo del siglo XX, y especialmente en los años 70, cuando la zona comenzó a desarrollarse con la llegada de industrias automotrices.

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$!A pesar de la presencia formal del nombre completo “José María Lafragua” en esta señal del Fraccionamiento Cumbres, en el habla cotidiana de la ciudad el apellido ha sido desplazado por la interpretación oral “La Fragua”, revelando cómo el lenguaje moldea la memoria urbana.

La pérdida del apellido Lafragua en favor de un término como “La Fragua” también tiene que ver con la manera en que entendemos el lenguaje. La lingüista Eugenia Flores Soria, investigadora de la Universidad Autónoma de Coahuila, explica que durante mucho tiempo se ha privilegiado lo escrito sobre lo hablado, por una visión eurocéntrica que da más valor a la ortografía que a la oralidad, sin embargo, la lengua hablada es igual de válida.

“La escritura es otra cosa. Nosotros hablamos todo pegado. Decimos ‘lafragua’, no ‘la-fragua’ con espacio”, señala.

Flores también subraya que durante siglos la ortografía no estuvo regulada. Hasta bien entrado el siglo XX, era común que cada quien escribiera como entendía. Según Eugenia Flores hay múltiples casos en los que los apellidos son escritos de forma distinta, según consultas que ha realizado a archivos históricos. Por eso, lo que hoy nos parece un error, antes era solo una variante más.

Entonces, ¿es incorrecto decir “La Fragua”? Desde una perspectiva lingüística, no. Lo que vemos es una transformación natural del lenguaje, una reinterpretación que surge del uso cotidiano, de la tradición oral y del imaginario colectivo.

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$!Plaza La Fragua: ejemplo de cómo el nombre transformado ha sido adoptado como marca comercial. El sentido original de homenaje a un personaje histórico se desvanece frente al poder de la sonoridad y la resignificación cotidiana.

“Muchas veces la gente asimila lo que no conoce con lo que sí. La fragua, como concepto, nos suena más familiar que el apellido de un personaje que poco o nada nos dice. Y eso, lejos de ser un error, es parte de la riqueza cultural de una comunidad”, explicó Carlos Recio.

Lo interesante de este caso es que no se trata solamente de una calle o de una anécdota lingüística. Es un espejo de cómo las ciudades cuentan su historia más allá de los museos o los libros de texto. En Saltillo, como en muchos otros lugares, los homenajes oficiales conviven con las versiones populares, y a veces son estas últimas las que prevalecen.

Para el historiador Carlos Recio, lo que ocurre con el nombre de “La Fragua” es que muchas veces no conocemos realmente la vida o relevancia de ciertos personajes históricos, y terminamos tratando de ligarlos a lo que sí nos resulta familiar.

En ese proceso, la calle cambia de nombre no por decreto, sino porque la gente así lo decide. Y aunque eso implique perder parte del homenaje original, también habla de una riqueza cultural en la que la sociedad reinterpreta y renombra su propio territorio, más allá de lo que dicten los mapas, las placas e incluso el propio gobierno.

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