Los dulces en Saltillo y el asesino que se escondió entre los vendedores
“¿Qué le doy, joven? Traigo paletas, chocolates, semillitas, gomitas, cacahuates...”. Pregunta el señor que carga una canasta amaderada, usa sombrero y camina como buscando el equilibrio entre su mercancía y el andar.
Cuántas veces no hemos visto esta imagen. Los dulces siempre han estado ligados a Saltillo. Quizá más de lo que imaginamos.
Hoy puede parecernos muy común ver a personas vendiendo dulces en los cruceros, en las plazas públicas, en los estadios, en las ferias, en los conciertos.
Pero si buscamos en el ayer de la ciudad, encontramos que tanto establecimientos como vendedores ambulantes, han estado aquí desde hace siglos.
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El historiador local Carlos Recio, nos ha contado que en el Siglo XIX era muy común apreciar a vendedores de dulces en las calles.No hacía falta más que una mesita de tijera que pudiera sostener las golosinas y panes.
Algunos vendedores eran indígenas, quienes se colocaban donde hoy es la Plaza de Armas y cuyos productos eran los dulces de leche quemada, el pan de azúcar, frutas y tartas de maíz.
Otros documentos que han sido recuperados por investigadores locales, como cartas o postales, han dejado ver que los pasteles también eran de los favoritos y más vendidos por los comerciantes.
Aunque la baraja de opciones era amplia, incluyendo helados de sabores, en las descripciones disponibles destacan aquellos comestibles que contenían cajeta, membrillo y pulque.
Todo esto, además de venderse en la cotidianidad de las calles, se acrecentaba en los eventos masivos como los bailes, las corridas de toro en el centro o carreras de caballos en la Alameda.
La Plaza Tlaxcala, actual Plaza Manuel Acuña, llegó a ser uno de los principales puntos de venta de dulces y otros comestibles, recordando también que por muchos años este sitio fungió como sede de la feria local.
En aquella época la Plaza se extendía hasta el que hoy es el Teatro García Carrillo, la Plaza Manuel Acuña y el Mercado Juárez.
Muy cerca de ahí se ubicaban dos mercados populares, El Parían y La Marqueta, donde también había una amplia variedad de productos.
Otro modelo de venta implicaba que los vendedores instalaban sus artículos en el suelo, particularmente en los alrededores de la actual calle Ignacio Allende, una de las principales arterias de la Zona Centro.
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Tal como ocurrió en Saltillo cuando quitaron a los vendedores ambulantes de la Alameda, en el siglo XIX también retiraron a los vendedores de la calle Allende. La explicación que dio el Ayuntamiento fue que obstruían el paso por las banquetas y ensuciaban las calles.
LOS NEGOCIOS DE DULCES
A inicios del siglo XX el comercio de dulces se estableció de manera más formal con puestos fijos.
Por ejemplo, la Fábrica de Dulces y Chocolates conocida como “La Palma”, se instaló en la calle Juan Aldama. Este negocio se autodenominó: “La más grande el norte de México”.
Al tiempo también llegó “Conservas Lucano”, cuya especialidad eran los dulces de cajeta y ate.
Por otro lado, aunque no vendía dulces exclusivamente, a inicios del siglo XX también existió la Botica San Francisco, en la plaza con el mismo nombre. Además de golosinas, se ofreció medicinas, jabones y artículos escolares.
Actualmente, existen varios locales de tradición que venden dulces típicos regionales, tal como Tres Rosas y Dulces Salazar.
EL ASESINO QUE VENDÍA DULCES
Anteriormente, en esta sección de Historias de Saltillo abordamos la leyenda de “El Rey Dormido”, apodo con el que se le conoció a Simón Casimiro Flores de Melona, también nombrado Braulio Flores.
Este hombre, citado por los historiadores saltillenses José García Rodríguez, José de Jesús Dávila y Carlos Recio, habitaba el Barrio del Águila de Oro por allá de 1835.
Durante el día Braulio vendía dulces en la calle, en las noches se convertía en un jugador de apuestas en las casas de mala muerte.
Se sabe que Braulio hacía amistad con los extranjeros, particularmente con soldados norteamericanos, quienes llegaban a Saltillo con motivo de la Invasión Estadounidense, misma que se desató entre 1846 y 1848.
“El Rey Dormido” entablaba cercanía con los extranjeros, luego de invitarlos a prostíbulos y ya en estado de ebriedad, les quitaba la vida en un arroyo.
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Se cuenta que el fin de Braulio fue a mano de los mismos norteamericanos, quienes lo capturaron y sentenciaron a muerte, aunque algunas versiones también señalan que logró escaparse.
Como la de Braulio, existe otra historia de personajes locales relacionados a los dulces. Las hermanas que habitaron la casa conocida como “La Casa de las Canicas”, ubicada en la calle Victoria número 410.
Las hermanas se dedicaron a la venta de dulces en conserva, y tanto de ellas como de la mítica casa, hemos de hablar en otra ocasión.
*Con información de Germaine Boué, Carlos Recio, José García Rodríguez, José de Jesús Dávila y Archivo Municipal de Saltillo.
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