Fidel Castro: El hombre que atormentó a once presidentes de EU
COMPARTIR
La noticia de su muerte da la vuelta al mundo provocando reacciones globales
La última leyenda de la izquierda latinoamericana, Fidel Castro, fallece a las 22:29 horas de ayer, a los 90 años de edad, así lo dio a conocer por la televisión estatal de manera emotiva y con voz temblorosa, su hermano el presidente Raúl Castro, quien informó que se cumplirá con su voluntad de cremar sus restos que recorrerán el país durante cuatro días.
Los detalles se darán a conocer por la mañana de este sábado 26 , por la comisión organizadora de los funerales que celebrará el homenaje póstumo que tributará de cuerpo presente al fundador de la Revolución cubana, con la presencia de varios mandatarios de todo el mundo. Uno de los operadores políticos de mayor importancia, considerado uno de los más astutos del siglo XX, aviva reacciones muy encontradas, sin indiferencia, y deja al mundo en nuevo paradigma geopolítco.
La noticia da la vuelta al mundo provocando rebeldías globales respecto al referente del líder que condujo a la Guerra Fría, y atormentó a 11 presidentes de EU, logrando desafiar al sistema imperialista desde una isla caribeña habitada por once millones de personas, con un peso sustancial que los llevó al borde de una guerra nuclear.
Fidel Castro Ruz, el constructor de utopías revolucionarias que claudicaron mucho tiempo antes de su muerte, nació el 13 de agosto de 1926 en la zona azucarera del este de Cuba donde su padre, un inmigrante español, reclutaba obreros para compañías productoras de azúcar de Estados Unidos y luego de que éste fundara y construyera su propia finca.
Castro se educó en escuelas jesuitas y luego en la Universidad de La Habana, donde recibió títulos en derecho y ciencias sociales. Su vida como rebelde comenzó en 1953 con un osado ataque al Cuartel Moncada, en la ciudad oriental de Santiago, donde la mayoría de sus camaradas cayeron en combate, y tanto Fidel como su hermano Raúl fueron capturados y encarcelados.
Fidel usó el proceso penal que se le siguió como una tribuna para exponer sus ideas, escritas en un manifiesto durante su confinamiento. Fue entonces donde proclamó su famosa frase, “La historia me absolverá”.
Puesto en libertad como parte de una amnistía, Castro huyó a México y organizó un grupo de rebeldes que regresó a Cuba en 1956 a bordo del yate Granma navegando por el Golfo de México. Tras un aparatoso desembarque, donde perdió a la mayoría de sus camaradas, consiguió apoyo campesino en la Sierra Maestra, al oriente de la isla, y lanzó una guerra de guerrillas.
Tres años después, el 8 de enero de 1959, decenas de miles de personas le dieron una eufórica bienvenida en las calles de La Habana para celebrar la caída de Batista y verlo junto a sus compañeros, al momento de asumir el poder.
El gobierno de Washington fue uno de los primeros en reconocer oficialmente al nuevo gobierno, confiando en las promesas iniciales de Castro de que sólo quería restaurar la democracia y no imponer un modelo socialista.
Pero en cuestión de meses, Castro impuso reformas económicas radicales. Figuras del gobierno anterior fueron sometidas a juicios sumarios y por lo menos 582 de ellas fueron al paredón, en poco más de dos años. Los periódicos independientes fueron clausurados y en los años iniciales de la revolución los homosexuales fueron llevados a campamentos para que fueran reeducados en las llamadas Unidades Militares de Ayudas a la Producción.
En 1964 Castro reconoció que en Cuba había 15.000 prisioneros políticos. Cientos de miles de cubanos huyeron, entre ellos la hija del propio Castro, Alina Fernández Revuelta, y su hermana menor, Juana.
Aun así, la revolución inspiró a millones de personas en Latinoamérica que la consideraron un ejemplo de cómo se podía derrotar a los yanquis. Y en la misma isla, muchos se contentaron al ver cómo eran expropiados los bienes de la clase adinerada, de la expulsión de la mafia estadounidense y el cierre de sus casinos.
Los discursos de Castro, que a veces duraban hasta seis horas, se convirtieron en parte de la vida cotidiana en Cuba, con célebres frases como: "¿Por qué unos son exageradamente pobres para que otros sean exageradamente ricos? ". El líder cubano llegó a pronunciar un discurso de 269 minutos (cuatro horas 48 minutos) ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1960, un récord que se mantenía más de cinco décadas después.
A medida que Castro se movía hacia el bloque soviético y Cuba caía bajo su órbita, Washington empezó a tratar de castigarlo, suspendiendo las importaciones de azúcar, el principal producto de la isla. Castro, por su parte, confiscó activos estadounidenses por valor de 1.000 millones de dólares.
El gobierno estadounidense impuso entonces un embargo comercial que prohíbe casi todas las exportaciones a la isla a excepción de alimentos y medicamentos, y cortó relaciones diplomáticas con su vecino el tres de enero de 1961.
El 16 de abril de ese año, Castro proclamó su revolución como socialista y, al día siguiente, unos 1,400 exiliados cubanos trataron de invadirla al desembarcar en la Bahía de Cochinos. Pero la invasión, apoyada por la CIA, fracasó.
La debacle obligó a descartar la invasión como una opción para cambiar el régimen de Cuba, pero surgieron otras maneras en las que Washington y el exilio cubano trataron de deponer a Castro. Según estimados de los propios cubanos, hubo más de 630 intentos de asesinarlo.
Sabemos que sin Fidel, y con su hermano Raúl, a quien desde que el 31 de julio de 2006, día en que el secretario del Comandante en Jefe, Carlos Valenciaga, anunciara que entregaba el poder, el socialismo se acabó desde hace muchos años en el único páis latinoamericano que impuso un modelo comunista de inspiración soviética, estableciendo el Estado socilaista en América. La monarquía dictatorial que parecía infinita, termina con la muerte de quien fuera durante décadas la inspiración y la fuente de apoyo de todo tipo de revolucionarios de América Latina y África.
Vivió lo suficiente para ver a Raúl Castro negociar una reconciliación diplomática histórica con el presidente estadounidense Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, cuando Washington y La Habana anunciaron la restauración de relaciones entre los dos países suspendidas en 1961. Con el deshielo, ambos países abrieron embajadas respectivas en julio de 2015 por lo que desde su retiro, Fidel Castro vio como la bandera estadounidense volvía a ondear junto al Malecón habanero. Tal vez eso fue una gran decepción para Fidel, como lo fue la mía con el fusilamiento del General Arnaldo Ochoa.
En cuanto al séptimo arte, su influyente aunque siempre controversial embestidura fue determinante en el quehacer cinematográfico de la isla a través de la fundación de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños idea del premio Nóbel Gabriel García Márquez al igual que su apoyo a cineastas cubanos incluso críticos de su sistema político como Tomás Gutiérrez Alea (“Memorias del Subdesarrollo”; “Fresa y Chocolate”) al tiempo que en Hollywood sirvió desde parodia para cineastas como Woody Allen (“Bananas”, 1971) hasta protagonista documental de “Comandante” (Oliver Stone, 2003).
Por otra parte, a lectura internacional del deceso de quien fue amigo del Nobel Gabriel García Márquez, y de Diego Armando Maradona, y que lideró a un grupo de rebeldes a un triunfo que parecía imposible con el lema más conocido de la Revolución cubana: "¡Hasta la victoria siempre!", puede conducir a una apertura con EU con una Cuba que camine hacie el capitalismo a pesar de la dictadura, pero por otra parte, está también la posibilidad de enfriar el acercamiento con América Latina.
En la lógica de percepción entre la distancia con la Revolución cubana que hay en este momento con un Donald Trump, por el que votó una comunidad muy amplia de exiliados cubanos estadounidenses- injustamente denostados- en Miami, Florida, se cierra el ciclo que hace tiempo se había agotado junto con el avasallamiento de los derechos humanos, la homofobia, y su condición de líder eterno considerado inmortal.La construcción de un aparato cultural que paralizó la cultura con la persecusión de intelectuales, y la represión de exilios que defendían los ideales revolucionarios impuso el terror que llenó de prisiones la isla caribeña. En definitiva, esa es la justificación por la que miles de los detractores del ex manadatario a quien consideran un "dictador tirano", celebran en las calles el fallecimiento del acérrimo defensor del socialismo, bebiendo champagne y exclamando: "¡Murió, murió!". Festejan porque ya no está más el líder de barba rala y uniforme militar, que extendió su sombra por América Latina, y porque eso significa que ya no tienen más el aparato represivo para transitar sin el político opisotor del dictador Fulgencio Batista, que lideró en 1961 la adopción del marxismo por el Gobierno revolucionario, en esta apertura a otro período especial como cuando se cayó el muro de Berlín. Finalmente la historia no lo absolverá, como alguna vez pensó que lo haría.