Jair Bolsonaro promociona un cuestionado fármaco, la hidroxicloroquina, para tratar la COVID-19
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El presidente de Brasil Jair Bolsonaro que dio positivo en un test para COVID-19, ahora en un video promociona los beneficios del cuestionado fármaco antipalúdico, hidroxicloroquina, e invita en un video a los cuidados a que lo consuman.
Después de meses defendiendo un fármaco antipalúdico como tratamiento para el nuevo coronavirus, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se convirtió en un caso de prueba en vivo ante millones de personas, compartiendo videos en los que traga píldoras de hidroxicloroquina e insta a otros a hacer lo mismo. La eficacia del medicamento para este virus aún no se ha demostrado.
Bolsonaro dijo esta semana que había dado positivo en el virus, pero que ya se sentía mejor gracias a la hidroxicloroquina. Horas más tarde compartió un video de sí mismo tomando lo que describió como su tercera dosis.
“Me fío de la hidroxicloroquina”, dijo sonriendo. "¿Y ustedes?”.
El miércoles volvió a proclamar los beneficios del fármaco en Facebook y afirmó que sus enemigos políticos querían que fracasara.
Una serie de estudios en Gran Bretaña y Estados Unidos, así como de la Organización Mundial de la Salud, concluyeron que la cloroquina y la hidroxicloroquina son ineficaces contra el COVID-19, y en ocasiones resultan mortales debido a sus efectos secundarios en el corazón. Varios estudios se cancelaron antes de lo previsto debido a los efectos perjudiciales.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, promociona la hidroxicloroquina, un tratamiento para el COVID-19, pero la cloroquina -una versión más tóxica del medicamento, producida en Brasil- ha sido defendida con aún más entusiasmo por Bolsonaro, que afirma que el virus es en gran parte inevitable y no supone un problema médico grave.
“Se convirtió en el hombre anuncio de curar el COVID con hidroxicloroquina”, dijo Paulo Calmon, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Brasilia. “La cloroquina forma parte de la estrategia política negacionista, con el objetivo de convencer a los votantes de que los efectos de la pandemia pueden controlarse con facilidad”.
Trump mencionó por primera vez la hidroxicloroquina el 19 de marzo durante una sesión informativa sobre la pandemia. Dos días más tarde, y un mes después del primer caso confirmado del virus en Brasil, Bolsonaro presentó una de sus pocas iniciativas importantes para combatir la pandemia. Anunció que había dado instrucciones al Ejército brasileño para que redoblase la producción de cloroquina.
El ejército produjo más de 2 millones de píldoras -18 veces la producción del país en un año normal- a pesar de que la asociación brasileña de medicina de cuidados intensivos recomendaba que no se recetara, un consejo seguido por la mayoría de los médicos.
La Casa Blanca dijo el 31 de mayo que había donado 2 millones de píldoras de hidroxicloroquina a Brasil. Dos semanas después, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) revocó una autorización a su uso en urgencias, citando efectos secundarios perjudiciales y señalando que su eficacia era improbable.
El tribunal auditor brasileño pidió el 18 de junio una investigación sobre supuesto sobrecoste en la producción local de cloroquina, que describió como poco razonable dada la ineficacia del medicamento, y señaló a la decisión de la FDA. Entre tanto, tres estados se quedaron sin reservas de sedantes y otras medicaciones empleadas en cuidados intensivos, según un reporte presentado a finales de junio por el consejo brasileño de secretarías estatales de salud.
El exministro de Defensa Aldo Rebelo dijo a Associated Press que le preocupaba que se responsabilizara injustamente al Ejército por su implicación en la producción de un fármaco que la mayoría de los expertos considera ineficaz contra el coronavirus.
“Todo lo que hicieron fue cumplir una orden legal y fabricar las píldoras”, dijo Rebelo. “El problema son el Ministerio de Salud y la decisión que tomó el presiente”.
El ministro interino de Salud, un general del Ejército sin experiencia en salud antes de abril, apoyó la cloroquina como tratamiento del COVID-19 días después de asumir el cargo en mayo. Su predecesor, médico y consultor de salud, prefirió renunciar a hacer lo mismo.
Mientras seguía subiendo la cifra de muertos -casi 68,000 para el miércoles, la segunda más alta del mundo- el Ministerio de Salud distribuía millones de píldoras de cloroquina en el enorme territorio brasileño. Las pastillas han llegado a pequeñas ciudades con poca o ninguna infraestructura para gestionar la pandemia, e incluso a un remoto territorio indígena.
“Intentan utilizar al pueblo indígena como conejillos de indias para probar la cloroquina, utilizar a los indígenas para promocionar la cloroquina como ha hecho Bolsonaro en sus emisiones en video, como un hombre anuncio para la cloroquina”, dijo Kretã Kaingang, coordinadora de la organización indígena APIB, en declaraciones por teléfono desde la capital de Brasil, Brasilia.
En la ciudad más grande del país, Sao Paulo, tres médicos que atendían a pacientes de COVID-19 en hospitales distintos dijeron a AP que los pacientes solían pedir cloroquina, a menudo citando a Bolsonaro. En las últimas semanas, esas preguntas se habían hecho menos frecuentes después de que aparecieran dudas científicas sobre su eficacia, según dos médicos.
Los tres dijeron estar preocupados porque la promoción de Bolsonaro provocara una nueva oleada de pacientes y familiares desesperados pidiendo cloroquina.
“Les digo que no la receto porque no hay ningún estudio que demuestre que mejore a los pacientes, que hay riesgos importantes con el uso indiscriminado de este fármaco”, dijo la doctora Natalia Magacho, médico asistencial en el Hospital das Clinicas. “Algunos incluso se enfadan al principio. Pero todas las prescripciones son responsabilidad del médico y, dado que el riesgo supera a los beneficios, no la receto”.
La mayoría de los médicos se oponen a los protocolos sobre el uso de la cloroquina o la hidroxicloroquina, pero algunos siguen creyendo en el tratamiento y han presionado a las autoridades locales para que permitan su uso, dijo João Gabbardo, ex número dos del ministro brasileño de Salud.
“Este asunto se planteó de una forma muy divisiva, politizada”, dijo Gabbardo, que ahora es coordinador ejecutivo del centro de contingencia de Sao Paulo para el COVID-19. “Nos estamos alejando de la conversación de la ciencia, de las evidencias científicas, hacia una conversación de posiciones políticas”.
Los partidarios y asesores de Bolsonaro amplificaron su mensaje. Eduardo Bolsonaro, hijo del mandatario y legislador federal, dijo que su padre vencerá a la enfermedad porque está tomando el medicamento contra la malaria.
“El tratamiento con cloroquina es bastante efectivo al inicio de la enfermedad (y debe estar disponible para cualquier brasileño que lo necesite)”, dijo parlamentario en Twitter, sin distinguir entre las dos clases de medicamento.
Margareth Dalcolmo, investigadora clínica y reconocida profesora de medicina respiratoria en la Fundación Oswaldo Cruz, que cuenta con financiación estatal, dijo no tener objeciones a que Bolsonaro y su médico acuerden un tratamiento con hidroxicloroquina. El problema, señaló, es difundir información a un público impresionable que creerá, si el mandatario se recupera, que se debe a una medicación que puede resultar peligrosa.
Dalcomo atiende a pacientes y contrajo el COVID-19. Antes de recuperarse, algunos amigos le preguntaron si autorizaría la administración de cloroquina o hidroxicloroquina si en un momento dado no podía dar su consentimiento.
“Por encima de mi cadáver, queridos”, dijo. “Les dije, si estoy en coma, intubada, ninguno de vosotros está autorizado a darme cloroquina. Nunca autorizaría que se utilizara conmigo. Y no lo he usado en mis docenas de pacientes”.
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