Breve encuentro con la "catedral" de Pancho Villa
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Luz Corral (la primera esposa de Pancho Villa) murió en condiciones deplorables.
México, D.F..- Doña Luz Corral, la primera esposa de Pancho Villa, tendría 87 años cuando la vi acostada en una cama, sola, en la miseria, dentro de la casa en ruinas que habitó el caudillo conocido como el "Centauro del Norte" durante los meses en que fue gobernador de Chihuahua. Estaba muy cansada y no tenía ganas de hablar. Entre las pocas frases que dijo, recuerdo una en especial: "Se batalla mucho en la vida".
Esto fue hace 30 años, en tiempos de José López Portillo, cuando el partido emanado de la Revolución mal administraba la abundancia petrolera. Tan mal lo hacía que a nadie se le ocurrió tenderle la mano a la que es considerada como la "Catedral de las mujeres" que tuvo Francisco Villa.
La señora Luz Corral donó este inmueble a la Secretaría de la Defensa Nacional que, con la supervisión del INAH, la transformó en lo que actualmente es el flamante Museo Histórico de la Revolución Mexicana.
Es en este sitio donde se exhiben varios de los objetos y de los muebles que pertenecieron al mandamás de la División del Norte, pero me llama mucho la atención uno en especial: una hermosa cama de latón.
Pero, ¿dónde estaba esa cama cuando yo estuve ahí? Porque sus últimos días ella los pasó en un colchón con base de metal, sin cabecera. Recuerdo que el único adorno que había en su habitación no era alguna foto de Doroteo Arango sino una de Agustín Lara. Al lado, una ordinaria cómoda en cuya parte superior había una grabadora portátil de casetes (que le servía para oír el radio), un rollo de papel higiénico, un bote de desodorante Glade, una manzana y una servilleta.
No sé cuántos de los investigadores que hoy reinventan la historia hayan ido a visitarla antes de que muriera, en 1981; tal vez hayan leído "Pancho Villa en la intimidad" -el libro que supuestamente ella escribió con un estilo grandilocuente- y con eso se hayan dado por bien servidos.
Lo realmente seguro es que Luz Corral murió en condiciones deplorables. Vivió casi nueve décadas y pasó de despachar en una tienda de su natal San Andrés (hoy Riva Palacio) a primera dama del estado, compartiendo con estoicismo el amor de su marido. También le tocó a ella vivir el exilio en El Paso, Texas y en La Habana, Cuba, mientras él guerreaba en Chihuahua y La Laguna.
Luz Elena, la hija de ambos, murió muy pequeña en circunstancias extrañas, ya sea a causa de un problema vascular congénito o por envenenamiento intencional, ordenado por los enemigos políticos del caudillo.
Para complacerlo, crió hijos que Villa tuvo fuera del matrimonio y, finalmente, lo perdió sentimental y físicamente.
Llegué a la entonces Quinta Luz, en Chihuahua, para preguntarle si había conocido a mi abuelo materno, Jorge Soto Campos, originario de Valle de Allende, quien fue compadre y mecenas (dentro de sus posibilidades y algunas veces más allá) de Pancho Villa. Cuando ella escuchó el nombre de esa población, sólo sonrió y movió la cabeza de un lado a otro para responder que no. Debí suponerlo: esa fue zona de Chole Seáñez, una más de las capillas del militar que tanto hizo batallar a doña Luz.