AMLO: La euforia... ni por asomo
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Cd. de México.- Es una kermesse a la que no han asistido todos los invitados. A él, se le fue el triunfalismo: en un zócalo sin los llenos, la euforia y los acarreos de otro tiempo, Andrés Manuel López Obrador luce endurecido, malhumorado. En la plancha, donde también es perceptible una suerte de desánimo -coraje, decepción... -, la pobreza uniforma ropas y ojos de la gente.
La maestra de ceremonias, Jesusa Rodríguez, habla del "pelele", del "enano mental" que "hasta lástima da" porque "ni siquiera en el PAN lo llaman `presidente'". La mecha no enciende. Aunque la oradora se empeña en señalar "el frenesí del corazón" que hoy surge de "la voz del pueblo", el pueblo, en definitiva, no está este día con el corazón frenético.
Una grabación alerta en Uruguay y 20 de Noviembre sobre la crisis inminente que en enero de 2008 sacudirá al país: "El licenciado López Obrador le pide al pueblo tener cuidado con las tarjetas de crédito, no contratar créditos bancarios a menos que sean a tasa fija y, sobre todo, afrontar con austeridad los gastos domésticos".
Repartida por los alrededores del Zócalo, la resistencia civil pacífica se transforma lentamente en souvenir: adopta la forma de muñecos de plástico, llaveros, camisetas, plumas, tazas, pulseras, calendarios y fotografías del "presidente legítimo". En tanto Jesusa pide en el templete "no comprar los productos del fraude", en los improvisados puestos hombres y mujeres con camisetas amarillas sacan a la venta desengrasantes y desinfectantes de la marca "Limpieza legítima". Venden, también, piezas de pan con el nombre "La dulce resistencia", así como ejemplares del libro La mafia nos robó la Presidencia, del propio López Obrador.
El éxito de la mañana, sin embargo (el plan de austeridad familiar 2008 impide que el libro de Andrés Manuel -100 pesos el ejemplar- se convierta este domingo en best seller), es la versión pirata de la película de Luis Mandoki, Fraude: México 2006, estrenada apenas el viernes y cuyas copias, a un precio de 10 pesos, vuelan en las esquinas hasta que el productor del filme, Federico Arreola lo advierte y manda decir que comprar piratería "es malo":
"Me dice Federico que todos los mexicanos tienen que ir al cine a ver la película -informa Jesusa-; me dice que tienen que ir a esos cines inmundos que están en Polanco, Perisur, Interlomas, para que luego no digan que nadie fue a verla y por eso la quitaron".
Muchos recorren la plaza vendiendo sidra y rompope "Presidente Legítimo": es tal la efervescencia comercial que baña los alrededores del zócalo, que de pronto se tiene la impresión de que también el "gobierno legítimo" se prepara para la crisis de 2008.
Nadie se cimbra cuando suben a la tribuna los miembros del "gabinete legítimo" y los líderes políticos que participan en la Convención. Ricardo Monreal cosecha chiflidos y abucheos; las ovaciones sólo suben de tono con la llegada de Marcelo Ebrard, y alcanzan su punto máximo cuando corea Jesusa:
"¡Se ve, se siente, ya llega el presidente!".
López Obrador vuelve así a un Zócalo ocupado en 50% por estructuras metálicas: una plaza que sólo de ese modo logra despertar y unificar sus consignas. Las manos, los estandartes, los carteles se levantan. Cuando comienza la lectura de los resolutivos de la CND, y Rosario Ibarra toma la palabra, las campanas de Catedral llamando a misa ahogan durante casi 10 minutos el discurso de la luchadora.
"¿Los sotanas están saludando a esta convención, o sólo quieren callar la voz del pueblo? ¡Hay que averiguarlo!", ruge doña Rosario. Entonces, un centenar de simpatizantes entra en el templo, se abre paso a empellones, vuelca las bancas, forcejea con los fieles y lanza consignas contra el cardenal Rivera. Afuera, el pueblo vota a mano alzada cada uno de los resolutivos contra el alza de precios, la defensa del maíz y el petróleo, el respeto a los derechos humanos y la solidaridad con Tabasco.
Andrés Manuel hablará durante una hora: la plaza resucitará cuando el líder anuncie la necesidad de evitar la privatización del sector energético y solicite investigar a fondo la responsabilidad del gobierno federal en el desastre de Tabasco. "¡Sólo el pueblo puede salvar al pueblo y a la nación!", gritará Andrés Manuel, y las manos volverán a alzarse en una Convención que no tuvo mala asistencia, pero careció de júbilo: perdió su euforia.