Las virtudes del fracaso
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TEMAS
Dice Martín Descalzo: “No existen hombres que nunca hayan roto un plato. No ha nacido el genio que nunca fracase en algo. Lo que sí existe es gente que sabe sacar fuerzas de sus errores y otra gente que de sus errores sólo casa amargura y pesimismo. Y sería estupendo educar a los jóvenes en la idea de que no hay una vida sin problemas, pero lo que hay en todo hombre es capacidad para superarlos.
No vale, realmente, la pena llorar por un plato roto. Se compra otro y ya está. Lo grave es cuando por un afán de perfección imposible se rompe un corazón. Porque de esto no hay repuesto en los mercados” (…) “Ya que el arte más difícil no es el de no caerse nunca, sino el de saber levantarse y seguir el camino emprendido”.
No vale hacer del error o del fracaso la sustancia de la vida, además como lo dijo Sabato: “El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea, lo primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar”. Esto es lo que verdaderamente cuenta.
¡CULPABLE!
Desgraciadamente vivimos una época en donde somos presionados por alcanzar el éxito personal (en lo social, académico, deportivo, económico, político, empresarial y laboral), presión social que hace estragos al espíritu, sobre todo de la niñez y la juventud, presión que hace pensar que la equivocación, los errores y fracasos (que en este escrito no intento racionalizarlos, ni abrazarlos como consuelo, menos idealizarlos) son lo peor que le puede suceder a un ser humano, porque ante esta circunstancia ya nada vale, ya todo está perdido, pues la persona será inevitablemente estigmatizada: ante ellos es siempre “culpable”.
Presión que, infortunadamente, es impulsada por el sistema educativo imperante en la mayor parte del mundo que hace ver mal al fracaso, que confunde los hechos con las personas, que desacredita a los que intentan hacer y emprender y que por ello se tropiezan, por ello no tenemos premios a las personas que “fracasan” en sus intentos: fracasar representa una desventaja difícil de remontar, es una debilidad que marca, que hiere. Imperdonable.
Sistema educativo que, por tanto, puede llegar a castrar el espíritu humano, provocar que las personas no arriesguen, ni intenten hacer realidad sus ideas. Sistema que infunde miedos, que hace de la seguridad y el éxito lo máximo, pero que al mismo atenta en contra de la libertad. Que provoca decepción y frustración.
LOS IMPOSTORES
Rudyard Kipling, premio Nobel de literatura (1907), escribió el poema “Si…” (“If” en inglés) para brindarle consejo a su hijo, pero a todos ayuda a comprender la condición humana ante las adversidades:
“Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor todos la pierden y te echan la culpa; si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti, pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen; si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo; si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso (desastre)y tratar a estos dos impostores de la misma manera; si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho: tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios, o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas.
Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta, y perder, y comenzar de nuevo por el principio y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida; y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza, excepto La Voluntad que les dice ‘¡Continuad!’
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser; si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte, si todos los hombres cuentan contigo, pero ninguno demasiado; si puedes emplear el inexorable minuto recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más, serás un hombre, hijo mío”.
Poder ante los impostores y las circunstancias que menciona el poeta es comprender que la vida siempre se escribe en borrador y entender que “todo éxito es un fracaso rectificado”, como lo menciona el escritor y educador francés Charles Pépin en el libro del cual he tomado prestado el título de esta entrega.
FRACASAR NO ES UN SER FRACASADO
En el libro referido el autor se pregunta ¿y si fracasar no fuera tan malo como creemos? Pépin argumenta que “la virtud del error se enseña en todos los laboratorios de investigación”, pero el error en otros ámbitos se desprecia socialmente.
Pépin se empeña a quitarle lo “sucio” a la palabra fracasar, abogando por un cambio de actitud ante los fracasos, por lo cual comparte historias de un sinnúmero de personas que triunfaron en sus empeños después de caer y caer, como lo fue el caso de Edison, Jobs, J.K.
Rowling, Rafael Nadal (que conoció muchos fracasos hasta llegar a ser el #1) Michael Jordan, Roger Federer, Ray Charles, Darwin, Soichito Honda y otros tantos que aprendieron y se crecieron ante la aparente derrota. También enlista “felices errores” y “accidentes” que se tradujeron en éxitos de mercado.
Para este autor es necesario “fracasar de una forma interesante, con la voluntad de ser valiente y original”. Según él “llegamos al final del ciclo de la obsesión por el éxito”.
Pépin dice, con razón, que nadie quiere fracasar “porque vivimos una visión culpabilizante del fracaso, asimilamos haber fallado con ser un fracasado. La vida, en cambio, nos muestra que fracaso y éxito suelen coexistir, a menudo en un mismo acto. Lo mejor es la frase de Samuel Beckett: ‘Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor’. Porque fracasar cada vez mejor es ya un éxito”.
En este sentido, jamás deberíamos olvidar que “donde hay peligro, crece también lo que nos salva”, hay que saber que “el fracaso es además una buena escuela de vida, pues te vuelve más humilde, empático, sensible a la complejidad humana. Inmuniza contra la arrogancia, el ego inflado y el dogmatismo”.
Pépin: “nuestros fracasos son botines, a veces incluso son verdaderos tesoros. Hay que asumir el riesgo para descubrirlos, y compartirlos para llegar a valorarlos”. Sepamos que el fracaso contiene virtudes.
La cultura que alaga el éxito, que presiona y condena a los que fracasan, esta rotundamente equivocada, porque “es preciso haber fracasado para comprender cuan intensa es la alegría de vivir y cuán milagrosa es la belleza del mundo”.
Por su parte Juan Villoro comenta en una entrevista: “hay grandes novelistas, pienso por ejemplo en los clásicos rusos, de Dostoievski a Tolstoi, que no se explican sin el fracaso, no en vano los grandes poemas de amor los escribe gente rechazada por el objeto de su pasión”.
Descalzo remata el tema: “una de las virtudes-defecto más cuestionables: el perfeccionismo. Virtud, porque evidentemente, lo es el tender a hacer todas las cosas perfectas. Y es un defecto porque no suele contar con la realidad: que lo perfecto no existe en este mundo, que los fracasos son parte de toda la vida, que todo el que se mueve se equivoca alguna vez”.
¡Aplaudamos a las personas que fracasan y que luego se ponen de pie para continuar su camino con la frente en alto, para seguir cantándole a la vida con alegría combatiente! Y los que hoy son marginados por sus “fracasos” o “errores” han de saber: “¡El mundo nada puede contra una persona que canta en la miseria!”.
cgutierrez@itesm.mx
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