Fábrica en NL enferma a los trabajadores y a la población; recicla baterías de autos provenientes de EU
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Se cree que una de cada cinco baterías de plomo ácido de vehículos americanos terminan en plantas de reciclaje en México donde deben ser destrozadas por trabajadores bajo condiciones que van desde las adecuadas hasta las abismales, según consultores estadounidenses que han estudiado la industria.
CIUDAD DE MÉXICO.- Una fábrica que recicla baterías de automóviles provenientes de Estados Unidos en el municipio de Doctor González, en Nuevo León, ha comenzado a enfermar a los trabajadores y a la población que vive a los alrededores, exhibe una investigación de The Washington Post.
En el reportaje publicado en el periódico estadounidense, y firmado por Joshua Partlow y Joby Warrick, se detalla que en los últimos años una oleada de baterías usadas proveniente del país vecino se ha extendido hacia el norte de México, donde los recicladores de metal buscan sacar provecho de los controles relativamente laxos que hay en el país sobre los niveles de exposición al plomo al que pueden someterse los trabajadores y del que puede registrarse en el medio ambiente.
En este contexto, SinEmbargo publicó que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) reprobó al Gobierno federal en materia de protección al medio ambiente. De acuerdo con el más reciente informe de la instancia revisora, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) carece de medidas para mitigar y prevenir el avance en la contaminación de aire, suelo y agua en toda la República, además de estar incumpliendo las metas en la reducción de emisiones de gases con efecto invernadero.
Juan González de Mendoza trabaja alimentado hornos gigantes con baterías de carro usadas provenientes de Estados Unidos en la planta Eléctrica Automotriz Omega, ubicada en el municipio de Doctor González, cerca de la ciudad de Monterrey, donde convierten estas baterías gastadas en lingotes de plomo para hacer nuevas.
El Post narra: Después de que los dolores de cabeza y las náuseas iniciaron, el deterioro físico de Juan González de Mendoza llegó rápidamente: el dolor profundo en sus huesos, en sus codos y en sus rodillas que se negaban a doblarse, después el entumecimiento en todo su lado izquierdo, la constante pérdida de control sobre sus brazos y piernas, y finalmente, una incapacidad para caminar e incluso para estar de pie.
Pese a sus malestares, el médico de la planta le dijo a González que sólo tenía fiebre, sin embargo pronto estuvo demasiado enfermo para realizar su trabajo. Luego, exámenes médicos privados terminaron por confirmar su problema: una aguda intoxicación por plomo.
El diario tuvo acceso a los estudios de laboratorio que Juan González se realizó en una clínica privada, durante sus días de vacaciones, en los que se muestran concentraciones de plomo en la sangre muy por encima del nivel que en muchos lugares de Estados Unidos daría lugar a remover a un trabajador. Sin embargo, González fue sólo incapacitado por nueve meses y está atrapado en una cama sin poder trabajar.
Mientras, otros empleados en la planta simplemente sufren en silencio por el miedo de perder sus trabajos. “Hay muchos que tienen más plomo que yo”, dijo González.
“Perdí el equilibrio”, dijo al diario estadounidense, Juan González de 50 años de edad, sosteniéndose contra la puerta principal de su casa ubicada a unas cuadras de la planta . “Lo perdí todo”, agregó.
La historia de González refleja la preocupación común entre la gente de los barrios cercanos a la fábrica, pues han sido detectados niveles elevados de plomo en la sangre de los trabajadores de la fábrica así como en lotes cercanos donde niños juegan y familias crían ganado, según dijeron residentes, empleados de la fábrica y ex trabajadores al Washington Post. Mientras, los dueños de la compañía no respondieron a ninguna de las peticiones del medio.
El trabajo periodística destaca que mientras los políticos de Estados Unidos expresan su indignación por los niveles altos de plomo detectados en el agua potable en la ciudad de Flint, en Michigan, poco han hecho para detener el flujo de las baterías usadas -de las que cada una contienen alrededor de 9 kilos de plomo- al sur de la frontera. Incluso las autoridades estiman que el envió de estas baterías a México ha crecido más de un 400 por ciento en los últimos diez años.
Y es que el endurecimiento de las leyes en la materia en Estados Unidos ha hecho que crezca la exportación de plomo a los países con controles mucho más débiles o que donde incluso a veces no tienen legislación en absoluto, explicó al Post Perry Gottesfeld, presidente de la organización Occupational Knowledge International, que da seguimiento a la exposición industrial de los productos químicos peligrosos.
Se cree, dice el diario, que una de cada cinco baterías de plomo ácido de vehículos americanos, incluso gubernamentales, terminan en plantas de reciclaje en México donde deben ser destrozadas por trabajadores bajo condiciones que van desde las adecuadas hasta las abismales, según consultores estadounidenses que han estudiado la industria.
“Hemos visto lugares donde los trabajadores literalmente rompen las baterías con hachas”, señaló al Washington Post, Tim Whitehouse, abogado que investigó a las fundidoras de baterías mexicanas para la Comisión para la Cooperación Ambiental, organización internacional que vigila los impactos al medio ambiente del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
El medio indica que el descubrimiento de plomo en el suministro de agua en la ciudad de Flint provocó un escándalo que en parte debido a ello estos problemas ahora son muy raros en Estados Unidos. En ese país casi todas las batería terminan siendo recicladas. En ese país, el proceso se lleva a cabo en una infraestructura especialmente construida para manejar este tipo de materiales, donde los trabajadores usan ropa protectora para asegurarse de que trazas de plomo no salgan con ellos. Además de que se cuenta con monitores electrónicos para evitar exposiciones accidentales.
Sin embargo diversas empresas estadounidenses de reciclaje han visto un mejor negocio si salen de Estados Unidos luego de que se hicieron más estrictos los límites de exposición para los trabajadores. Mientras en México, aunque también se han actualizado las leyes en los últimos tres años, de acuerdo con Tim Whitehouse, el clima regulador permanece mucho más permisivo.
“México no tiene ni los reglamentos ni la capacidad para asegurarse de que el plomo se recicle de una manera que proteja la salud humana”, dijo al Post, Whitehouse.
El resultado: los estadounidenses, mientras buscan eliminar un problema ambiental en su hogar, están exportando la contaminación en el extranjero, a una región con menor capacidad de defenderse a sí misma, coincidieron Whitehouse y otros especialistas ambientales.
LA EMPRESA PROMINENTE DE DOCTOR GONZÁLEZ
La planta Eléctrica Automotriz Omega, detalla el Post, emplea a varias docenas de trabajadores que dicen ganar poco más de 200 pesos por un turno de 12 horas.
Los trabajadores dijeron que la empresa compra las baterías directamente a los distribuidores en Laredo, Texas.
En tanto, funcionarios del gobierno municipal en la comunidad de Doctor González, sostuvieron que la supervisión de la planta es menos rigurosa debido a que es una de sus empresas prominentes, por lo que tiene mucha influencia, según dijo al diario un inspector ambiental del municipio.
“Hacemos una inspección, pero no es muy estricta. El municipio está de acuerdo con la empresa”, señaló.
El Post tomó incluso muestra del suelo en cuatro lugares alrededor de la planta, incluyendo en casas cercanas a la planta, y posteriormente fueron analizadas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Martin Soto Jiménez, quien realizó las pruebas a las muestras, dijo que los resultados indican que en la zona hay contaminación por plomo que varía de 40 a 400 veces más altas a los niveles de plomo de origen natural.
“Las concentraciones de plomo son muy elevadas”, reiteró.
Además, trabajadores de Omega señalan que la planta nunca está limpia, que aunque se les realiza una prueba de plomo nunca les dan la documentación de los resultados.
Los vecinos de la zona se quejan del plomo y las toxinas que ellos creen salen de las chimeneas de la fábrica, denunciaron que sufren de dolores de cabeza crónicos y malestar en los huesos, además de que sus mascotas y ganado no pueden reproducirse o que en cualquier momento pueden caer muertos.