¿Quién fue Eugenio Garza Sada?... La verdadera historia del secuestro y asesinato del empresario que no cuentan los libros de textos de AMLO
Aquí la verdadera historia del secuestro y asesinato de Eugenio Garza Sada ocurrida a casi medio siglo
La controversia en torno a los Libros de Texto Gratuitos persiste, ya que en el ‘Libro sin recetas número 6’, una Guía de trabajo para Maestros de Secundaria elaborada por la SEP, se sostiene que las acciones guerrilleras, especialmente las de la Liga Comunista 23 de Septiembre, en torno al intento de secuestro y asesinato del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada, ocurrido hace casi 50 años, no deben ser eliminadas de la memoria, ya que su legado contribuye a “enderezar el rumbo” del país.
En el mencionado texto, el asesinato en 1973 del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada, quien fuera presidente de Cervecería Cuauhtémoc y fundador del Tecnológico de Monterrey, es descrito no como un delito, sino como un “error” cometido por los guerrilleros.
En la explicación de este crimen, no se menciona un secuestro, sino un “intento de retención”, y tampoco se hace referencia a una ejecución, sino a “la pérdida” de una vida. En raras ocasiones se alude a un homicidio, llegando incluso a hablar de “la ausencia” de Garza Sada.
Según el denominado “Libro sin recetas número 6”, el secuestro como táctica político-militar no resultó exitoso para la Liga Comunista 23 de Septiembre. El primer fracaso tuvo lugar el lunes 17 de septiembre de 1973, cuando intentaron retener en Monterrey a Eugenio Garza Sada, un ícono y leyenda del empresariado mexicano. En esa acción perdieron la vida el empresario, su chofer y dos miembros del grupo guerrillero.
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Esta guía, que proporciona pautas a los maestros sobre cómo conducirse en las aulas, presenta una perspectiva singular sobre la historia del secuestro y asesinato de Eugenio Garza Sada.
LA VERDADERA HISTORIA DEL SECUESTRO Y ASESINATO DE EUGENIO GARZA SADA
A mediados de julio de 1973, en una casa de seguridad de Guadalajara, un grupo de guerrilleros de la recién formada Liga Comunista 23 de Septiembre se reunió para discutir cuál debía ser la estrategia central de la organización y, sobre todo, cómo lograr que su mensaje de agitación se escuchara en todo el país.
A su líder, el aguascalentense Ignacio Salas Obregón, le habían impresionado los logros de grupos armados menores, como el desvío de un avión de Mexicana de Aviación a Cuba, realizado el año anterior por la Liga de los Comunistas Armados, y el reciente plagio del cónsul estadunidense en la capital jalisciense, Terrance Leonhardy, por parte de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo. Con una y otra medida, los guerrilleros habían conseguido liberar a varios de sus compañeros presos.
La discusión se decantó por realizar una serie de secuestros de alto impacto y se pusieron sobre la mesa los nombres de los objetivos: Eugenio Garza Sada y Fernando Aranguren, los hombres de negocios más destacados de Monterrey y Guadalajara, respectivamente, así como el cónsul honorario del Reino Unido en esa última ciudad, Anthony Duncan Williams.
En unas semanas se cumplirá medio siglo del asesinato de los dos primeros y de que fuera liberado sin daños el tercero de ellos. El homicidio de Garza Sada se dio cuando se enfrentó a quienes intentaban secuestrarlo, el 17 de septiembre de 1973. A su vez, Aranguren fue ejecutado a sangre fría por sus captores, el 16 de octubre siguiente, luego de que el presidente Luis Echeverría se negara a aceptar las exigencias de los guerrilleros para liberarlo.
A las 9:00 horas del lunes 17 de septiembre de 1973, posterior a las fiestas del Grito de Independencia, el empresario, cabeza del Grupo Monterrey, se dirigía desde su residencia, en la colonia Obispado, a las oficinas de la Cervecería Cuauhtémoc acompañado por su chofer y escolta, Bernardo Chapa Pérez, y el guardaespaldas, Modesto Torres Briones.
En una reconstrucción de los hechos, con versiones de testigos y de participantes en el intento de secuestro, se sabe que cuando don Eugenio llegó al cruce de Villagrán y Luis Quintanar, en la colonia Bella Vista, ya muy cerca de la planta cervecera, una camioneta en la que viajaban Hilario Juárez García y Elías Orozco Salazar, integrantes del grupo subversivo, cerró el paso al Ford Galaxie 1969 color negro en el que viajaba el empresario más importante de Nuevo León y uno de los más influyentes del país.
Al instante y en acción coordinada otros dos jóvenes guerrilleros, Anselmo Herrera Chávez y Javier Rodríguez Torres, se acercaron para abrir la portezuela delantera derecha, a fin de tratar de sacar del vehículo a Don Eugenio —entonces de 81 años—, pero fueron recibidos a balazos por el chofer Bernardo Chapa. Los dos jóvenes fueron heridos. Edmundo Medina Flores, supuesto líder del comando guerrillero, ultimó al otro escolta del empresario.
En el fuego cruzado, Garza Sada recibió un balazo; se acercó Elías Orozco y lo cargó para tratar de llevárselo a una “casa de seguridad” donde habían planeado mantenerlo oculto mientras negociaban su libertad. Buscaban conseguir 5 millones de pesos para financiar sus actividades y la liberación de una lista de presos de su movimiento.
Pero al desvanecerse el industrial, Elías lo colocó en el suelo y escapó.
Garza Sada murió poco después a causa de las lesiones, lo mismo que Anselmo Herrera y Javier Rodríguez.
Miguel Ángel Torres Enríquez logró escapar con un balazo en una pierna, pero fue detenido más de un año después cuando, cansado de huir, acudió a la embajada de Francia a pedir asilo político y su traslado al país europeo, pero fue entregado a la Dirección Federal de Seguridad, comandada por Miguel Nassar Haro.
Elías Orozco fue capturado el 8 de octubre de 1973 en Amecameca, Estado de México, cuando acudió a una reunión nacional de instructores de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Nunca más se supo de Hilario Juárez.
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Elías Orozco y Miguel Ángel Torres, fueron los únicos participantes en el intento de secuestro que estuvieron presos. Permanecieron en el penal del Topo Chico mientras se llevaba a cabo el proceso judicial 211/73, al que fueron sometidos también otros siete supuestos integrantes de la guerrilla.
Ambos fueron los últimos en ser liberados, puesto que no fueron tratados como presos políticos sujetos a los beneficios de la Ley de Amnistía decretada por el presidente José López Portillo, sino como reos comunes.
Los guerrilleros sobrevivientes que participaron en el operativo han admitido que fue un error intentar el secuestro de Garza Sada, pues a raíz de la muerte del empresario el Estado emprendió una feroz cacería contra el movimiento guerrillero, que llevó a una crisis y posterior desaparición de la Liga Comunista 23 de septiembre.
La escasa información sobre este episodio ha dejado muchas dudas. El documento desclasificado de la Dirección Federal de Seguridad, bajo el expediente II-219-972, del 22 de febrero de 1972, señala que la delegación Nuevo León de la DFS informó a su mando superior planes de la Liga 23 de septiembre para secuestrar a Eugenio Garza Sada, un año y medio antes de que ocurriera el fallido intento.
No sólo no se detuvo a los guerrilleros que planeaban el operativo —a quienes se tenía identificados gracias a un informante—, sino que tampoco se alertó a don Eugenio o a su familia.
La muerte de Garza Sada dificultó aún más la ya de por sí mala relación del sector empresarial con el presidente Luis Echeverría (1970-1976), que mantenía un discurso contra la iniciativa privada, al mismo tiempo que mostraba simpatía o acercamiento con gobiernos de izquierda, e incluyó en su gobierno a líderes estudiantiles del movimiento del 68.
En la ceremonia luctuosa ante los restos de don Eugenio y en presencia del presidente Luis Echeverría, el ideólogo del sector privado Ricardo Margáin Zozaya pronunció un discurso a nombre de la clase empresarial en el que responsabilizó al mandatario por favorecer el clima que causó la muerte del dirigente de Grupo Monterrey.
Tras elogiar vida y obra de Garza Sada, citando entre sus creaciones la fundación del Tecnológico de Monterrey, dijo que su muerte constituía un auténtico duelo nacional: “Que sus asesinos y quienes armaron sus manos y envenenaron sus mentes merecen el más enérgico de los castigos es una verdad irrebatible. Pero no es esto lo que preocupa a nuestra ciudad. Lo que alarma no es sólo lo que hicieron, sino por qué pudieron hacerlo”.
La respuesta es sencilla, aunque a la vez amarga y dolorosa, dijo Margáin: “Sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad, cuando el Estado deja de mantener el orden público, cuando no sólo se deja que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que se les permite que cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte”.
¿Quién fue Eugenio Garza Sada?
Don Eugenio Garza Sada nació el 11 de enero de 1892 en Monterrey, Nuevo León, en una época boyante, en la que llegaban inversiones extranjeras a la ciudad y en la que esta comenzaba a industrializarse, en la que su padre iniciaba la aventura de la cervecería Cuauhtémoc.
El levantamiento armado de 1910 generó muchos cambios en el país. Fue en este tiempo que su familia se vio en la necesidad de migrar a los Estados Unidos, donde el joven logró continuar sus estudios; cursó en la preparatoria militar Western Academy y sus estudios universitarios en Massachussets Institute of Technology (MIT).
Fue un buen estudiante que supo aprovechar lo que cada una de las instituciones académicas le ofreció. El MIT, donde obtuvo el título de ingeniero civil en 1916, fue su ejemplo para crear lo que en 1943 sería el Tecnológico de Monterrey, hoy una reconocida institución a nivel nacional e internacional por su excelencia académica y presente en 25 ciudades del país. Aquella institución que comenzó en una casa de Monterrey con 350 alumnos y un pequeño grupo de profesores, actualmente opera en 32 campus y atiende cerca de cien mil alumnos.
Promotor de la educación, Don Eugenio consideraba los estudios el medio más eficaz para desarrollar e industrializar el país y, sobre todo, para alcanzar el bienestar social. No sólo creó el TEC, también apoyó de manera importante iniciativas como la Escuela Secundaria Melitón Villarreal, para personas de escasos recursos económicos.
Trabajador infatigable, don Eugenio no se rindió ante las adversidades y supo transformarlas en oportunidad. En 1917, don Eugenio y su hermano tomaron las riendas de la empresa que su padre y sus socios había comenzado: la cervecería Cuauhtémoc, que sacaron adelante y desde la que emprendieron muchos nuevos proyectos.
Junto con su hermano creó nuevos departamentos para generar los insumos que la cervecería requería: por ejemplo, una proveedora de corcholatas y de cartón, otra de malta. Y cuando en 1943 dejaron de enviar a la cervecera la lámina para las corcholatas –debido al conflicto armado que atravesaba Europa–, la solución fue crear una empresa siderúrgica y volverse sus propios proveedores de metal.
Don Eugenio no solo fue un empresario con iniciativa y visión, también fue una persona sensible que se interesaba por las personas y su bienestar. “El respeto a la dignidad humana está por encima de cualquier consideración económica”, decía el empresario regiomontano. Sus ideas no quedaban solo en palabras, sino en acciones. Durante sus años en la empresa, contribuyó a la fundación de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa para que todo trabajador de la cervecera recibiera prestaciones de diversos tipos, entre ellas, servicios de salud. Asimismo, en 1957 creó la Colonia Cuauhtémoc, un conjunto habitacional para los trabajadores de las empresas del grupo.
Para don Eugenio el progreso económico debía conllevar el social. Fue un empresario justo, cercano a sus colaboradores, sencillo y austero, que siempre privilegió al ser humano por encima de todo. En homenaje a su persona, a sus principios y valores, se instituyó el Premio Eugenio Garza Sada, por FEMSA y el Tecnológico de Monterrey, que reconoce a quienes contribuyen al desarrollo de México mediante acciones que elevan el nivel de vida y bienestar de las comunidades.
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