Un juicio sin precedentes comienza con dos visiones de Trump
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Los fiscales de Manhattan ofrecieron el lunes un crudo recuento del sórdido pasado de Donald Trump al presentar su caso ante los jurados
Por Jonah E. Bromwich y Ben Protess
El alegato inicial de la fiscalía esbozó una trama turbia destinada a favorecer la elección de Donald Trump. Su abogado dijo que el caso del gobierno son solo “34 trozos de papel”.
Los fiscales de Manhattan ofrecieron el lunes un crudo recuento del sórdido pasado de Donald Trump al presentar su caso ante los jurados, el país y el mundo, reduciendo al expresidente al papel de un coconspirador en una trama que trató de encubrir tres escándalos sexuales que amenazaban su victoria electoral de 2016.
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Su declaración de apertura fue un momento crucial en el primer procesamiento de un presidente estadounidense, una sinopsis exhaustiva del caso contra Trump, quien observaba desde la mesa de la defensa mientras movía la cabeza en algunas ocasiones. Momentos después, el abogado de Trump pronunció sus alegatos comenzando con la simple afirmación de que “el presidente Trump es inocente”, y luego señaló que vuelve a ser el presunto candidato republicano y concluyó su intervención con una exhortación a los miembros del jurado para que “usen su sentido común”.
El jurado de 12 neoyorquinos que decidirá el destino legal de Trump antes de que millones de votantes determinen su futuro político también escuchó un breve testimonio del testigo principal de la acusación, David Pecker, un exeditor de tabloides que era cercano a Trump. Pecker, quien dirigió National Enquirer, testificó que sus tabloides practicaban un “periodismo de chequera”. En este caso, según dicen los fiscales, compró y enterró historias que podrían haber puesto en peligro la campaña de Trump en 2016.
El frenesí de actividad durante el primer día formal del juicio cautivó a los miembros del jurado, y muchos tomaron notas mientras seguían el proceso.
Además hubo nerviosismo en el tribunal del Bajo Manhattan, mientras perros detectores de bombas, el Servicio Secreto de Estados Unidos y la policía patrullaban el edificio. El espectacular despliegue de seguridad fue un vívido recordatorio de la naturaleza sin precedentes del proceso: un tribunal acostumbrado a celebrar juicios de asesinos, estafadores y delincuentes de todo tipo ahora procesa a su primer expresidente.
El lunes, el juicio terminó antes de tiempo y con poca fanfarria debido a las vacaciones de Pésaj y a que un miembro del jurado tenía una cita urgente con el dentista.
Sin embargo, el proceso empezó de manera sorprendente cuando el juez Juan Merchan determinó lo que los fiscales podían preguntarle a Trump si subía al estrado como testigo en su propia defensa. En una victoria para la acusación, el juez dictaminó que podían interrogarlo sobre tres juicios civiles que perdió el año pasado, lo que incluye un caso de fraude en el que otro juez lo declaró responsable de conspirar para inflar su patrimonio neto y le impuso una sanción de cientos de millones de dólares.
Matthew Colangelo, principal colaborador del fiscal del distrito de Manhattan, Alvin Bragg, se centró en lo que denominó como una conspiración en el caso penal. En el transcurso de una apertura de 45 minutos, mientras Bragg observaba desde la primera fila, Colangelo guió con calma al jurado a través del argumento de la fiscalía de que Trump orquestó el complot para corromper las elecciones de 2016.
La estratagema, explicó, implicó acuerdos de dinero a cambio de silencio con tres personas que tenían explosivas historias para vender: una estrella porno, una modelo de Playboy y un portero de uno de los edificios de Trump.
El exmandatario, que se enfrenta a una pena de hasta cuatro años de prisión, ordenó a sus aliados que compraran el silencio de esas personas para proteger su candidatura, explicó Colangelo. Pecker se ocupó de la modelo y el portero, mientras que Michael Cohen, un excolaborador de Trump que está dispuesto a ser el testigo estrella de la acusación, le pagó a la estrella porno.
Colangelo dijo que, después de llegar a la Casa Blanca, Trump acordó “manipular los libros” para encubrir el pago de 130.000 dólares de Cohen a Stormy Daniels, una estrella porno. Cuando el expresidente le rembolsó el dinero a Cohen, según dijo Colangelo, Trump y su compañía falsificaron registros internos, disfrazando los reembolsos como rutinarios gastos legales.
Trump se enfrenta a 34 cargos de falsificación de registros comerciales, uno por cada cheque, libro mayor y factura falsos.
El expresidente mintió “una y otra y otra vez”, dijo enfáticamente Colangelo, presentándolo como un conspirador criminal.
Pero el abogado de Trump, Todd Blanche, trató de socavar la airada retórica de la fiscalía con una presentación menos dura del caso, calificándolo como una “violación de registros comerciales”, una denominación que no corresponde a los hechos.
El abogado dijo que se trata de “solo 34 trozos de papel”.
Blanche culpó a Cohen, quien había negociado el plan de rembolso con la empresa de Trump y se declaró culpable de cargos federales por su papel. Blanche sostuvo que “el presidente Trump no tenía nada que ver con la factura”.
Previendo lo que probablemente será un tema recurrente, Blanche señaló la credibilidad de Cohen, afirmando que “es un criminal” y argumentando que es un exempleado despechado que no se detendrá ante nada para poner a Trump en prisión.
“Les advierto que no se puede confiar en él”, dijo Blanche. Y agregó: “Está obsesionado con el presidente Trump incluso hasta el día de hoy”.
Sin embargo, Colangelo insistió en que gran parte del testimonio de Cohen sería corroborado, incluso por Pecker y “un extenso papeleo”.
Las declaraciones de apertura ofrecieron interpretaciones opuestas de un caso que ha traspasado gran parte del mundo político y jurídico. En esencia, Bragg ha llevado a juicio a la campaña de Trump en 2016, durante el corazón de las elecciones de 2024.
Hace un año, Bragg fue el primer fiscal en imputar a Trump. Tres acusaciones más se interpusieron en tres ciudades, por cargos de conspirar para anular su derrota electoral de 2020 y mal manejo de documentos clasificados cuando ya no era presidente. Pero, como esos casos se han retrasado, es posible que el juicio de Bragg sea el único que Trump enfrentará antes del día de las elecciones.
En la declaración de apertura del lunes, Colangelo presentó un relato mordaz de los acontecimientos que rodearon a la intrépida campaña de Trump hacia la Casa Blanca.
Comenzó en el verano de 2015, poco después de que Trump anunciara su candidatura, con una reunión entre Trump, Pecker y Cohen. Se reunieron en la sede del candidato en Midtown Manhattan, donde planearon lo que el fiscal calificó como “la conspiración de la Torre Trump”.
El plan consistía en estar atentos a cualquier noticia perjudicial sobre Trump y ocultársela a los votantes.
Esas historias surgieron con rapidez. Pronto, Pecker compró el silencio del portero, cuyo relato sobre Trump engendrando un hijo fuera del matrimonio resultó ser falso.
Luego vino la modelo de Playboy, Karen McDougal, quien dijo que había tenido una aventura con Trump mientras estaba casado. National Enquirer volvió a intervenir comprando los derechos de su historia para no publicarla, una práctica conocida en el negocio de los tabloides como “atrapar y matar” (“catch and kill”).
El tercer acuerdo, el más problemático desde el punto de vista jurídico, fue el pago de 130.000 dólares a Daniels y se realizó en las últimas semanas de la campaña.
Daniels amenazó con hacer pública su afirmación de haber tenido sexo con Trump, al menos una década antes, justo cuando su campaña se tambaleaba por la publicación de la grabación de Access Hollywood, en la que Trump se jacta de agarrarles los genitales a las mujeres.
“De inmediato, la campaña se puso en modo de control de daños para mitigar el impacto de la cinta”, dijo Colangelo, y eso incluyó mantener callada a Daniels. “Otra historia sobre infidelidad sexual, en especial con una estrella del porno, luego de la cinta de Access Hollywood, podría haber sido devastadora para su campaña”.
Cuando Trump fue elegido y tuvo que pagarle a Cohen, él y su compañía falsificaron los documentos para encubrirlo, dijo Colangelo.
“Quería ocultar su conducta criminal y la de otros”, dijo Colangelo al jurado, argumentando que la falsificación “muestra cuán importante era para él ocultar la verdadera naturaleza del pago ilegal de Cohen a Daniels y la conspiración electoral en general”.
Blanche, por su parte, disputó que cualquier acusación equivaliera a una interferencia electoral. “Tengo una alerta de spoiler: no hay nada malo en tratar de influir en una elección”, dijo. “Se llama democracia. Ponen algo siniestro en esta idea como si fuera un delito. Aprenderán que no lo es”.
Trump no está acusado formalmente de interferencia electoral, pero la acusación sustenta el caso.
En Nueva York, falsificar registros comerciales es un delito grave si el acusado lo hizo para ocultar otro delito. Y, en este caso, Trump está acusado de violar una ley estatal al participar en una “conspiración para promover o impedir las elecciones”. El caso podría basarse en esa afirmación.
El juez ha permitido que los fiscales discutan los otros dos acuerdos de dinero por silencio, que van a utilizar para reforzar la idea de que la trama estaba destinada a garantizar la elección de Trump, no solo para protegerlo a él y a su familia de la humillación.
“Fue un fraude electoral puro y simple”, declaró Colangelo.
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