Un rayito de esperanza

Opinión
/ 2 octubre 2015

Marco Rodríguez es un peligro para México, no sabe moderar pasiones.

Cada vez somos más los ex silbantes que nos ingresamos a los medios con la etiqueta de "expertos en arbitraje" para ser cera y pabilo de las actuaciones semanales de los jueces que se desempeñan en el balompié nacional.

Déjenme platicarles que en virtud de que todos nosotros fuimos compañeros de Armando Archundia, "lo conocemos" y sabemos de la proclividad que tiene para "agarrar su lugar en el arrancadero".

Es muy difícil separar al ser humano del árbitro. Si existe una persona deshonesta (que no es el caso de Archundia) cuando se desempeñe como referee, lo hará de la misma manera. Si un hombre es convenenciero (que sí es el caso de Benito Armando) actuará en consecuencia.

En un afán desmedido de hacer del conocimiento de la opinión pública la tendencia del mundialista mexicano "a jalar agua para su molino", los especialistas arbitrales hemos hecho énfasis en esta penosa situación, llegando incluso a apodarle El Vivillo, como una forma peyorativa que exprese su forma de conducirse dentro y fuera de la cancha. La animadversión hacia Armando de algunos de los ex silbantes ha llevado consigo el hecho de ponderar en demasía a otro nazareno azteca, con múltiples cualidades como: la personalidad, la presencia, la condición física, el conocimiento reglamentario y el valor que posee, tratando de erigirlo, como ¡el mejor árbitro de México! Ya adivinó usted, estimado lector, me refiero a Marco Antonio Rodríguez.

El único problema con el que no han contado todos aquellos que pretenden decretar al famoso Chiquidrácula, como el mejor, es que sus defectos (aunque escasos) superan ampliamente en dimensiones a sus varias virtudes.

Es una persona que no ha entendido que el árbitro es un moderador de pasiones; así como el conductor de un espectáculo, que por cierto es muy costoso. Que el futbol es del pueblo y que los jugadores deben elevarlo a la categoría de arte para devolvérselo al pueblo y que el árbitro debe ser el garante de que así suceda. Que el juez del partido no es la reencarnación del Dalai Lama ni el elegido de la palabra.

Se ha olvidado que la justicia está por encima de la regla de juego y que los poderes que esta misma le confiere son tan inmensos dentro de un partido de futbol y todo lo que esto significa, que las debe manejar con mesura.

Pero la mesura, es una palabra que el Chiqui ha borrado de su diccionario, para sustituirla por el vocablo protagonismo. En virtud de que en mi opinión don Marco es un peligro para México, no tengo inconveniente en referirme a él... como un rayito de esperanza.

Comentarios: eduardobrizio@hotmail.com

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