Un ladrón nos visita

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A Magolo Cárdenas, mujer fuerte
Veníamos hablando de lo criminal que es la concentración del dinero en unas cuantas manos, de la avaricia insostenible que provoca subir los precios más de lo justo para obtener ganancias que permitan esas fortunas obscenas. Veníamos hablando de la necesidad de no adular a quienes se ostentan con ciertos grados de decisión en la sociedad y son corruptos, para dejar clara nuestra postura ciudadana de que el trabajo es lo necesario y el acto de corrupción es digno de todos los desprecios posibles. Sí, estábamos hablando de las difíciles condiciones sociales en el país, del hambre del hambre.
Y llegando a casa los cajones abiertos, pertenencias desaparecidas, desorden. Un ladrón nos visitó. Pasamos de la sorpresa al miedo. Tal vez estaba adentro. Finalmente llegó la policía municipal para ingresar hasta el fondo que nosotros no nos atrevimos. Ya había huido nuestro visitante. Dejó huellas y de acuerdo a los peritos, era nuevo, uno de tantos. Dijo que hay hasta 30 reportes de robos a casa habitación diariamente, y según sus palabras ese pico se incrementó con el cierre de empleos, así que ahora los robos ocurren ya no en ciertos sectores, sino en toda la ciudad.
A mí es la segunda vez que me visitan. En esta ocasión, como en la anterior, el ladrón no se robó ningún libro, tenía frente a sus ojos la "Divina Comedia" en una edición enorme con grabados de Durero, fue una suerte que no se la llevara. Pero como ese, el resto de los libros a los que les debo mucho de lo que he aprendido y soy, estaba en sus estantes. Por supuesto que eso no le interesó en absoluto. Pasado el susto nos reímos y dijo mi hija que ese ladrón entró a la casa equivocada, llena de libros y piedras más que de otra cosa. Si intentaba encontrar fajos de dinero, pues nada. Se llevó sólo algo de tecnología y unas joyas. Pensamos en cuánto pudo haber vendido lo que tanto esfuerzo nos costó. Cuántos días eso lo alimentaría, o pagaría sus deudas, o su vicio, o su desesperación. Poco, muy poco. Lo bueno fue que no estuvimos y no padecimos un robo con violencia, como ya se dan.
Le dije a mi hija que nosotros, los ciudadanos comunes, no tenemos escoltas que nos protejan. Los gobernantes sí. ¿Qué está pasando? ¿Quién decide qué vida es valiosa y qué vida no? y ¿por qué?
Lo que duele es la invasión a la casa, la vulnerabilidad de ya no poder entrar a un espacio privado. Lo que duele es este sentimiento de fragilidad que prevalece en la ciudad, de indefensión; de saber que hay quienes no tienen lo necesario y lo quitan a otros. Cierto que hay un espectro más amplio y variado de razones (pandillerismo por ejemplo), pero en este momento, latiendo el país como está, convulsionado, no podemos decir que todos tienen lo necesario. El "progreso" está cortándole las oportunidades a muchos; revisemos las cifras de millones de pobres en el país.
Es el momento de preguntarnos si necesitamos todo lo que tenemos; si realmente usamos toda la riqueza acumulada; si de verdad queremos seguir estimulando la envidia y la avaricia. ¿Acepto yo esta premisa de que son listos los que más tienen y tontos los que no atesoran? De aquí viene esa idea de pagar lo menos posible y obtener el máximo beneficio, y también, de aquí nace la crisis que tanto dolor causa. Es urgente una profunda revisión social.
Hace poco, una persona muy cercana, me hablaba de los héroes tan importantes que tuvimos. Yo le respondí que eso ya es agua pasada, que para mi muy particular visión, los héroes son los ciudadanos comunes que trabajan todos los días, pagan sus impuestos (que cada vez ahogan más), hacen girar a este país, cuidan a sus hijos o preparan sus entierros si son asesinados, mientras esta nación entra a una zona oscura. El héroe actual anda a pie o en camión, y vive en cualquiera de las ciudades mexicanas, o la sobrevive. Es él o ella, quienes con su existencia, hacen posible que México siga.
No espero recuperar nada del robo, como antes.
Algo aprendimos de esa experiencia: No nos pueden hurtar lo más importante, eso, está adentro de nuestro pecho y nuestra mente. El resto se recupera con trabajo.
claudiadesierto@gmail.com