Mexicana: gota que derrama

Opinión
/ 22 agosto 2010

Manuel Camacho Solís/El Universal

En el caso de Mexicana de Aviación, ni el gobierno federal ni los propietarios han sabido conducir una crisis que puede representar la pérdida de numerosos empleos, rutas, prestigios y patrimonios. Puede ser una nueva gota de agua que derrame un vaso lleno de políticas inapropiadas, decisiones inoportunas y un ambiente de negocios poco transparente.

Si como algunos especialistas argumentan, el mercado mexicano de la aviación no daba para tener dos grandes empresas -Mexicana y Aeroméxico-, por qué no se facilitó desde un principio la fusión de las mismas. Si los costos laborales de la empresa eran tan altos, entonces por qué los dueños la compraron. Si la empresa era viable, por qué no haber intentado con oportunidad la mayor conservación posible de empleos. Si no era negocio, para qué la puja y tantas negociaciones tras bambalinas que dejaron la impresión de que hubo arreglos políticos. No es de interés nacional el desarrollo de la aviación, la utilización de las rutas existentes, la adopción de tecnologías estandarizadas y de bajo consumo de combustible.

Si aparecieron nuevos obstáculos en el camino, como los efectos adversos de la recesión económica y la epidemia de influenza, para qué haber esperado tanto tiempo para tomar medidas correctivas frente a la emergencia. Si las salidas que se habían construido encontraron nuevos obstáculos, qué sentido tenía declarar la inviabilidad económica, sin tener previsto un esquema de debida protección legal, tiempos y apoyos gubernamentales. Si la empresa había perdido viabilidad, cómo no cuidar las repercusiones sociales y sobre todo el interés público, dejando la impresión de que los propietarios se estaban quedando con la pechuga y entregando a los sindicatos las deudas y los problemas.

Para muchos en el gobierno federal la quiebra de empresas no es un mal mayor. Suponen que el camino natural de la economía es uno donde los más ineficientes tienden a desaparecer y alguien más hará la tarea con mayor efectividad. La realidad no se comporta así. Abundan los ejemplos de empresas que han desaparecido con una pérdida grande de empleos formales y patrimonio que nunca fueron resarcidos.

Frente a este tipo de reacciones que dejan todo al mercado, resaltan las respuestas que se están adoptando en otros países y sectores. En Estados Unidos, con su severo problema de desempleo, ¿qué hubiera ocurrido si no se da una intervención gubernamental en la industria automotriz? Ese apoyo -que no esa transferencia de recursos públicos a manos privadas- ha permitido que se conserve una gran parte de la industria y de nuevo se contraten empleos. O ¿qué habría pasado en Alemania?, si frente a los efectos de la crisis económica, el gobierno de ese país, los empresarios y los sindicatos no hubieran encontrado fórmulas de concertación que les permitieran proteger los empleos y mejorar la productividad. En vez de dejar todo al mercado, su decisión de proteger a las empresas y los empleos les está permitiendo a los alemanes tener la recuperación más sólida de Europa. Aquí, la gota de la incompetencia y falta de transparencia se derrama.

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