Rojo y negro

Opinión
/ 2 octubre 2015

Desde la entrada misma al recinto, la sensación de un cambio de época resulta inevitable.
Se trata del Recinto del Patrimonio Cultural Universitario ubicado en una de las avenidas fundadoras de esta ciudad capital, la antigua Calle Real, hoy de Hidalgo. Un edificio en sí mismo emblemático por la historia que cuentan sus adobes, sus arcos, sus pisos.
Fue ahí donde se construyó el Banco Purcell, propiedad del inglés Guillermo Purcell, uno de los empresarios más prominentes del Coahuila a fines del siglo 19.
Desde el primer acceso, pese a ser muy moderna su restauración, predominando cristales, se transporta el visitante a un pasado de antes del siglo 19, durante el cual don Guillermo ejerció desde ahí su poderío económico. El visitante se comunica con ese pasado a través de las explicaciones habidas en las mamparas y en los letreros de las paredes: la descripción de las cocinas antiguas, la de los altares de las familias, y en el caso de este edificio, el espacio en que estaba situado el banco mismo y su admirable caja fuerte, sorprendente al situar la época en que fue construida y la forma en que fue instalada en lo que fuera una habitación de una casa antigua: una a una, desarmadas, se fueron montando dentro del área destinada a este fin. Se cerró un pasillo y quedó así una habitación especial para la caja.
Más adelante, el visitante se encuentra con piso original, cosa que siempre pone "chinita" la piel para quienes piensan en que aquello ha logrado resistir al paso de los años y fue testigo de un tiempo de mucho tiempo atrás., y una noria de 14 metros de profundidad que vuelve a causar la misma impresión, más ahora también la sensación de sorpresa y cierto temor. Pese a existir permiso de pasar caminando sobre el cristal que la cubre, "por los costados, por favor", un ancestral instinto de conservación coloca en la prudencia de no hacerlo.
Se recorren salas: una de ellas, la de la noria, por cierto, con una chimenea adosada en una de las esquinas. La noria había sido cubierta en su totalidad, para crear en ese espacio una habitación. De ahí la pequeña y sugerente chimenea. Pero, al efectuarse la remodelación de la casa para los efectos de la formación del Recinto del Patrimonio Cultural Universitario, los encargados de la obra se percataron de una falla en el piso. La sorpresa fue esa: se trataba de una noria con 14 metros de profundidad.
La obra del Patrimonio, antiguamente en la Pinacoteca del Ateneo Fuente, se aprecia ahora aquí: bellísimos ejemplos del arte sacro, donde destaca la delicada obra de Miguel Cabrera.
Dos opciones hay para subir al segundo piso: unas escaleras hechas principalmente a base de cristal, y el elevador, que también tiene entre una de sus paredes el cristal como material principal.
En este piso, aparece, en una gran utilización de materiales, la obra de Adriana Cerecero. El rojo y el negro; el negro y el rojo, son los colores primordiales en los que hace enfocar la atención del espectador.
En el material con que se elaboran las piñatas, en el de sus cuadros y sus puestas en escena, aparece un elemento notorio: el de la información. Aparece nuestro periódico, Vanguardia, en las venas de estas piñatas en las que Adriana simboliza nuestros días. Esta exposición, que contó con el apoyo de nuestra casa editora y la Universidad Autónoma de Coahuila, motiva el pensamiento y llama a la reflexión.
Ahí, en medio de rojos y negros, de variadas formas y multiformes figuras, la imagen de un círculo que en gajos se rompe. Un óleo sobre fórex, de 40x 40 cm. La oscuridad va invadiendo paulatina pero segura, con dramatismo, la brillantez del rojo. Se trata de la obra "In Memoriam 2011", cuyo epígrafe dicta: "En la ciudad había solo dos colores: negro y rojo. Nada más". Mujer anónima, 1945, Hiroshima después de la bomba atómica.
 Al salir, se queda el visitante hipnotizado de una red que, en caída vertical, contiene en su interior balones color rojo (muchos iguales se vieron a lo largo de la exposición).
También hay uno enorme rojo. De este penden unos globos negros. El negro y el rojo; el rojo y el negro.
Imágenes que se mueven en el interior y se repiten en la historia misma del hombre. Luz y oscuridad; oscuridad y luz.
El rojo y el negro. Sólo falta el fantasma de Julien Sorel, el de Stendhal.

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