Confesiones de una adicta
COMPARTIR
TEMAS
Del tamaño del sapo la pedrada y del pecado la confesada. Y no, querido lector, no me pasa por la mente el inesperado y público desahogo del Presidente Calderón al Papa Benedicto XVI el fin de semana pasado sobre el "infausto" País que nos deja, sino la tamaña revelación que me dispongo a hacer. El estado de su Adelita, todo lo contrario al de la nación, es de exceso y acumulación.
Ajá. La que escribe no suma pérdidas ni números rojos. Los míos son negros y de paso negra mi conciencia.
Soy adicta: A..D.I.C.T.A. Y lo vine a descubrir con senda pedradota arrojada casi con saña desde la televisión -y aclaro: no fue mediante uno de los hirientes spots que desbordan la programación.
La que escribe, pecadora que es, en vez de entregarse de lleno al sumo Pontífice durante su estancia en Guanajuato rindió pleitesía en vez al Discovery Channel. Ahí descubrí que muy probablemente padezco de una enfermedad llamada `hoarding' que traducida al español es el mal de la acumulación. Y dijera usted acumulación de riqueza, de bendiciones, de petróleo como el que mal administró don López Portillo, pues pasa. Pero no. El programa en el que para mi desgracia me ví reflejada se llama "Acumuladores" y trata sobre sociópatas coleccionistas de lo que sea. Gente que se hunde en montañas de basura, pero que es incapaz de desapegarse de cuanta chuchería va juntando por inútil que sea. El programa resume el fenómeno como "un apego excesivo a las cosas". Pero no sólo son acumuladores de objetos. El capítulo que me dejó pasmada fue uno sobre acumuladores de animales. En pantalla apareció una lunática adoradora de perros -cof cof- gorda y desalineada muy a la Big Mac, sucia, llena de pelos -de perro, claro- obsesionada en conservar a sus 50 mascotas sin importar el bienestar de sus hijos, nietos o marido.
La enfrentaban, amenazaban con irse e incluso se fueron, pero la mujer como poseída y embrujada por su perrada `indefensa' no quería soltar de ellos. Lo terrible es que al escucharla me vi.
Yo, cinco perros y contando, tres jaulas a medio patio, colas que tumban todo a su paso, pulgas o pelusa a según la temporada del año, huesos en el vestíbulo (si fuera San Lázaro o el nuevo recinto de la cámara alta uno entiende, pero no es el caso), carnazas, babas. "¡El Apocalipsis!" grité histérica -sí como vieja loca- y casi me suelto a llorar. Ni México, gane quien gane la elección, tendría un escenario tan lúgubre como el que avizoré para mí misma.
De hecho, pensé en uno de los "hoarders" animales más ilustres que ha tenido este país y que seguro emerge de su tumba para matarme con el látigo siempre certero de su ironía si supiera que una fabuler@ común como la que habla se atrevió a nombrarlo con ese mote en inglés. Pero sí, pensé en Monsi, Carlos Monsivais, y sus mil y un gatos desparramados sobre su millón y un libros o brincoteando sobre su trillón y un juguetes y parafernalias de nuestra cultura, mientras el visitante a su hogar notenía ni por dónde caminar. Don Carlos heredó un museo, cierto y dinero para sus gatos, pero dudo que esta Adelita logre algo igual. De reportera, la primera advertencia que recibí cuando se me asignó entrevistarlo fue que tomara un antiestamínico antes de acudir al privilegiado encuentro.
Y que me dice querido lector de los "acumuladores" en la política. Y no sólo pienso de huesos y deudas, su Adelita alude por ejemplo a los acumuladores de mujeres. Obvio no en las listas de candidaturas legislativas porque ahí abundan las `Juanas', sino de mujeres trofeo, ¿le suena? Político guapo, entregado, joven, con la esposa perfecta. ¿Quién, Quién? Pues el JFK de los unaiteds, no vaya usted a pensar que me refiero a un hombre muy cumplidor que anda en campaña por aquí en esta patria. Ahora confieso que no sé si el donjuanismo tan común en este país de casas grandes y casas chicas califique como "hoarding" o como práctica cultural de nuestro machismo enraizado. Pero ese es otro tema.
Qué tal acumuladores de zapatos, vestidos, aretes o de la pura cosa fina diría mi tía Josefina. Reconozco que esa adicción me sentaría mejor que mi obsesión perruna, pero no me alcanza.
Y bueno, acumuladores de presidencias legítimas. por aquello de Fidel que también fue tocado por Benedicto.
Pero vuelvo a mi confesión. Dicen que una vez que uno nombra las cosas es cuando empiezan a existir. O sea que su Adelita da el primer paso, es adicta canina. El segundo, ni uno más. El tercero, a partir de ya en venta. El cuarto, retiro el tercer paso, porque una cosa es confesar y otra muy distinta es cambiar. De cambio y promesas de cambio está pavimentado el camino al infierno y yo por esas veredas prefiero no andar. Esa chamba se la dejamos a los candidatos que parecen adictos a la palabra cambio pero incapaces de echarla a andar.