Las nuevas reglas

Opinión
/ 2 octubre 2015

Sólo La Ilustración provocó en las élites que rigen al mundo una inquietud semejante a la que ahora les causa la red informática global.

Y sin duda que entre los más incomodados con la generación, flujo e intercambio de datos y opiniones están los miembros de nuestra muy democrática monarquía: la clase política.

Otros no menos agraviados son los empresarios de la industria del entretenimiento y es por ello que a nivel mundial, corporaciones y gobiernos concatenados, buscan en vano el diseño de un marco legal que ayude a contener lo que es sencillamente irreversible.

A los magnates del cine, la televisión y la música les duele porque gracias a la red sus productos circulan impune y gratuitamente por toda la geografía terráquea.

A los políticos en cambio les apabulla porque la red constituye un peligroso escaparate para sus puntos débiles, pero también porque es un frente de opinión masivo al que muchas veces -y nunca de buena gana- se ven obligados a dar contestación.

Internet resultó ser un medio más implacable que los tradicionales, porque es tan heterogéneo que es imposible pactar con éste, o exigirle que se ajuste a lineamientos éticos. Imposible. Ni hablar. No way!

Convertirse en el tema caliente o del momento (trending topic) es casi sinónimo de ignominia. Al menos la experiencia nos dice que un comentario mal redactado (Paulina Rubio), mal documentado (Vicente Fox) o insensible (Ninel Conde) es un pasaporte directo al escarnio masivo.

La cosa es que afrontar al monstruo de mil millones de cabezas ya no es opcional, no al menos para quien tiene sus aspiraciones puestas en una elección próxima.

Quizás para el mediano plazo la revolución tecnológica nos depare un nuevo giro inesperado que replantee las reglas del juego, pero al día de hoy encarar a la opinión pública desde la plataforma virtual es por demás ineludible.

Con la muy mediana capacidad que el político promedio tiene para debatir y argumentar, estoy seguro que preferirían no tener qué, pero negar esta obligatoriedad es engañarse y desterrarse solito, no digamos de la política actual, sino del mundo vigente.

A falta de una regulación como la que sí existe para los medios tradicionales, desde su etapa de gestación como candidatos, los aspirantes a la silla presidencial buscan posicionamiento en las redes sociales.

Pero así como pueden ir allanando camino con la mayor anticipación, los contendientes políticos van sometiendo su imagen a un desgaste de igual forma prematuro.

Y como en el mundo tangible, en su contraparte virtual tampoco abunda el debate de altura pero sí las ganas de joder como forma de "participar".

Es mucho más arduo vender las improbables virtudes de algún candidato que esparcir la mala reputación de su oponente y más sencillo todavía si el vehículo elegido para esto es un chiste.

La propuesta es de por sí pobre, vaga y confusa. Pero la burla es prácticamente indeleble, deja huellaen la memoria y en la conciencia. La guerra sucia que se libre en la arena cibernética será, no lo dude, una auténtica guerra de chistes.

Con cualquier variante de chascarrillo que exhiba a Peña Nieto como un pelmazo ignorante, a Vázquez Mota como una incapaz sin liderazgo o a Andrés Manuel como un completo deschavetado, los partidarios de uno, otra y aquel buscarán zaherirse en su pundonor político.

No se confunda, esta no será aún, para los mexicanos, la elección que determinen la internet y las redes sociales. Acaso se dejará sentir su influencia y nos servirá como objeto de estudio y aprendizaje, pero el resultado se decidirá por los mecanismos acostumbrados.

Sucede que el acceso a internet en México ronda los 36 millones de usuarios. De este universo de cibernautas connacionales habría que restar a quienes no están aun en edad de votar, así como al segmento que lo usa con meros fines recreativos. Todavía hay que deducir a quienes son abstencionistas duros y, de los que quedan, hay que conferirles el beneficio de la duda respecto a que no son tan influenciables.

Es más apegado a la realidad estimar que no modificamos nuestra percepción por unos cuantos bombazos mediáticos, sino que de hecho nos apegamos a los contenidos que respaldan nuestras opiniones ya formadas con antelación.

No. El grueso de la votación estará otra vez en la base de la pirámide social. En la gente que ni siquiera es usuaria de internet, aquella a la que es más proclive a comprársele con una promesa o algo más tangible, como una despensa.

La gente de barrio a la que se remunera para que convoque a otros a votar. Esa es sin duda la realidad aun imperante para el escenario electoral de este año.

Y yo sé, quisiéramos sentirnos modernos, muy de mundo y de vanguardia, pero no alcanzamos todavía ese punto de convergencia entre democracia, internet, opinión pública y redes sociales.

La elección se disputará (se está disputando) en forma tradicional, con los medios tradicionales y mucho trabajo territorial. Eso decidirá todo.

Internet y política mexicana están en su momento de ensayo,  experimentación. Aun se miden apenas los alcances, repercusiones y daños que se pueden hacer a los frentes enemigos con los misiles virales en la arena virtual.

Los internautas tendremos poca propuesta, muchas descalificaciones y, sin duda, una guerra de chistes. Ojalá por lo menos que sean buenos.

petatiux@hotmail.com


TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM