Nuestros orígenes

Opinión
/ 2 octubre 2015
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Los hechos se imponen y no hay más remedio que aceptarlos. Otra cosa sería cómo interpretarlos. Un hombre que se ganó el respeto de la comunidad  internacional por su prudencia, seriedad y una cierta dosis de modestia fue Juan Carlos, rey de España. Después de la temible dictadura franquista todos pensaban que seguiría la mano dura por muchos años. De que el "Generalísimo, por la gracia de Dios" (así decían las monedas españolas) tenía que morirse era una certeza; de que tardó mucho en hacerlo es, también, comprobable. Francisco Franco no dejó ver que tuviese demasiada simpatía por el jovencito (que era mozuelo) que sin mayores méritos que descender de un rey que abdicó, Alfonso XIII, de ingrata memoria, esperaba pacientemente la muerte del último fascista europeo. El más cercano al tirano no era el príncipe Juan Carlos sino el general Luis Carrero Blanco, que era Presidente del Consejo de Ministros. Mas, "¡oh infaustos hados!", diría Homero, en 1973 los vascos de la ETA lo hicieron volar por los aires con todo y su coche que tenía una protección de tanque de guerra. ETA había preparado una bomba bajo el pavimento, tan poderosa, que lanzó el coche, con todo y general, sobre un edificio de cinco pisos, lo sobrepasó y calló al lado opuesto. Franco se quedaba así sin su sucesor. Demasiado viejo no logró recuperarse de ese golpe. Él había odiado a la gente del país vasco con una obsesión digna de mejor causa porque fue ahí donde más resistencia encontró. Sin contrapesos, el joven príncipe ingresó al círculo del poder.

Juan Carlos de Borbón, ya muerto el Generalísimo, integró un gobierno y, en un gesto inusual, proclamó que España debería ingresar en la democracia. Propuso un gobierno de transición, que trabajó muy bien, y luego siguieron las elecciones y los distintos gobiernos de derecha, izquierda o coaliciones. Juan Carlos tuvo el buen tino de casarse con una princesa inteligente y también modesta (todo indica que 40 años de dictadura militar sensibilizaron a quienes todavía tenían materia gris en el cerebro.)

Sucede que ese joven convertido en Rey en vez de hacer lo que hacen los reyes: abusar, tener una vida disipada, ingresar en la farándula y ser la comidilla de las revistas del corazón se abstuvo de figurar en esos espacios y, por el contrario, instauró premios de literatura y arte. Un rey que promovía los derechos humanos y el respeto a la ecología no era de lo más común. Su único exabrupto fue el "¿por qué no te callas?", a Chávez.

De lo anterior se podría conjeturar que el poder obra por sí. Si a los 74 años de edad salió de cacería es porque le gustaba la cacería, no es posible que de golpe y porrazo se inicie en un "deporte" que nada más pueden practicar o los muy ricos o los muy pobres, éstos porque tienen la mala costumbre de comer. O bien, la caza no es más que una forma de disfrazar otras actividades. De hecho ya salió el peine: se especula sobre un moroso (demasiado) amorío del rey. O sea que mucho de su actuar, por ejemplo su modestia, era teatro. Pero de que mató búfalos y elefantes es cierto. De que pertenecía a una asociación de defensa de la fauna, también.

Titulé el artículo "nuestros orígenes" porque me vinieron a la mente las actuaciones de los diversos reyes que padecimos durante la época virreinal, desde los austrias hasta los borbones, ambas dinastías fueron malas para los novohispanos. De que tenían mucha devoción a la Virgen María, de que "amaban a sus súbditos" americanos, de que promovieron la fe. no puede quedar duda. De que permitieron las masacres de indios, de que propiciaron la corrupción a lo largo de su imperio, también es cierto. Pero la dinastía de los borbones, que intentó enderezar tardíamente el rumbo del barco cuando ya no había para qué, es la misma a la que pertenece Juan Carlos.

"¿Sobre qué reina usted?, preguntó el Principito al Rey. ¡Sobre, todo, respondió el Rey!, sobre las estrellas." La caída y rotura de un hueso de Juan Carlos ha sido providencial. Es el momento de repensar cuestiones tan simples como ¿para qué sirven los reyes?, o, ¿sirven de algo los senadores y diputados? La respuesta lógica es ¡para nada! Entonces llegó el momento de saber algunas cosas, pocas, sobre el funcionamiento de nuestra sociedad. ¡De España venimos!, nada hemos inventado.




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