Políticos Indeseables/Jugar a las Escondidas
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En Oaxaca, el PRI optó por esconder al impresentable Ulises Ruiz durante el periplo proselitista de Enrique Peña Nieto. Pese a ello, a éste le increparon algunos miembros de la dolida APPO que fueron algunos de los más obcecados durante el régimen de Ruiz. Humberto Moreira, el ex gobernador de Coahuila -más vale recordarle por ello y no por cuanto siguió-, me confió que su par oaxaqueño, el tal Ulises, le llamó un día como si tratara de encontrar consensos, en las vísperas de la contienda de 2006:
--¡Ya me cansaron estos c...! Les voy a dar en la madre -explotó Ruiz por el teléfono-. Según Moreira, éste le respondió:
--No hagas esa tontería, no reprimas. Le cargarán el muertito al PRI y a su candidato. Debes serenarte.
--¡Pero es que no se puede hablar con ellos!
--Pero no reprimas... ¡aguanta!
Desde luego, Moreira siempre fue un personaje cercano a "la maestra" Elba Esther Gordillo aun cuando él presumiera de sostener con ella una extraña y ambigua relación de amor-odio. Ya vimos que no era así; en materia de lealtades, la señora Gordillo nunca deja tendida la mano de un aliado... y no lo hizo con Moreira cuando éste reventó en el PRI por el endeudamiento absurdo, inexplicable, de Coahuila.
Ulises hoy le hace daño a la figura de Peña; como se lo hacen otros personajes, como Mario Marín de Puebla y los antecesores de Enrique en el gobierno mexiquense, sobre todo Arturo Montiel cuyo enriquecimiento inexplicable -más bien está bastante claro el origen-, es una baldosa cuando se habla del otrora partido invencible y sus métodos de cooptación política. Tan grave es la cosa que Peña prefiere retratarsecon el ex presidente Fox, panista, antes de mostrarse con algunos de sus incómodos correligionarios. ¿Se atreverá a aparecer en público con alguno de los ex presidentes priístas todavía vivos? Menos mal que Miguel de la Madrid, desde la tumba, ya no hace daño... pero sí algunas de sus reservas como Emilio Gamboa, dirigente del sector popular priísta que nadie sabe para que sirve, y Manuel Bartlett Díaz, quien fuera secretario de Gobernación durante el régimen del extinto Miguel.
Debo confesarles algo, más allá del rencor que me hace perder cierta objetividad cuando analizo la figura de Bartlett. Sin embargo, le he reconocido su postura en defensa del petróleo y la necesidad de no privatizarlo ante la tibieza de otros que presumen de su formación "revolucionaria". Fue este factor, sin duda, lo que le permitió asomarse al balcón de una izquierda deformada y olvidadiza, por no decir amnésica, que parece haberle perdonado sus bárbaros excesos.
Dicho lo anterior, puedo alegar que, de formar parte de algunas de las organizaciones de izquierda -el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano que fue quien más lo impulsó-, jamás me hubiera tragado la cercanía de Bartlett, sin duda el mexicano con vida que más dolor y daño le ha causado a los liberales mexicanos, a los de formación izquierdista, en la largacruzada de éstos por ser reconocidos dentro de un ámbito democrático y con absoluta equidad. Recuerden a Don Heberto Castillo, a quien tuve el honor de entrevistar varias veces a pesar de sus enfrentamientos con mi padre, uno de los cardenistas más puros y de amplia cultura reconocida, quien vivió la negra etapa del régimen delamadridiano y del entonces llamado "señor de Bucareli", Bartlett Díaz, represor por antonomasia.
En 1989, tras las sucias elecciones de un año anterior, el PRD, por cierto, documentó los asesinatos de 262 militantes de la izquierda, comenzando con los del Frente Democrático Nacional, Francisco Xavier Ovando y Gil Heraldés, dos de los más cercanos colaboradores del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, postulante presidencial entonces, unos días antes de la jornada comicial más sucia de la historia -todavía peor que la experimentada en 2006 porque en ésta, cuando menos, no se cancelaron los escrutinios de casillas enteras, casi el cuarenta por ciento de ellas-.
Pues bien, años más adelante, en conversación sostenida con el célebre comandante Guillermo González Calderón -muerto el 5 de febrero de 2003, curiosamente en la efeméride de la muerte de Carlos Loret de Mola Mediz, uno de los políticos-periodistas perseguidos por Bartlett-, en casa de un abogado de gran prestigio, allá en Mac Allen, Texas, César Fentanes, me confió sin recovecos:
--Ahora me persiguen porque yo fui el encargado de los trabajos sucios del grupo -de Bartlett-. A mí me ordenaron "desaparecer" a Ovando y a Heraldés y, personalmente, Carlos Salinas me ordenó que matara al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Por eso me tienen tanto odio ahora. Porque les estorbo por lo que sé. Y le digo una cosa, Loret: si usted me tira con sus armas yo le respondo con las mías.
Así era aquel policía nebuloso a quien no se ha investigado en forma, desde su asesinato en Mac Allen, precisamente, hace ya nueve años y meses. Digo, siquiera para establecer los hilos conductores de la historia. Y ésta no para allí. Recientemente, hace no más de un año, me reuní, con la intermediación de un querido amigo de esta columna, con José Antonio Zorrilla Pérez, preso en Santa Martha Acatitla, como autor intelectual del asesinato del columnista Manuel Buendía Tellezgirón. Y allí me repitió lo que ya me había dejado entrever por teléfono -el uso de celulares es práctica ilegal pero cotidiana en los penales del Distrito Federal-:
--¿Sabe usted? Yo no maté a Buendía. En mi declaración ministerial expuse que sólo actuaba por órdenes de mi superior inmediato, Manuel Bartlett, quien me dijo que yo me trasladara al lugar de los hechos... cuando todavía nadie sabía lo ocurrido.
Lo curioso del asunto es que Bartlett jamás fue citado siquiera al respecto, como correspondía por la declaración contundente de Zorrilla -preso desde hace más de veinte años-, luego de ser despojado de su candidatura a legislador por el PRI y detenido por Ignacio Morales Lechuga, con unmuy breve periodo de libertad que se terminó en cuanto le llovieron otras órdenes de aprehensión, por consigna, alega, del jefe de gobierno defeño, Marcelo Ebrard Casaubón. ¿Vamos atando cabos?
A mí me daría vergüenza salir en la foto, en campaña, al lado de Bartlett; como a Peña le avergüenzan las figuras de Ulises Ruiz, Mario Marín -el "gober precioso"- y de su tío Arturo Montiel. Quizá a Josefina Vázquez Mota, la que falta en la lista, por prudencia nada más, le incomoden las referencias a Calderón y Fox... conducta que tanto le ha molestado a la frustrada "Cocoíta", Luisa María, porque considera que debiera exaltar la obra de su hermano Felipe para hacer campaña... y perder muchos de los votos que lleva acumulados. Los indeseables siempre pasan facturas.
Mirador
El juego de las escondidas está de moda entre los políticos en curso de elecciones. No sólo a nivel federal, se entiende. Las indefiniciones políticas, aunadas a los propósitos de sumar y no restar, obligan a los postulantes a ir con pies de plomo, mirando hacia los lados ara evitar que salgan en las imágenes de campaña algunos de los detractores más conocidos, o capos de renombre poco fotografiados e incluso modelos y artistas buscadoras de estatus sociales. Así de contaminado está el ambiente.
Pero, además, hay escenas peores. ¿Cómo justifica López Obrador la cercana presencia de Bartlett, el mayor represor contra la izquierda de nuestra época, sin siquiera ponderar cuanto daño hizo a México y a los espíritus críticos?¿Recordará el tabasqueño que durante la gestión de este individuo siniestro en Bucareli fueron asesinados setenta y cuatro periodistas, entre ellos Carlos Loret de Mola Mediz y Manuel Buendía?
Por lo menos, hace unos meses, tuve la satisfacción personal de encararlo, en un foro al que fuimos invitados ambos sobre temas fiscales -este columnista se salió totalmente del circuito porque abundé sobre mi libro "Nuestro Inframundo"-, encaré a Bartlett, le injurié, cara a cara -"yo no saludo a hijos de p..."-, y me di el lujo de observarle con temor, resguardándose en una salita dispuesta para su refugio. Pero, desde luego, no es suficiente para mí y no cesaré en denunciarlo, en Puebla y en donde se pare con sus pretensiones de redentor oficioso, para animar la memoria de los mexicanos. Siquiera eso merecemos como una compensación quienes sufrimos por su maldita mano represora.
Como tengo memoria, y no tan débil como la de López Obrador, estoy presto a dar una nueva batalla contra el más execrable de los miembros de la clase política de nuestro país. No me importa quien resulte beneficiario.
La Anécdota
Cuentan que en la lejana década de los sesenta, Humberto Romero, el poderosísimo secretario privado del presidente, invitó a éste y a algunos de los miembros de su gabinete a un suculento almuerzo en Avándaro, cuando el bosque no olía a gasolina de los motores de los juniors. Al final, apenado, llegó el entonces Canciller, Don Manuel Tello, con el "Jesús" en la boca:
--Perdónenme, por favor. Me retrasé porque detrás venía un irresponsable en un auto deportivo tratando de rebasarme hasta que me sacó de la carretera. Y tardé una hora en volver a ponerme en circulación.
El entonces presidente, Adolfo López Mateos, casi saltó de su asiento:
--Don Manuel: ¡No me diga que usted era el del coche rojo que no me dejaba pasar! Y Tello, naturalmente, omitió la respuesta.
OTRO DOMINGO MAS EN QUE ME CUESTA EJERCER MI LIBERTAD POR LA AUSENCIA DE GARANTIAS Y LOS BLOQUEOS CONSTANTES. PERSEVERAR ES MI VIDA.