Sobre los Debates/ Redes y Encuestas

Opinión
/ 2 octubre 2015

El debate es, fundamentalmente, confrontación no exaltación de criterios y propuestas sobre un mismo tema. Los adversarios podrán coincidir en determinados puntos básicos -por ejemplo, nadie se atrevería a apostar contra México-, pero no a tal punto que parezcan cortados con loa misma tijera. La gran audiencia requiere observar en dónde radican las diferencias entre unos y otra y, sobre todo, respecto a los distintos partidos en juego; y no, como tanto se subraya, necesariamente espera una ponderada sucesión de proyectos ensimismados sobre los que cada quien reclame autorías innecesarias. Insisto: es momento de definir diferencias, no de ponderar una "civilidad" que sólo refleje el miedo de los ponentes a levantar las polvaredas de las mafias.

Las promesas sobre una educación de excelencia -boicoteadas por las dirigencias magisteriales-, una cobertura total de salud, la realización de obras de infraestructura básica con los matices de cada aspirante -ojalá no se sigan olvidando de los ferrocarriles, al tiempo de convertir en museos las bellísimas estaciones-, y la reiteración a combatir a cárteles y secuestradores "con todo el rigor de la ley" -por lo trillada, la frase obliga a sonreír con sarcasmo-, no son elementos que enciendan las luces del andar hacia una democracia más participativa y seria y no seguir montados en el viejo jamelgo de la demagogia infecunda.

Es una cuestión fundamental, sin embargo casi perceptible, situarse en un extremo u otro, entre la democracia y su antítesis, la demagogia. Se nos ha mentido tanto que es derecho colectivo el mantener dudas y sospechas sobre intenciones y complicidades. Sobre esto deberían razonar los candidatos en juego, antes de que caigan en el sostenido autoelogio que no sirve para maldita la cosa. ¿Conocen, los amables lectores, a un postulante capaz de reconocer sus propios errores, incluso personales, para ofrecer un balance real y equitativo a sus simpatizantes? Algunos sugieren algunos episodios controvertidos pero sin llegar a una reflexión serena sobre sí mismos porque, claro, ello podría inhibir a las corrientes a su favor. La autocrítica no es elemento lucidor, por lo visto, pero significa potencialmente uno de los elementos más importantes para los electores: la credibilidad.

Siempre he dicho que merecerá nuestra confianza aquel o aquella que sea capaz de explicarnos sus fallas y la manera como trataría de evitar las reincidencias. Claro, somos humanos, perfectibles siempre, y nos equivocamos. Lo triste de la cuestión es no aceptarlo porque tal actitud dibuja a la suficiencia que es enemiga de la igualdad entre los seres humanos y entre mujeres y hombres. Tampoco me gusta el término tolerancia porque parece estar supeditado a la sumisión; prefiero, en todo caso, a la discusión ponderada de ideas, a la autenticidad de palabra y hecho, a la praxis que devenga de las ideas y no de las componendas pasajeras. Odio la mojigatería verbal y el pastueño quehacer de los funcionarios que se dan importancia bajando el tono de la voz hasta acabar con los decibeles; cuando observo a alguno de ellos, con sus rostros de monaguillos regañados -entre los miembros del equipo de Calderón se llenan las manos contándolos-, siempre desconfío y recuerdo una magnífica sentencia que escuché hace años en voz de uno de mis maestros:

--No olvides que la lacayunería es el peldaño anterior a la traición. El "barbero", el que se suma a la "cargada", el mercenario de la letra impresa, todos ellos, estarán siempre dispuestos a vender, como si fuese una mercancía, a quienes perentoriamente apoyaron para sacarles provecho. ¡Hay tantos de ellos merodeando por cada esquina! Y no pongo signo partidista ni acento de parcialidad alguna en el referente.

Volvamos al debate. ¿Tiene algún sentido, de verdad, incorporar al mismo a Gabriel Quadri, un personaje surgido de la chistera de "la maestra" Elba Esther, y sin más representatividad que la prepotencia de la misma? De acuerdo a los sondeos de opinión apenas logra menos de un punto porcentual de apoyo -para mantener el registro un partido requiere dos-, y su convocatoria no interesa a nadie por más que él insista en su derecho a participar y creer en su victoria hipotética. Entonces, ¿por qué obsequiarle un espacio, gratuitamente, para elevarse al mismo nivel de quienes, a través de muchos años, lograron el apoyo de partidos con estructura en todo el país? Y ello no significa que estemos en contra de las candidaturas ciudadanas; de ninguna manera, acentúo, porque si son resultado de liderazgos naturales sobran entonces los partidos y gana la sociedad con la pluralidad. Lo inadmisible son las comparsas con efectos distractores muy baratos.

Los debates entre los candidatos presidenciales -el primero de ellos será en el WTC de la ciudad de México el 6 de mayo, y el segundo en Guadalajara cuando los tiempos asfixien- no cambiarán las tendencias ni las preferencias electorales. Al contrario: es casi una tradición que quienes vencen en ellos acaben perdiendo en las urnas con contadas y sonadas excepciones, sobre todo regionales. En 1994, cuando se inauguró la práctica entre aspirantes a la Primera Magistratura sobre la sangre política de Colosio derramada, el menos afortunado fue Zedillo a quien vapulearon Diego Fernández de Cevallos y, sobre todo, Cuauhtémoc Cárdenas; sin embargo, a la larga, medimos sus beneficios: en un sola jornada logró colocarse, en cuanto a conocimiento general, en la misma línea de dos líderes veteranos y ampliamente analizados por la opinión pública... hasta lograr convertirse en el mexicano, hasta hoy, más votado de la historia con más de diecisiete millones de sufragios a su favor. No es poca cosa.

Desde luego, la ausencia de carisma de Zedillo fue compensada por la estructura territorial del PRI y los llamados "votos del miedo" en un año de alto riesgo. Por ello, claro, sería absolutamente una necedad comparar su situación con la del señor Quadri quien yaganó bastante: nos ha obligado a mencionarle hoy y eso, acaso, justifica su propia parafernalia.

En este 2012 es necesario, antes de acudir a las urnas, resolver algunos de los grandes misterios que asimilan cada uno de los postulantes. El homicidio imprudencial del hermano de Andrés Manuel, José Ramón; los veneros oscuros de las mafias que apoyan a Peña Nieto y cuanto se liga a las dudas sobre la negligencia médica que fue factor en la muerte de su primera esposa, Mónica Pretelini; y, finalmente, la ansiedad que brota en la autora de "Díos mío, Hazme Viuda por Favor", bestseller hace un lustro, al no poder compaginar sus tareas de esposa y madre con las políticas y mucho menos cuando las amenazas rondan el entrañable hogar. Son elementos muy interesantes que el gran público merece conocer a fondo antes de que nos despertemos con la sorpresa, como en 1988, de que llegue a la silla presidencial un perturbado (a).

Debate

Las redes sociales le están ganando la partida, con amplio margen, al ejercicio de las encuestas en las que muchos desconfían con razón. Por cierto, cualquiera puede hacer su propio juego e ir preguntando a quienes les han llamado para registrar su opinión y volcarlas a las estadísticas diarias. Por cierto, ¿cómo seleccionan a quienes formarán parte de las tareas de campo en beneficio de las grandes empresas encuestadoras, enriquecidas cada seis años?

Recuerdo que, hace años, cuando inició la costumbre de los sondeos de opinión, la clase gobernante ideaba la manera de salir avante en las encuestas tomándole el pulso a los habitantes de las colonias de burócratas y policías, previa advertencia claro; aquella práctica está muy lejos de ser superada, sobre todo porque con el PAN en la Presidencia la alquimia sofisticada entró en una nueva versión corregida y aumentada, como tantas veces hemos corroborado.

En cambio, los llamados twiteros o los adoradores de Facebook o simplemente los cibernautas que no sueltan las computadoras ni para bañarse, mantienen en vilo a las legiones de operadores al servicio de los candidatos y que, con todo y su gran cobertura, poco pueden hacer para contrarrestar la oleada civil -o cívica-, que se niega a la manipulación colectiva... pero intenta manipular a su vez a los ingenuos. Una coyuntura que permanecerá mientras el espacio cibernético sea el paraíso de los sin ley, en donde la libertad no respeta los derechos de terceros ni la cohabitación respetuosa. Cualquiera, en fin, puede escribir la barbaridad mayor que se le ocurra, o modificar imágenes a placer -sólo falta ver desnudos a los candidatos, aunque alguna vez recibí la fotografía de otro aspirante, ninguno de los de ahora, en plena orgía homosexual-, hasta levantar la polvareda del escándalo.

Y para ello ninguno de los abanderados está suficientemente preparado. Por eso, claro, Josefina Vázquez Mota, la más vulnerable emocionalmente, ya comenzó a quejarse por la odiosa intromisión a su vida privada a través de las redes sociales. ¿Qué sucederá cuando llegue la hora de la jornada electoral?

La Anécdota

En materia de debates, las damas tienen preferencia y la caballerosidad obliga a ciertos límites, sobre todo semánticos, en ayuno de una verdadera igualdad entre géneros. Suele ocurrir que las damas que se postulan a cualquier cargo de elección popular y aceptan confrontar ideas, recurran a artimañas tales como las de sentirse ofendidas en su femineidad por el solo hecho de ser cuestionados. Al respecto, cuento con innumerables ejemplos. De una manera u otra, tal será una ventaja para doña Josefina... siempre y cuando llegue a los debates y no claudique, mareada por tanta mezquindad, antes de tiempo.

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