De remate

Opinión
/ 2 octubre 2015

El que no enseña no vende, pero si enseña de más se abarata, deprecia o se magulla, diría cualquier marchante que domine las artes del intercambio de mercancías.

Sí querido lector. Esto es como aquel dicho sobre el bikini y las encuestas (sabe si las mexicanas porque esas, insisten nuestros políticos, están cuchareadas, copeteadas o azuladas): el interés de ambos aparejos está en lo que se oculta -por poquito que sea- y no tanto en lo que se enseña. Dicho con todas sus letras: el que se encuera y desespera termina fuera de la carrera. Ajá.

Con la verdad y nada más que la verdad no habría forma de vender un coche, un perro y ya ni se diga un candidato.

Su Adelita trae este asunto a colación, no por los dimes y diretes al estilo Lupita D'Alessio que van y vienen entre panistas y priístas respecto a spots y compromisos incumplidos de uno y otro. ¡No! Aduzco a esto de las mentiras necesarias impulsada por el descubrimiento reciente de avisos de ocasión para la venta de perros. Sí. Anuncios perrunos, un poco más adelante de los que promueven masajes y terapias de relajamiento sensual (la x en lugar de la n y s es cosa suya) y antes del apartado de vehículos:

"Cahorritos, chihuahueñitos, bolsillo, realmente pequeñitos", grita un anuncio cargado de diminutivos -a excepción del precio, obvio- para colocar a su camada. Y mientras uno lee, surge la duda: "Sí, cachorros, chihuitos, pequis; ya entendí, pero por qué la insistencia en lo ínfimo de los canitos. Son chihuahuas. ¿Con eso no basta?". Pues al parecer, no. Imagine una versión así:

Político mexicano, manos limpias, no roba, no miente, lo juro, lo firmo, neta-neta, yo si creo lo que digo. ¿Pues qué no deberían ser así todos los políticos? Cof, cof, algo me indica que tampoco.

Otro para el deleite de su pupila con todo y dudas integradas:

"Yorkshire miniatura, auténticos cachorritos (¿los habrá de a mentis?), excelente calidad (más vale: la alternativa es pirata, ¿qué no?), padres presentes (mmmhhh. ¿con notario o sin notario?), carita muñeca (eso vende, ¿quién quiere bailar con la más fea?), pelito seda (o sea copetudo o desgreñado), machitos (¡ohhh! con los pantalones bien puestos no le aunque la falda diría Josefina)".

Seamos francos querido lector, bajo qué otra circunstancia compraría usted un perrito. Ni modo que le expliquen a uno el estado del canito sin maquillaje y sin retoque: "Camada de cuatro cachorritos -tres machos y una hembra que actuará, lo juro, como macho-, cuchitos -pero lleve el menos peor-, sin linaje o pureza de raza, cola cortada, copete hechizo, fotoshop y uso de toxina botulínica para hacerlos diferentes, ladran, muerden y nadan de a muertito a según la ocasión, costo: incuantificable pero todo sea por amor al perro y a la democracia". Su Adelita no los llevaba ni envueltos para regalo, ¡Dios guárdenos la hora!.

Le obsequio otra perla de los mensajes cifrados: "Belga malinois, cachorros legítimos, pedigree internacional, temperamento equilibrado". Uno lee aquello y queda reconfortado, legítimo, certificado, aclamado internacionalmente y además ¡buena onda! De pie el aplauso y fanfarrias para ese perro que es ¡belga belga! Faltaba más. Mire, querido fabuler@, traducido al ser humano aquella camada cuenta con el apoyo internacional de los Estados Unidos, tiene doctorado y maestría, tesis sin yerros y hasta un estudio psicológico para evitar la foxiana y el detalle del prozac.

Ya no insisto con los promocionales perrunos, pero de 32 que ingerí, uno tras otro y sin descanso, cual spots políticos en esta temporada electoral, tengo que subrayar que las palabras lindos, bellos, auténticos y pedigree aparecieron con la misma constancia que las palabras cambio, prometo, yo y México en los discursos de nuestros candidatos presidenciales.

¿Se podrían vender de alguna otra forma? Pues siendo sincera, lo dudo. Al Bruno, el primogénito de la perrada Adelina, lo compré porque nadie insistió en que ladraba hasta por la madrugada y que padecía de trastornos estomacales. Que me hubiera gustado que me hablaran con la verdad, cierto; pero que entiendo que me mintieran, también. Por eso enfrento a la oferta publicitaria escrita, radiofónica y televisada de la siguiente manera: oigo con orejas sordas, veo con ojos cerrados y creo con la mente de un demente. Sí. Lo que es, se traduce de revés. Diferente es igual. Empeño la palabra, empaña la palabra. Amor a lo que odio.

El panorama no es alentador, pero al menos se elige con conocimiento de causa.




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