Mirador

Opinión
/ 2 octubre 2015

Terminó de unir los dos maderos, el largo con el corto, de modo que formaran una cruz. Luego volvió a poner las herramientas en su sitio, barrió las virutas caídas en el suelo, cerró el taller y se marchó a su casa.

Cuando llegó le preguntó su esposa:

-¿Qué hiciste hoy?

Respondió el carpintero:

-Nada, nada.

Nosotros salimos a la calle con nuestra mezquindad y nuestro desamor. Cerramos los ojos a todo lo que no sea nuestro interés. Indiferentes al sufrimiento de los demás, a las carencias de otros, regateamos todo lo nuestro: lo que somos, lo que sabemos y lo que tenemos.

Regresamos a nuestra casa por la tarde. Nos preguntan:

-¿Qué hiciste hoy?

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